Para muchos será un día cualquiera, aún más para ellos. A Laura la levantarán temprano como siempre para hacerle su peinado favorito. Carlos se despertará con el sonido del televisor de la sala y no saldrá de la cama hasta que no sienta los labios de su mamá en la mejilla.
Enrique, acostumbrado a remolonear, entre quejas y lamentos tomará su leche y no comenzará a vestirse hasta hacer jurar al mentiroso de su papá que esta vez sí manejará el carro de camino a la escuela.
Así, millones de pequeños comenzarán su jornada con la naturalidad de siempre. Sin embargo, esta vez la rutina es especial, y quizás sea por eso… por ser cotidiana. Puede que más allá del ámbito escolar, el Día Internacional de la Infancia pase desapercibido entre la gente “normal”, la trabajadora, la preocupada por alcanzar el ómnibus o por la reunión de la tarde. Puede, incluso, que algún padre olvide junto con el beso, la felicitación.
Y es que el hábito de hacer lo mismo una y otra vez, es el culpable de que no sepamos valorar lo que siempre ha estado ahí. No le quepa duda, lo que nos parece algo incuestionable no es ni remotamente así. Hoy, la vergüenza es el color predominante en más de una nación todavía incapaz de cumplir con lo elemental, con lo lógicamente humano en relación con los niños y las niñas.
Por suerte, sobre Cuba mucho se puede escribir si de derechos para los más pequeños se trata. No obstante, antes que compartir declaraciones y cifras que pueden olvidarse tan rápido como se leen, prefiero invitarle a pasar por alguna escuela o a sentarse en el parque de su preferencia para que viva de primera mano lo que hemos logrado. Nuevas generaciones que, a pesar de los pesares, aún dan los buenos días y regalan flores.
Si bien quedan grandes cosas por hacer a un país que vive bloqueado económica y, a veces, mentalmente, la Mayor de las Antillas celebra la niñez consciente de haberse convertido en un referente a nivel mundial en términos de protección de los derechos de la infancia. Preservar y velar por la formación de los más pequeños desde la necesaria espiritualidad que demandan los nuevos tiempos, debe continuar siendo de esos “detalles” que hacen de este, un mejor lugar.
“Los niños saben más de lo que parece, y si le dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían”. José Martí, La Edad de Oro (Foto: Fernando Medina Fernández)
“Los niños ríen y se abren los cielos”. José Martí, diario La Nación (Foto: Fernando Medina Fernández)
“Los niños debían juntarse una vez por lo menos a la semana, para ver a quién podían hacerle algún bien, todos juntos”. José Martí, La Edad de Oro (Foto: Fernando Medina Fernández)
“El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo: un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso”. José Martí, La Edad de Oro (Foto: Fernando Medina Fernández)
“El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en camino de ser bribón”. José Martí, La Edad de Oro (Foto: Fernando Medina Fernández)
“Queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros”. José Martí, La Edad de Oro (Foto: Fernando Medina Fernández)
"Todo niño lleva en sí un hombre dormido”. José Martí, Revista Universal (Foto: Fernando Medina Fernández)
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