A diario saludamos a muchas personas y utilizamos para ello varios tonos y expresiones, según ameriten el contexto y los implicados. Pero este acto, que muchas veces efectuamos de manera mecánica, tiene otras connotaciones que apuesto a que muy pocos se han detenido a meditar.
El saludo es el preámbulo para el diálogo; puede ser un termómetro que ayude a diagnosticar el estado de ánimo del interlocutor, o una proyección de las intenciones, y hasta una estrategia para propiciar un acercamiento.
En el mundo existen alrededor de 7000 lenguas, y en todas ellas hay disímiles acepciones utilizadas para saludar. Con los avances tecnológicos y sociales, estos modos van cambiando, lo cual representa, en mi criterio, un enriquecimiento del lenguaje, y no una deformación, como algunos opinan.
En el contexto cubano podemos notar la utilización de préstamos lingüísticos tanto del inglés, el francés, el italiano e incluso el alemán, si bien las formas de saludo provenientes de estas lenguas son más utilizadas por jóvenes universitarios, o conocedores de esos idiomas, que de manera no intencional van creando códigos entre sus conocidos que poco a poco se van extrapolando hasta crear nuevos modos. Quién no ha saludado alguna vez (de manera coloquial, por supuesto) con un alegre "hello", el hola de los angloparlantes, por citar solo el más común. Las formas de saludo provenientes de otros idiomas son generalmente utilizadas de forma jocosa, entre amigos, familiares y conocidos bien llevados.
Según los metafísicos, al decir “buenos días” se le está deseando a la persona que tenga una jornada provechosa, armónica, en fin, buena. Según algunas religiones, esta expresión denota el deseo a que se vaya “a la buena de Dios”. Y no hay que ser metafísico ni religioso para saber lo agradable que resulta recibir a cualquier amigo, compañero de trabajo, vecino, familiar, persona allegada y hasta desconocido, con un simple “buenos días”, “buenas tardes”, o “buenas noches”, que disponga a la fraternidad. El nivel de cortesía y educación que se posea queda en evidencia detrás de un simple saludo, y no solo por la frase que se utilice para ello, sino también por el tono, que como bien versa la máxima; “no es lo que se dice, sino como se dice”.
Pero saludar tiene sus reglas también, y hay modos coloquiales que si bien funcionan en grupos allegados, no corren igual suerte en ámbitos en los que las relaciones se rigen por códigos jerárquicos. Sería de muy mal gusto (en el contexto cubano) saludar al jefe o director con un “¿Qué voláasere?, ¿Qué vuelta?, ¿Qué hubo?, ¿Cómo está la cosa?” con el que se recibe a un amigo íntimo, o al menos a alguien que haya dado esa confianza.
Para algunos esto podría sonar a sermón, pero resulta que aún se ven casos de personas que no comprenden de estas cosas, y hemos de ser testigos casuales de comportamientos incorrectos al respecto. Pero este comentario no tiene intenciones críticas, pues eso es masa para otro tipo de dulce. Quiero hacer énfasis en la importancia que tiene el no olvidar saludar a las personas que nos rodean, aún hayan dormido a nuestro lado. Si no, fíjese en la sonrisa que es capaz de provocar cuando despierta su pareja y usted le saluda, o cuando entra en un pasillo o un lobby donde ha de pasar por un grupo de personas, y simplemente con un “buenas” se gana la bienvenida.
Fíjese como obtiene el favor de una secretaria cuando desea que le consigan la cita, el encuentro, el contacto, el documento, o la información que necesita. Fíjese como capta la mirada de la persona por la que usted siente tanta empatía. Fíjese como crea un clima armónico entre los que lo rodean. Fíjese en lo carismático o carismática que puede llegar a ser a través de la cordialidad, y como ejemplo les puedo mencionar al inolvidable meteorólogo Eduardo Lima que nos recibía cada noche en su sección del noticiero con una sonrisa espléndida y su “con mucho afecto los saludo”.
Por eso, hemos de mantener el acto aparentemente simple de saludar y ser prudentes al respecto, por las proyecciones de la personalidad que hay implícitas en el mismo.
Incluso el saludo puede ser una declaración de paz, una tregua ante las contradicciones con otras personas. ¿No se ha puesto a pensar en el desasosiego que se llega a sentir cuando alguien le retira el saludo?
Qué bueno que los hermanos Michael y Brian McCormack crearon el “WorldHello Day”, o como le conocemos los hispanos “Día mundial del saludo”, allá en el año 1973, para promover la paz y la amistad entre las personas y los pueblos, y que personalidades como El Papa, La Madre Teresa de Calcuta, Pavarotti, Rigoberta Menchú, el Dalai Lama, entre otros, los hayan apoyado en tan bonito propósito devenido en día festivo.
Pero en este caso, sucede como el día de San Valentín, que no hace falta llegar al 14 de febrero para sentirse henchidos de amor ni deseosos de compartirlo, que hay cosas que se profesan a diario, y se les busca un día para solo celebrar su existencia en nuestras vidas.
Gabriela Hreglia desde FB
21/11/13 15:50
el saludar es permitir que el otro se relacione
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