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domingo, 17 de noviembre de 2024

Crónica por la vida (+Fotos)

Un reconocimiento merecido a quienes salvaron 22 quemados en las parrandas remedianas...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 14/04/2018
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La alegría y las emociones brotaron en el reconocimiento a quienes hicieron la proeza de rescatar de la muerte a una veintena de quemados graves. El homenaje se realizó este jueves 12 de abril, en el centro recreativo remediano La Tertulia. (Narciso Amador Fernández Ramírez / Cubahora)

Todo el mundo sabía que Santiago Nasar iba a morir, así empieza Gabriel García Márquez su novela Crónica de una muerte anunciada.

Sin embargo, en los sucesos del 24 de diciembre de las parrandas de Remedios, lo que todo el mundo sabía era que ninguno de los 22 accidentados podía morir y así se vivieron días y noches de esfuerzos gigantescos, de consagración y entrega sin límites, para devolverles la sonrisa a los seis niños y a los 16 adultos hospitalizados.

Cien días después, se produjo en la Octava Villa de Cuba un inenarrable reencuentro entre aquella veintena de quemados graves y los médicos y el personal de la Salud que los atendieron de manera altruista y consagrada durante tantos días de desvelo y sacrificio.

Aquella noche aciaga de Nochebuena, al Hospital Universitario Arnaldo Milián Castro y al Pediátrico José Luis Miranda, de la ciudad de Santa Clara, la mayoría de los lesionados llegaron con quemaduras sumamente graves y con serio peligro para la vida. Sin embargo, poco a poco, comenzó a suceder el milagro de la resurrección y se le fue arrancando a la muerte uno por uno de los  accidentados, hasta salvarlos a todos.

Resultó un rotundo triunfo de la ciencia médica cubana y un rotundo triunfo del amor, pues ambos ingredientes se juntaron de manera armónica para, entre todos: médicos, enfermeras, pantristas, auxiliares de limpieza, directivos, padres, madres, familiares, autoridades del Partido y Gobierno de Remedios y de Villa Clara, asegurar ese momento de indescriptible alegría del jueves 12 de abril.

La ciencia se impuso a la muerte. Lo que la tragedia quiso arrebatar, el amor y la pericia médica villaclareña lo impidieron. Fue la crónica por la vida. Tres testimonios así lo atestiguan: dos, de protagonistas médicos de la hazaña; el tercero, de uno de los sobrevivientes.

En todos los casos se exponen lo hechos vividos y las conclusiones sacadas de tales acontecimientos donde, junto a la necesidad de mayor control y exigencia en las parrandas, salieron protocolos médicos novedosos que serán de una extrema utilidad en el futuro.

Por encima de cualquier otra cosa, resultó, además, un éxito indiscutible de la medicina cubana y de Fidel.

EL NEGRÓN

“Me llamo Jorge Luis Ariosa. Esa noche estaba dentro del área de fuego. Fue una cosa inesperada. Hubo una primera explosión. Me escondí, pero luego salí y la segunda me cogió de lleno con la onda expansiva. Me quemé el 39 % del cuerpo: ambas piernas y la mano derecha sobre todo. También me chamusqueé la cara y algo del brazo derecho y una parte de la barriga.

“Salí corriendo unas tres cuadras en sentido inverso, hasta que la ambulancia me recogió y me llevó para el hospital. Allí recibí las primeras atenciones. Nunca perdí el conocimiento e incluso salí caminando de la camilla hasta el hospital. No tenía noción exacta de la magnitud de mis quemaduras, me dolían, pero no demasiado.

“Estuve ingresado un mes y un día, el 25 de enero me dieron el alta. Fueron exactamente 31 días. Realmente nunca sentí que mi vida corría peligro, pero me reportaban de muy grave. Y yo me preguntaba: “Ño, ¿por qué me reportan de muy grave, si yo me siento bien, o al menos, no tan mal?”

“Mi mayor preocupación fue mi mamá. Ya ella está viejita, pues este año cumple 75. Así que lo primero que pedí  fue que llamaran a mi mamá: “Llamen a mi mamá, llamen a mi mamá” y cuando hablé por teléfono con ella, recuerdo que le dije: “Tranquila, no te voy a decir mentiras. Estoy quemado. Tengo quemadas las piernas, las manos, pero me siento bien. Lo único que necesito es que tú estés bien. Si tú estás bien, yo también lo estoy”.

“Desde el propio hospital de Remedios, las atenciones siempre fueron las mejores. Todo estuvo muy bien. Los médicos muy educados. Sin palabras. Nos trataban con cariño, delicadeza, amor. Teníamos todos los recursos.

“Las curas dolían, pero no tanto, un poco más en las piernas, sobre todo la derecha. No era algo imposible de aguantar. Incluso me curaban encima de la cama, pues no cabía en la camilla, porque soy muy grande. Todos me decían “El Negrón”, por mi tamaño y el color de la piel. Además, el único negro quemado era yo. Era Negrón para aquí y Negrón para allá.

“No puedo mencionar nombres, pues todos nos atendieron por igual, desde el jefe de la sala hasta la limpia pisos. Todo el mundo, todo el mundo. Fue siempre magnífico. Acá en Remedios también todos estaban volcados para nosotros, dedicados a nosotros. A nuestro lado. De los diagnosticados como muy grave, fui el primero en salir de alta.

“Jorge Luis Ariosa, El Negrón” tiene 36 años y trabaja en la cayería norte de Villa Clara como camarero de habitación. Por su apellido, proviene de una familia de deportistas y de joven jugó pelota y baloncesto, y algo de voleibol.

“Físicamente me siento muy bien. Me mantengo con las pomadas para la piel y ya recuperé las libras que bajé. Normalmente eso le sucede al quemado, que baja de peso, porque pierde mucho líquido, pero ya estoy repuesto totalmente.

“Lo que sucedió con nosotros fue un milagro. No se contaba con muchos, pues la gravedad era extrema. Yo, aunque estuve reportado de muy grave, era joven y fuerte, por lo que nunca creí que podía morir.

“Después de casi cuatro meses es una alegría estar aquí. Para mí acabaron los fuegos. Estuve más de veinte años en eso, desde los once. Tiraba morteros y todo lo que viniera en ese momento. Pero ya terminó esa historia.

“Ahora soy el Negrón que se salvó de una tragedia, y a seguir pa’lante”.

DOCTOR GABRIEL RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, JEFE DE SERVICIOS SALA DE QUEMADOS

“Soy profesor de Cirugía General, Especialista de II Grado, profesor Titular de la Universidad de Ciencias Médicas y además titulado como doctor en cirugía laparoscopia. Mi experiencia laboral es de 41 años; de ellos, 35 como especialista en cirugía general, y tengo cumplidas cinco misiones internacionalistas: Libia, Etiopía, Angola, Haití y la más reciente, en Dominica”.

“En Etiopía viví una experiencia semejante, aunque con menos predominio de pacientes quemados, sino de pacientes heridos. Allí tuve que cumplir todas las funciones: de cirujano, de ortopédico; de todo, pero logramos salvar vidas.

“No obstante, esta ha sido la más grande de mi vida. A pesar de no ser especialista en caumatología aprendí muchísimo de la especialidad. Todos nos unimos. Todos trabajamos mucho y se logró este resultado. No fue fácil conseguir, que de un pronóstico de hasta ocho pacientes posibles a fallecer, todos sobrevivieran y que hoy estén acá en Remedios con su familia.

“Esta va a ser una gran experiencia para Villa Clara y para Cuba. Ya estamos terminando un trabajo que resume todo lo hecho y queremos presentarlo en cuanto evento científico se realice de la especialidad. Además, entrará en los archivos de la historia de la medicina en Villa Clara.

“De este lamentable accidente hay una cosa que debemos resaltar, dadas las condiciones en que estamos viviendo actualmente, con limitaciones de algunos insumos, y es que todo cuanto hizo falta estuvo a la mano. Todo se hizo con recursos nuestros, de la provincia y con ayuda recibida del Ministerio de Salud Pública.

“Diariamente discutíamos y analizábamos lo que pudiéramos necesitar. Nos sentábamos con la dirección del Hospital y aparecía todo. Lo decisivo era la voluntad de trabajo y, cuando se quiere, se puede.

“Después del accidente se acabó Navidad. Se acabó fin de año, se acabó todo. Era solo: hospital, hospital y hospital. Jornadas de entrar a las siete de la mañana y salir a las seis de la tarde u ocho de la noche. Eran 14 grandes quemados a curar, lo que nos ocupaba todo el día.

“A medida que los días pasaban vimos que se podían salvar todos. Fueron mejorando y mejorando. Remedios nos ayudó mucho, sobre todo en el refuerzo alimentario, pues los quemados son pacientes que necesitan una dieta muy rica en proteínas. Siempre la tuvieron.

“Como experiencia vamos a incorporar ideas nuevas en los esquemas de atención a los pacientes con grande quemaduras. Procederes en los que antes no se creía mucho, incluido el uso de la medicina tradicional.

“Nunca faltó en cada cura el agua ozonizada. Y ya estamos trabajando por montar en la sala una planta que nos permita producir el ozono en forma de gas y de líquido. Eso va a ayudar mucho al paciente. Por el desempeño realizado tuvimos también el reconocimiento del Grupo Nacional de la Especialidad, pues ellos tampoco pensaban que esto iba a suceder de esta manera.

“Aunque se derramaron muchas lágrimas, al final llegamos a una gran compenetración. Por ejemplo, Luis Miguel, un niño de 16 años, que anda por acá hoy, me dice papá. Pero tiene una pila de papás y de mamás. Un niño muy bueno, muy inteligente. Sufrió quemaduras de extrema gravedad y su mamá estuvo los 87 días de ingreso, pues nunca se separó de él, ni siquiera un momento. Nunca más salió del hospital.

“Estas son las cosas bonitas que tiene esto. Tanto desde el punto de vista médico, desde el punto de vista científico, como desde el punto de vista humano. Y algo que tengo que decir: “Esta actividad inicialmente se iba a hacer en Santa Clara, y fueron ellos mismos, pacientes y familiares, los que pidieron que fuera aquí en Remedios. Y nosotros, muy contentos.”

EL PROFE MACHADO BELLO

Rafael Machado Bello hizo el Internado vertical en quemados en el año 1968 y se graduó un año después, y acumula ya 49 años de trabajo:

“Enseguida que sucedieron los hechos del día 24, fui llamado al Hospital y estuve desde antes que llegaran los primeros accidentados. Al distribuir el trabajo, me tocó la clasificación de los pacientes en el Cuerpo de Guardia; o sea, determinar quiénes pasaban al servicio de quemados y quiénes a otras áreas, resguardados también, pero que no estaban tan graves, con el fin de dar una atención especializada al grupo aquel que más lo necesitaba.

“Realmente no había vivido una experiencia como aquella, al menos de esa magnitud. Habíamos recibido otros accidentes, cuatro, cinco o seis quemados, pero 16, como en este caso, no los habíamos recibido nunca.

“Por los porcentajes de quemaduras pensamos que desgraciadamente un grupo no iba a evolucionar de manera satisfactoria, pues de acuerdo a la clasificación cubana de pronósticos cuatro de ellos estaban críticos extremos y otros cuatro clasificaban como críticos. Estadísticamente de los críticos extremos se salva la excepción y del crítico, solo se salva el 25 %. Imagínense.

“En que ninguno falleciera influyeron muchos factores. Un factor muy importante fue la calidad de la remisión del paciente; o sea, la atención inicial que recibieron en el hospital de Remedios. Todos los pacientes venían con las venas canalizadas, hidratados, llegaron vendados y con cura húmeda. Esto facilitó mucho la evolución posterior.

“Después, decidió la voluntad del departamento, del servicio de quemados, de la institución, la voluntad del sistema de Salud Pública y también de los compañeros de Remedios, quienes dieron un apoyo constante a los pacientes ingresados. Un apoyo permanente del Gobierno y el Partido, no solamente moral, sino material; en la alimentación de los hospitalizados.

“Innegablemente también hay que sumar la consagración del personal médico y de servicios. Hubo compañeros que empezaron la noche del 24, y finalizado casi el 25 de diciembre todavía estaban en el Hospital. No se habían movido. Siempre hubo un grupo de guardia para cualquier cosa que sucediera. Nadie se iba para sus casas hasta no dejar definidas todas y cada una de las indicaciones que necesitaba cada paciente.

“A diario se pasaba visita con todo el personal. Luego se discutía cada caso y los pacientes tenían un equipo médico y de enfermería que los atendía de manera constante y les daba seguimiento. Poco a poco se fue dando alta médica a aquellos que tenían menos lesiones. Claro, estamos hablando de pacientes graves y muy graves, por lo que fue un proceso de meses. El último paciente, que fue Ariel Muñoz, estuvo con nosotros 85 días”.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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