Yo sostengo la fuerte creencia de que nunca deberíamos cambiar nuestra forma de ser para gustarle a otra persona. Sin embargo, a veces tenemos conductas que no nos importaría modificar porque no las consideramos relevantes, pero las mantenemos porque desconocemos nos hacen ver menos atractivos. A continuación menciono algunas de ellas.
- Ser distante
En 1992, Moreland y Beach, dos psicólogos, llevaron a cabo un pequeño experimento con cuatro mujeres que fingieron ser estudiantes en una clase de psicología. Al final del semestre recogieron las opiniones de sus compañeros sobre cuán atractivas les resultaban cada una de ellas. Los investigadores descubrieron que, las que asistían a menos clases, resultaban menos atractivas, incluso a veces eran olvidadas por sus compañeros.
Mientras mayor sea tu presencia más probabilidades de resultar agradable con el paso del tiempo, por el contrario, ser distante probablmente solo logrará que les seas indiferente a los demás o que no aumente su agrado hacia ti.
- Invadir el espacio personal
Del mismo modo en que no estar presente te puede hacer menos atractivo, estar presente todo el tiempo puede tener el mismo efecto. La clave es el balance.
Tres psicólgos de la Universidad de California realizaron un estudio sobre la relación entre la proximidad física de las personas y cuánto se agradaban. Obtuvieron que, los estudiantes más gustados eran esos con los que generalmente se interactuaba, mientras que los menos gustados eran con los que se pasaba mucho tiempo de forma forzada.
A las personas les gusta socializar, pero también les gusta tener su espacio. Asegúrate de no estar demasiado tiempo cerca de alguien que no quiera compartir su tiempo contigo, no solo porque te hará más agradable antes sus ojos, sino, principlamente porque te lo debes a ti mismo o misma. Dedícale tu tiempo solo a esas personas que sepan valorar tu presencia.
- Tener encuentros aburridos
Dos psicólogos en Vancouver realizaron un estudio sobre cómo se puede hacer una inferencia errónea sobre el motivo por el cuál te sientes del modo en que lo haces. Para ello contaban con una asistente atractiva físicamente, la cual le daba a los participantes hombres un cuestionario que debían responder.
Al primer grupo lo interrogó mientras estaban en un puente de suspensión aterrador, y al segundo grupo mientras estaban en un puente pequeño y seguro. Los del puente más grande estaban más activos, llenos de adrenalina y confundieron las sensaciones causadas por el puente con las sensaciones causadas por la asistente, por tanto la encontraron más atractiva.
Si eres una persona tranquila, no tienes que llevar a la muchacha o al muchacho que te gusta a un puente de suspensión, pero pueden ver una película de terror o dar un paseo por algún lugar nuevo. No conviertas sus encuentros en un somnífero.
- Sonreír
Los psicólogos Curtis y Miller llevaron a cabo un experimento en el que emparejaban a dos personas. A una persona de la pareja se le hacía creer que su compañero sentía agrado o desagrado hacia ella.
Los que creían que su compañero sentía agrado fueron más amables y su compañero terminó sintiendo agrado por ellos, por lo que mejoró la relación entre ambos.
La moraleja es que mostrar un poco de interés por los otros no está de más. Sonreír, ser agradable, no son conductas muy difíciles, y no solo mejoran la opinión de otros sobre ti, sino que a largo término, te hace sentir mejor contigo mismo.
- Usar frases cliché
Un grupo de psicólogos que estudian la atracción, identificaron tres tipos de frases para dirigirse a una persona para intentar conquistarla: Bonitas y ligeras (¿Te dolió cuando caíste del cielo?), inocuas (¿Qué te parece esa canción?) o directas (¿Te gustaría almorzar conmigo?)
La mayoría de las estrategias funcionaban bien para las mujeres que se acercaban a los hombres. Sin embargo, las mujeres reaccionaban mejor ante los hombres que usaban frases directas o inocuas en lugar de bonitas.
Para dejárselo más claro a los muchachos, “¿Tu padre era dulcero, bombón?” o “No sabía que las flores podían hablar”, científicamente son las frases más penosas e ineficaces que podría utilizar un hombre.
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