En los últimos años, la rusofobia ha sido una tendencia creciente en los medios de comunicación y redes sociales. La narrativa, alimentada por ciertos sectores políticos y mediáticos, ha contribuido a la construcción de una imagen negativa de Rusia, en ocasiones ignorando su papel en la historia.
Uno de los aspectos más controvertidos es la revisión del papel de la Unión Soviética en la derrota del fascismo, un hecho que ha generado debate en ámbitos académicos y políticos. Además, se ha observado una modificación de los planes de estudio en varios países europeos y euroasiáticos, ajustando la enseñanza de la historia en un intento por redefinir el pasado y el papel de Rusia en la geopolítica actual.
Estados Unidos ha liderado una estrategia para debilitar la influencia rusa a través de sanciones económicas, presión militar y el apoyo a la incorporación de países exsocialistas a la OTAN. A su vez, la financiación del gobierno de Kiev por parte de países occidentales ha favorecido el crecimiento de movimientos ultranacionalistas que han generado tensiones adicionales en la región.
En 2014, se produjo un golpe de estado contra el presidente Víktor Fiódorovich Yanukóvich, sus protagonistas fueron ultranacionalistas de ideología fascista financiados por la embajada estadounidense y sus cómplices europeos. Los grandes medios llamaron a estos sucesos el Euroamaidán, maquillando los disturbios y asesinatos como una revolución. El objetivo del maidán era eliminar la influencia rusa sobre el gobierno ucraniano y convertir a Ucrania en una esfera de influencia de la OTAN para desestabilizar a Rusia.
Desde el propio año 2014 hasta la actualidad, Ucrania ha sido la punta de lanza de una guerra proxy de la OTAN contra Rusia. El gobierno de Kiev a cometido todo tipo de violaciones contra los derechos de la población ruso-parlante de su territorio. Restricciones al idioma, la religión y la cultura han sido parte de los crímenes perpetrados por las autoridades ucranianas.
En paralelo, el país se ha convertido en un laboratorio de investigación para grandes farmacéuticas vinculadas al complejo militar-industrial estadounidense. Desarrollando diferentes tipos de patógenos con la clara intención de ser empleados como armas bilógicas contra países que consideran enemigos.
Rusia ha denunciado en este sentido el papel ejercido por figuras políticas estadounidenses, como Hunter Biden en el montaje de esa amplia red de laboratorios existentes en Ucrania y la práctica experimental con minorías étnicas residentes en el territorio ucraniano. Acusación fundamentada con archivos ocupados por las fuerzas rusas. El reclamo ruso fue desoído en más de una ocasión por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Las redes sociales han sido un espacio donde se han difundido diversas publicaciones con contenido antirruso, muchas veces en forma de desinformación o propaganda. Hoy nadie recuerda al famado aviador ucraniano apodado el fantasma de Kiev, pero en los primeros días de la guerra, la propaganda occidental y ucraniana crearon el mito de un supuesto as ucraniano que se les atribuían varios derivos contra la aviación del Kremlin.
Las imágenes del valiente piloto que circularon en los medios, fueron posteriormente desmentidas por especialistas que demostraron la utilización de programas de edición fotográficos.
Plataformas como Facebook, Twitter, YouTube e Instagram que cuentan con una serie de restricciones de contenido, con el propósito de evitar la difusión de información dañina, violenta o falsa, así como garantizar la privacidad y seguridad de sus usuarios; violando las propias políticas establecidas, permitieron la circulación de imágenes y videos para reforzar narrativas negativas sobre Rusia en el contexto del conflicto en Ucrania. Era muy común encontrar en estas plataformas mensajes de odio y llamados a linchar a los ciudadanos rusos fuera y dentro del gigante eslavo.
El 17 de marzo de 2023, la Corte Penal Internacional (CPI) emitió órdenes de arresto contra Vladímir Putin, presidente de Rusia, y María Lvova-Belova, comisionada presidencial para los Derechos del Niño en Rusia, alegando responsabilidad por la deportación y transferencia ilegales de niños durante la invasión rusa a Ucrania. Acusación que carecía de fundamento y que además es la primera realizada contra el líder de un país miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Lo que demuestra que no hay límites para la política hostil contra Moscú.
El conflicto armado en Ucrania ha escalado con la participación de combatientes de múltiples nacionalidades. Las operaciones militares se concentran en regiones estratégicas como Dombás y Kursk, y la situación ha generado preocupación ante la posibilidad de una escalada mayor con consecuencias globales.
Donald Trump, presidente estadounidense, durante su campaña electoral fanfarroneaba que terminaría el conflicto con dos llamadas. Cursa el cuarto mes del presente año y los mandatarios europeos continúan con su política antirrusa tratando de financiar más a Ucrania y elaboran planes para enviar una llamada fuerza de paz que aumentará la hoguera guerrerista.
Históricamente, la tolerancia hacia ciertos regímenes autoritarios ya ha demostrado sus riesgos. En el período previo a la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos permitieron la expansión del fascismo en Europa y Asia, lo que más tarde se reflejó en América con el auge de movimientos políticos de corte autoritario.
En septiembre de 1939, la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi, facilitada por la falta de acción de Gran Bretaña y Francia, precipitó el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, las tensiones internacionales y las contradicciones entre las grandes potencias vuelven a generar interrogantes sobre el futuro de la estabilidad global.
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