La miro. Ondea serena. Desde su asta se levanta, buscando el cielo. Inspira nuestra bandera, esta vez más ancha, imponente en el centro de la calle, cual perfecta alegoría del júbilo estival y, entonces parece mágico el azul del firmamento mezclado con sus franjas que abrazan un triángulo escarlata. Es 26 de julio, día de fiesta.
Recorre la Isla el olor a tostones de plátano y cerdo asado, surtido con esa cervecita que el buen vecino ha estado guardando para momentos especiales. Así, mientras comparte la alegría de reunirse en familia, Cuba evoca los sucesos de 1953, cuando Santiago hirvió, más allá de los disfraces y las serpentinas del carnaval en el año del centenario del natalicio de José Martí.
Aprendimos todos desde niños la historia de los ataques a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. “Adelante cubanos / que Cuba premiará nuestro heroísmo / pues somos soldados que vamos a la Patria liberar / limpiando con fuego que arrase con esta plaga infernal de gobernantes indeseables y de tiranos insaciables / que a Cuba han hundido en el mal”, ya lo anunciaba el himno compuesto días antes por Agustín Díaz Cartaya, era necesario un golpe de gracia ante las injusticias orquestadas por Fulgencio Batista y sus secuaces.
El heroísmo de Fidel fue a prueba de balas, un titán que supo organizar, secretamente, aquel movimiento de estudiantes universitarios y obreros, capaces de lanzarse sin miedo. Organizados en tres grupos, decidieron asaltar la segunda fortaleza militar en el país, y edificios contiguos como el Hospital Civil Saturnino Lora y el Palacio de Justicia, de esta forma, las responsabilidades de mando recayeron en el Comandante en Jefe, Abel Santamaría y Raúl Castro, respectivamente.
¿Por qué fracasó la acción? Preguntaría el más agudo, si ignora que ese día falló para los revolucionarios el factor sorpresa, recurso esencial a la hora de penetrar en el cuartel. Luego de haber desarmado la posta No.3, el destacamento principal fue descubierto por una patrulla de recorrido batistiana. Rápido comenzó un tiroteo que puso en alerta a todos los soldados y dio pie a un combate que se extendería hasta afuera del recinto.
La superioridad enemiga en armamentos e infantería enseguida devino un talón de Aquiles para los asaltantes, quienes tampoco lograron la integración de otros vehículos cargados con más pertrechos, pues sus conductores no consiguieron llegar a tiempo. A pesar de que resistieron, los revolucionarios marcaron retirada a partir de las ordenanzas de Fidel, mientras en Bayamo también la ofensiva devino una derrota militar.
La posterior represalia de la tiranía batistiana causó indignación en el pueblo. “El Cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros”, diría luego en el juicio nuestro Comandante en Jefe.
Ya no somos los mismos, 63 años después. Son tiempos de reguetón y zonas wifi, pero igual las calles lucen colores y estandartes. Se remozan locales y estrenan nuevas ofertas recreativas para el disfrute de los habitantes en cada rinconcito de La Mayor de Las Antillas, con motivo de esta fecha.
Hoy, cuando los cubanos festejan y Sancti Spiritus brilla como sede el acto central en conmemoración a lo ocurrido el 26 de Julio, vale recordar la impronta de aquellos jóvenes, algunos casi niños, convertidos en héroes y mártires de la hazaña moncadista, esos que nos enseñaron a “convertir los reveses en victorias”.
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