El 7 de julio de 1955 Fidel Castro marchaba al exilio de México. Le bastaron menos de 60 días desde su amnistía el 15 de mayo para darse cuenta que las puertas de la lucha cívica en Cuba le estaban cerradas.
Horas antes de partir, aquel jueves 8 de agosto de 1955 había declarado: «Después de seis semanas en la calle, estoy convencido más que nunca de que la Dictadura tiene la intención de permanecer veinte años en el poder disfrazada de distintas formas, gobernando como hasta ahora sobre el terror y sobre el crimen, ignorando que la paciencia del pueblo tiene límites. Como martiano pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos. Residiré en algún lugar del Caribe. De viajes como estos no se regresa o se regresa con la tiranía descabezada a los pies».
Un mes después, desde tierras aztecas, Fidel Castro, a nombre del Movimiento 26 de Julio, daba a conocer el Manifiesto nro. 1 al Pueblo de Cuba. Un llamado a luchar contra la dictadura de Fulgencio Batista y documento que exponía el Programa de la Revolución sintetizado en 15 puntos; a la vez, que realizaba un llamado a la reflexión y a la conciencia del pueblo.
Dentro de Cuba, los miembros del M-26-7 recibieron la misión de editar unos 50 mil ejemplares que debían estar en la calle el 16 de agosto, cuarto aniversario de la muerte del líder del Partido Ortodoxo, Eduardo Chibás, para, como precisara Fidel en las instrucciones: «Verán cómo rompemos la cortina de silencio y vamos abriendo camino a una nueva etapa».
Fidel emplea desde las primeras líneas del Manifiesto un lenguaje directo de ataque frontal a la tiranía, sin miedo, ni cobardías: «(…) no vacilo en asumir la responsabilidad que implica calzar con nuestra firma estas proclamas que serán una constante arenga al pueblo, un llamado sin ambages a la revolución, y un ataque frontal a la camarilla de criminales que pisotea el honor de la nación y rige sus destinos a contrapelo de su historia y de la voluntad soberana del pueblo».
Luego pasa a enumerar todas las acciones llevadas a cabo en su contra para hacerlo callar, para silenciar su voz, que era la del pueblo oprimido: «Nos quedamos sin poder hablar, ni escribir, ni dar actos públicos, ni ejercer derechos cívicos de cualquier índole. Como si no fuéramos cubanos, como si no tuviéramos ningún derecho en nuestra patria, como si hubiéramos nacido parias y esclavos en la tierra gloriosa de nuestros libertadores inmortales».
En el Manifiesto al Pueblo de Cuba su autor aprovecha para llamar a la conciencia, para despertar almas y aunar voluntades en la lucha contra el dictador Fulgencio Batista, llegado al poder mediante el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
Así proclama Fidel: «Los que dudan de la firmeza con que llevaremos adelante nuestra promesa, los que nos creen reducidos a la impotencia porque no tenemos fortuna privada que poner a disposición de nuestra causa, ni millones robados al pueblo, recuerden el 26 de Julio; recuerden que un puñado de hombres con quienes no se contaba para nada, sin recursos económicos de ninguna clase, y sin más armas apenas que su dignidad y sus ideales, enfrentándose a la segunda fortaleza militar de Cuba, hicieron ya una vez lo que otros con inmensos recursos no han hecho todavía».
Fidel Castro niega el camino electorero, el de las urnas, que muchos querían imponerle, y cuestiona: «¿Qué ha dado la politiquería al país en los últimos cincuenta años? Discursos, chambelonas, congas, mentiras, componendas, engaños, traiciones, enriquecimiento indebido de una caterva de pillos, palabrería hueca, corrupción, infamia. Nosotros no vemos la política como la ven los políticos al uso. (…) Nadie nos ofrezca esas migajas electorales con que Batista compra a sus enemigos de poca monta; el orgullo con que sabemos despreciarlas vale más que todos los cargos electorales juntos».
Semejante a la denuncia expuesta en el alegato de autodefensa La Historia me Absolverá, el Manifiesto sirvió para comprometer a los sectores humildes de la sociedad cubana de los años 50, haciéndoles ver que el camino era el de la Revolución y el sacrificio: «La paz que quiere Batista es la que quería España; la paz que queremos nosotros, es la paz que quería Martí. Hablar de paz bajo la tiranía es ultrajar la memoria de todos los que han caído por la libertad y la felicidad de Cuba».
El líder de la Revolución -que ya ha vivido y sufrido los crímenes de la dictadura en los días posteriores al 26 de julio de 1953 y los horrores del presidio-, está convencido de la justeza de su causa, tal y como el José Martí lo estuvo de la suya, y afirma: «Todos los esfuerzos del régimen serán inútiles. El 26 de Julio hará llegar su palabra revolucionaria hasta el último rincón de Cuba. Nuestros manifiestos por decenas de miles circularán por todo el país clandestinamente, invadiendo fábricas, campos y pueblos; hombres y mujeres, deseosos de ayudar a nuestra causa los reproducirán a mano o en máquina en todas partes, sabiendo que con ello ponen un granito de arena en esta lucha heroica de la nación en contra de sus opresores; penetrarán hasta los cuarteles, los barcos de guerra, las estaciones de policía y los campamentos militares».
Fidel y el Movimiento 26 de Julio le abren los brazos a quienes se les quieran incorporar, sin sectarismos, ni exclusiones de ninguna índole: A todos los cubanos de buena voluntad, parafraseando al Apóstol en sus Bases del Partido Revolucionario Cubano de 1892: «El 26 de Julio se integra sin odios contra nadie. No es un partido político, sino un movimiento revolucionario; sus filas estarán abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social. Su dirección es colegiada y secreta, integrada por hombres nuevos y de recia voluntad que no tienen complicidad con el pasado; su estructura es funcional; en sus grupos de combate, en sus cuadros juveniles, en sus células secretas obreras, en su organización femenina, en sus secciones económicas y en su aparato distribuidor de propaganda clandestina por todo el país, podrán enrolarse jóvenes y viejos, hombres y mujeres, obreros y campesinos, estudiantes y profesionales».
A partir de lo expuesto en la Historia me Absolverá, como programa de la Revolución, en el Manifiesto se hace un resumen de las transformaciones económicas, políticas y sociales que se llevarían a cabo en el país: proscripción del latifundio; reivindicación de todas las conquistas obreras arrebatadas por la dictadura; industrialización inmediata del país; rebaja vertical de todos los alquileres; nacionalización de los servicios públicos: teléfonos, electricidad y gas; Construcción de diez ciudades infantiles para albergar y educar integralmente doscientos mil hijos de obreros y campesinos que no pueden en la actualidad alimentarlos y vestirlos, y extensión de la cultura, previa reforma de todos los métodos de enseñanza hasta el último rincón del país.
Las transformaciones incluirían, además, reforma general del sistema fiscal e implantación de métodos modernos en la recaudación de los impuestos; reorganización de la administración pública; retribución generosa y digna a todos los funcionarios públicos: maestros, empleados y miembros de las fuerzas armadas, retirados civiles y militares; poner fin a todo vestigio discriminativo por razones de raza o sexo que lamentablemente existen en el campo de la vida social y económica; seguro social y estatal contra el desempleo y reestructuración del poder judicial y abolición de los Tribunales de Urgencia.
Finalmente, dentro de los cambios a realizar en el país estaba la confiscación de los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos sin exclusión de ninguna clase para que la República recobre los cientos de millones que le han arrebatado impunemente y puedan invertirse en la realización de algunas de las iniciativas anteriores.
El último párrafo del Manifiesto nro.1 del Movimiento 26 de Julio al Pueblo de Cuba es toda una declaración de principios: «Al adoptar de nuevo la línea del sacrificio asumimos ante la historia la responsabilidad de nuestros actos. Y al hacer nuestra profesión de fe en un mundo más feliz para el pueblo cubano, pensamos como Martí que «el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber», y que ese es el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana...».
Vendrían luego meses de ardua preparación y el compromiso de Ser Libres o Mártires en 1956. El pueblo contaba con un líder, una organización de vanguardia y un programa de lucha. Junto a ello, estaba una juventud dispuesta a dar la vida por las transformaciones que el país necesitaba.
A 67 años de aquel histórico Manifiesto, la Revolución Cubana sigue su marcha.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.