Más de un filósofo ha entintado páginas tratando de discernir la naturaleza del curso de la Historia. Los pensadores no pueden escapar a la tentación de responder a la pregunta ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos? de ahí que para algunos la Historia es un círculo, para otros una línea recta que se precipita a un futuro que puede ser finito o eterno, o una espiral que se niega a sí misma a cada vuelta de generación.
Más allá de tales diatribas ontológicas, en ocasiones aparecen coincidencias cronológicas que remueven las raíces de todas estas concepciones. Para los cubanos tiene mucha significación una de ellas: el nacimiento de Antonio Maceo y Ernesto Guevara, coincidentemente el 14 de junio, pero con 87 años de diferencia.
Se trata de dos figuras históricas sobre las que se ha erigido gran parte de la historia por la soberanía nacional, cuya confluencia va más allá de una curiosidad de los astros, los almanaques o la casualidad.
Quizás, después de todo, el 14 de junio sea solo un pretexto para subrayar la continuidad histórica del proceso revolucionario cubano, iniciado en 1868, el cual se encarna en la vida y los ideales del Che y Maceo.
A los dos los une su amor por Cuba, una patria por la que estuvieron dispuestos a dar hasta su vida.
Se trata de dos genios militares que ocuparon las más importantes responsabilidades durante las guerras independentistas, en las que protagonizaron una de las gestas más difíciles: la invasión de Oriente a Occidente, uno en 1896 y otro en 1958.
En esa faceta coinciden además en su concepción del ejercicio revolucionario desde las armas, cuya raíz es la disciplina individual y el ejemplo personal. Maceo escribió: “Soy militar ante todo (...) y no estaré en donde no puedan estar el orden y la disciplina”. Mientras que el Che explicaba a los suyos más de 60 años después: “La disciplina debe ser esto (esto hay que recordarlo una y otra vez) una de las bases de acción de la fuerza guerrillera”.
El genio militar de ambos, sus sólidas bases morales y su patriotismo adquirieron dimensiones épicas porque se sustentaron en un sistema ideológico que logró superar las fronteras geográficas y temporales en las que desarrollaron su existencia.
Antimperialismo y latinoamericanismo son pilares de la nacionalidad cubana. Maceo, aun cuando no tuvo tiempo suficiente para conocer las interioridades del capitalismo monopolista que se expandía en los Estados Unidos, advirtió sobre el peligro de contraer deudas con un vecino tan poderoso.
Ese recelo e intransigencia sería una bandera retomada por el Che en disímiles momentos y discursos, pero que ha quedado en el imaginario popular con su famosa frase de que “al imperialismo ni un tantito así”.
La vocación internacionalista del Che, que lo llevó a morir en Bolivia, soñando con una América Latina unida, fue la misma que impulsó a Maceo a confesarle a su colega de lucha Juan Ríus Rivera, de que la independencia de Cuba no sería completa sin la de Puerto Rico.
Muchas de estas coincidencias no pasaron desapercibidas para el propio Che, quien las esbozó en el discurso que pronunció el siete de diciembre de 1962, en el Cacahual, en homenaje a Antonio Maceo en el aniversario 66 de su caída en combate. Quizás en el propio acto oratorio, el Guerrillero Heroico advirtió las singularidades de la Historia, que a veces suele tejer círculos caprichosos y aparentemente casuales, pero que en realidad responden a la justicia que buscan los pueblos en su destino, y que necesita que grandes espíritus de lucha nazcan más de una vez, y en la misma fecha.
Carolina
21/6/16 15:02
Che y Maceo, hombres de valores necesarios para nuestra sociedad.
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