Lo conocí en la Iglesia Bautista William Carey, del habanero Vedado, en abril de 1992. Trabajaba en la redacción de Granma y supe de la presencia en Cuba de unos misioneros de la Interreligious for Community Organization (IFCO, Fundación Interreligiosa para la Organización Comunitaria).
Cuando llegué al templo, los atendía Estela Hernández, entonces esposa del presbítero de esa iglesia y luego una de las primeras pastoras bautistas ordenadas en nuestro país. “El reverendo Lucius Walker, director ejecutivo de IFCO”, ella dijo en la presentación.
“Estamos muy interesados en desarrollar la solidaridad con Cuba”, afirmó Lucius ante una de mis interrogantes. “Queremos llevar en los Estados Unidos una labor de divulgación para poner de manifiesto la injusticia moral que representa el embargo estadounidense”.
Habló de Pastores por la Paz, institución perteneciente a IFCO que ya había organizado caravanas de ayuda humanitaria a Centroamérica. “A pesar del proyecto Torricelli (que terminó convirtiéndose en ley poco tiempo después) y de quienes quieren intensificar el bloqueo, vamos a traer una caravana a Cuba”.
“El convoy solidario —explicó— constará de más de 100 vehículos y recorrerá en noviembre todos los estados de la nación. Vamos a traer medicinas, biblias, bicicletas, instrumental médico y suministros para la Educación”.
Cumplió su promesa. En una noche de noviembre, ese mismo año, llegaron en un vuelo al aeropuerto José Martí de La Habana enarbolando una enorme pancarta que decía:”Caravana de amistad USA-Cuba. Cuba no es nuestra enemiga”. Lucius, emocionado, solo atinó a decirme: “Rompimos el bloqueo”.
En el encuentro con la prensa fue más explícito: “Los 100 integrantes de esta caravana representamos a la totalidad del pueblo norteamericano, somos evangélicos, católicos, judíos, musulmanes, budistas; somos pastores, abogados, médicos, profesionales. No conocemos las interioridades de la Casa Blanca pero sabemos lo que piensa el ciudadano estadounidense”.
Volvimos a vernos en abril del siguiente año, cuando vino al frente de una delegación de nueve miembros de Pastores por la Paz. “Pasaremos unos días aquí planificando y haciendo los preparativos para la segunda caravana que debe arribar en julio de 1993”, declaró.
Esa caravana fue la que presentó problemas en la frontera con México cuando las autoridades estadounidenses detuvieron a un pequeño autobús amarillo arbitrariamente. Los Pastores por la Paz, en protesta, se declararon en huelga de hambre. Cristianos cubanos, en solidaridad, hicieron lo mismo en La Habana.
Al final, Washington cedió y pasaron todos los autobuses. Me encontré en México con Lucius Walter por aquellos días. Había adelgazado mucho, obviamente. “¿Y Raúl?”, indagó alargando exageradamente la u, acerca de su gran amigo, Raúl Suárez, el pastor bautista cubano del Centro Martin Luther King. “Te espera en el salón de tránsito del aeropuerto de Monterrey”, respondí. Poco tiempo después se produjo el encuentro, ambos presbíteros se fundieron en un largo abrazo. En el avión rumbo a Cuba se produjo una conferencia de prensa a seis mil pies de altura.
Las azafatas protestaron, camarógrafos y fotógrafos no dejaban libre el pasillo. Los reporteros se agrupaban en torno al asiento de Lucius. Este dijo: “La victoria del pequeño ómnibus escolar amarillo es e triunfo de las masas populares en Estados Unidos. La presión del pueblo obligó al gobierno a negociar”.
Ya en La Habana me concedió una entrevista sobre su vida. Supe que había nacido en Roselle, New Jersey, el 3 de agosto de 1930. Se doctoró en Teología en la Andover Newton School (1958) y cursó una Maestría en Trabajo Social en la Universidad de Wisconsin (1963).
En 1967 fundó IFCO. Se desempeñó como Secretario General Adjunto del Consejo Nacional de Iglesias desde 1973 hasta 1978, momento en el que volvió a IFCO como su director ejecutivo. En 1984 se convirtió en pastor de la Iglesia Bautista de la Salvación (en Brooklyn, Nueva York).
En 1988 fue herido en un ataque de la Contrarrevolución en Nicaragua, en el que fallecieron varios civiles. Walker acusó al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, de asesinato y concibió el proyecto Pastores por la Paz como una manera de ayudar a las víctimas de la política exterior de EE. UU.
La entrevista, por razones que me explicaron, no fue publicada. Lucius sonrió al yo narrarle mi disgusto por ello. “Los periodistas proponen, el editor jefe dispone”, me dijo.
Coincidimos después en varias de las distintas caravanas que Pastores por la Paz trajo a Cuba (Walker organizó 21). Nos vimos por última vez en 2007 ó 2008, no recuerdo bien. Le prometí volcar en un libro mis vivencias. Lucius Walker falleció el 7 de septiembre de 2010. Yo aún no he cumplido mi promesa.
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