Hacia 1652, la villa de San Juan de los Remedios vivía básicamente de los bastimentos y el comercio con los piratas que poblaban el Canal de las Bahamas, sobre todo ingleses, franceses y holandeses. Quienes se dedicaron a tales tratos con el extranjero eran llamados bucaneros y se consideraban traidores a la Corona española, ya que fungían como espías de los movimientos de las flotas ibéricas en el Caribe.
Sin embargo, las circunstancias internacionales les harían a los habitantes de la villa una mala jugada, pues la Guerra de los Treinta Años, considerada por algunos historiadores como la verdadera primera conflagración mundial, hundió a la región en un caos político, donde de pronto los piratas eran los mandamases. En la Isla de la Tortuga se organizó una especie de cártel, llamado “Los Hermanos de la Costa”, famosos por actuar como corsarios (mercenarios) al servicio de la potencia que les pagase.
“Los Hermanos de la Costa”, con el fin de establecer su hegemonía en el Canal de las Bahamas y dejar desprotegida la colonia de Cuba, hostigaron a la villa de Remedios y a fines de agosto de 1652 iniciaron sus hostilidades. En su primer ataque se apoderaron de la Iglesia Mayor, lo que provocó el disgusto y la muerte del Padre de la Torre, entonces vicario de dicha sede. Estos mercenarios eran famosos por su lascivia sexual y ateísmo, por lo que profanaban las imágenes y símbolos religiosos.
Las guerras internacionales, con los repetidos reveses para España, iban dejando a la deriva los asuntos en las colonias, y los habitantes de Remedios, única población situada frente al infestado Canal de las Bahamas, iniciaron sus devaneos sobre una quinta mudanza de la villa, más hacia tierra adentro.
Acontecimientos históricos que pronto se mezclarán con las creencias de la época para iniciar uno de los periodos más extraños de nuestra Cuba. En 1666, a inicios de año, muere el rey de España Felipe IV, cuyo mandato ya marcó la decadencia de dicho país como potencia dominante en el mundo. Le sucedió Carlos II de Habsburgo, El Hechizado, un menor de edad enfermizo, de quien, se dijo, se apoderaban los demonios. Así, el reino, entregado a la regente Mariana de Habsburgo, cayó en manos de inescrupulosos funcionarios palaciegos y terminó por decaer.
Los ataques del mercenario Francisco Nau a Remedios en 1667 y 1668 reforzaron las ideas de traslado, pero la villa llevaba ya tiempo en dicho asiento y surgieron discordias. Los dos partidos más fuertes para la mudanza los dirigieron los curas Cristóbal Bejerano y José González de la Cruz, sobre todo este último era casi un fanático que pedía la total desaparición de Remedios.
El padre De la Cruz logró llevarse algunos vecinos a su hato del Cupey, pero los mosquitos, las enfermedades y los terrenos pantanosos los hicieron volver a la villa original. Por entonces se estaba aún repartiendo la isla, y cada uno de los propietarios quería asegurarse la cercanía de una ciudad con su hacienda particular. De la Cruz, en su tesón ambicioso, echó mano a la creencia que todo súbdito español por entonces sostenía: que el reino estaba hechizado por demonios convocados por los herejes protestantes, lo cual había afectado el cuerpo del propio rey.
Sucedió el 4 de septiembre de 1682 a las 9:00 de la mañana en la Iglesia Parroquial Mayor, el padre José González de la Cruz exorcizó a la esclava Leonarda, a través de cuya boca se expresó el propio Lucifer, quien dijo estar en la villa junto a 35 legiones de demonios, todos dispuestos a hundir el lugar si no se mudaban. La causa del castigo estaba en los tratos que hicieron los bucaneros con los herejes protestantes.
En una misa, el propio padre de la Cruz exhortó a los remedianos a pedir perdón por la maldición generacional que se les vino encima. Toda la maquinaria estaba dirigida al temor. Luego de aquel exorcismo, otros actos parecidos ocurrieron. La mayoría de quienes optaron por creerle al cura pidieron a La Habana mudarse al hato de Antón Díaz, a doce leguas de Remedios, y así se dispuso el 15 de junio de 1689, cuando nace la villa de Santa Clara y se inicia la primera guerra civil cubana.
Para el pueblo nuevo marcharon 200 habitantes y en el viejo quedaron más de 400, incluidos los patriotas Jacinto de Rojas, Bartolomé Díaz del Castillo y Juan Jiménez, quienes a partir de entonces lucharon por la permanencia de Remedios.
En enero de 1690, los remedianos eligieron alcalde y autoridades, que fueron refrendados por el Capitán General Severino Manzaneda, lo que generó el descontento de los habitantes de Santa Clara, que pedían la total disolución del pueblo viejo. Entre tanto, la existencia de Remedios fue puesta a consideración del Soberano, o sea del propio Carlos II, “el hechizado”.
Los enfrentamientos entre remedianos y santaclareños eran habituales, llegándose al uso de las armas, pues unos no reconocían la autoridad ni la existencia de otros. Así, el 12 de enero de 1691, el alcalde de Santa Clara se personó con 40 hombres fuertemente armados en Remedios. Tomando por sorpresa a los habitantes de la villa, los asaltantes incendiaron todas las casas y vejaron a los remedianos. A muchos se les amenazó con la muerte si persistían en quedarse en el asiento.
No obstante, continuaban las gestiones en la Corte, una Carta de las Matronas Remedianas fue dirigida al monarca, donde mujeres de la villa usan por primera vez la palabra patria para referirse al sitio que habitan y abogan por la permanencia.
Los de Santa Clara, rabiosos porque el Capitán General desaprobó el asalto a Remedios, mataron al padre Gaspar Martínez de Mesa, quien fungía como vicario de dicha villa, por el solo hecho de que este procedía del antiguo asiento. El curato lo ocupó el fanático religioso José González de la Cruz, quien también había tramado la muerte de su colega.
El favor del Capitán General para con Remedios creció más cuando en octubre de 1692 un ciclón asoló La Habana, y los remedianos acudieron en ayuda, con ganado, frutas, bastimentos, mano de obra para reconstruir las casas, etc. Bartolomé Díaz del Castillo, en la Corte de España se dirigía al rey a favor de la permanencia de la villa, pues por su situación servía para enfrentar la cercanía de los ingleses, protegiendo así la costa norte de la isla, que de lo contrario quedaría deshabitada. Además, se refería al lugar como un sitio confortable, donde muchos vivían hasta 70 y 80 años, y hasta 100.
Un 26 de octubre de 1694 llegó la aprobación del rey para la permanencia de Remedios, con las condiciones de que Santa Clara devolviera los archivos y fijaran entre ambos gobiernos locales los límites. Dicha acta fue publicada en la puerta de la Iglesia Parroquial Mayor, a campana batiente, y significó el fin de un largo bregar contra supersticiones demoníacas, uno que solo el propio rey podía desenredar.
La guerra civil de siete años entre Santa Clara y Remedios había terminado en 1696, los alcaldes de ambas villas sitúan su frontera en el río de Sagua la Chica, aun así, los archivos nunca regresaron al asiento antiguo, quizás por contener el registro de propiedades terrenales que algunos tomaron por la fuerza durante el enfrentamiento.
Todavía por un tiempo las familias divididas se enfrentaban, ya que Remedios se negaba a darle ayuda a Santa Clara con el traslado de bastimentos desde el mar. El conflicto, con los años, fue olvidado, el padre José González de la Cruz falleció el 13 de octubre de 1699 y fue enterrado en la Iglesia Parroquial Mayor de Santa Clara, hoy desaparecida, por lo que se desconoce la actual situación de sus restos mortales.
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