No fue Antonio Maceo aquel arriero inculto que muchas veces se quiso hacer ver. Mucho menos, el “mulato vanidoso”, calificativo despectivo que el general español Arsenio Martínez Campos intentó endilgarle al Héroe de Baraguá.
Todo lo contrario. Fue el general Antonio, el hijo de Marcos y Mariana, un hombre de inteligencia privilegiada, la que educó en el transcurso de toda su vida, y una persona que despertaba la mayor admiración por sus finos modales, la elegancia en el vestir y un trato respetuoso y caballeresco.
Incluso en los avatares de la guerra, en el día a día duro del mambí, no dejaba de bañarse y afeitarse a diario, de tal manera, que su jefe de Estado Mayor, el general José Miró Argenter, afirmaba que Maceo siempre “olía” a limpio.
El malogrado poeta Julián del Casal, una de las figuras clave del modernismo en Latinoamérica, quien lo conociera en La Habana, escribía a un amigo en carta del primero de agosto de 1890: “Solo he encontrado en estos días a una sola persona que me ha sido simpática. ¿Quién se figura usted que sea? Maceo, que es un hombre de complexión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro".
La juventud habanera de los 90 del siglo XIX lo vio pasar luciendo “el corte irreprochable de su levita inglesa y el brillo espejeante de su sombrero de copa”, nos narra Leonardo Griñán Peralta en su libro Maceo. Análisis caracterológico.
Maceo no permitía que se fumara en su presencia, ni nadie de la tropa bajo su mando podía beber alcohol, so pena de un grave castigo. Solo su hermano José se daba el lujo de encender un tabaco delante de él, y en eso por breve tiempo, pues enseguida Antonio se retiraba del lugar; lo que hacía bromear al bravo José, afirmando que si los españoles se enteraban de su aversión al humo del cigarro, lo capturaban con tabacos encendidos.
Tampoco Maceo reprimía en voz altisonante, ni empleaba groserías en su lenguaje. Al contrario, mientras más molesto estaba, más bajo hablaba y la ira solo se le notaba por los movimientos que le impregnaba a los orificios de la nariz.
Pero eso sí, en el combate se transformaba y no admitía réplica alguna de sus hombres. Con solo una mirada se bebía un campamento y había que captar de inmediato sus órdenes y hacerlas cumplir de inmediato. Y ¡ay del cobarde!, pues contra esos no tenía compasión el general Antonio.
Raúl Aparicio, uno de sus biógrafos, afirmaba en su libro Hombradía de Antonio Maceo que de pequeño padecía de tartamudez, defecto que se propuso corregir y llegó a superar, excepto en aquellos momentos de mayor ira.
De todas las cualidades que adornaron al hombre feliz que vino de león y de leona, como lo calificó José Martí refiriéndose a la estirpe heroica de dónde provino él y el resto de sus bravos hermanos, el patriotismo era su prenda relevante; “fue como el sol en derredor del cual girasen todos sus gustos e inclinaciones”, refiere Griñán Peralta.
Amor a la Patria que adquirió caracteres de una verdadera virtud, al estar acompañado del sacrificio y su apego a la disciplina y al orden. Maceo solo se consideraba un soldado de la libertad y un ciudadano respetuoso de las instituciones creadas. Su respuesta al general Vicente García cuando lo conminó a sumarse la sedición de Lagunas de Varona es prueba contundente de ello: “Al mismo tiempo, indignación, desprecio me produce su invitación al desorden y desobediencia de mis superiores, rogándole se abstenga en lo sucesivo de proponerme asuntos tan degradantes, que solo son propios de hombres que no comprenden los intereses patrios y personales. Al hacerme dicha manifestación, debió tener presente que antes que todo soy militar».
Y en otra parte de la aleccionara carta, fechada el 5 de julio de 1877 en San Agustín, le afirma de manera categórica: “(…) nunca apelaré a la rebelión y al desorden para hacer uso de mi derecho”.
También en Antonio Maceo sobresalió la decisión y la audacia: “Siempre he querido lo que puedo ser…” “Nosotros, los Maceo tenemos que morir por la Patria”. Y con 56 años y más de una veintena de heridas murió el 7 de diciembre de 1896, en San Pedro de Punta Brava, La Habana, cuando se preparaba a regresar a Las Villas, a donde el Generalísimo Máximo Gómez lo había mandado a buscar.
Y bien conocido es su antimperialismo y su preocupación por la intervención norteamericana en la guerra. A José Dolores Poyo, le escribía el 16 de julio de 1896: “¿A qué intervenciones ni injerencias extrañas, que no necesitamos, ni convendrían? Cuba está conquistando su independencia con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en plazo breve sin que haya menester otra ayuda”.
En tanto al coronel Federico Pérez Carbó, le decía: “Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.
Ese fue Antonio de la Caridad Maceo Grajales, quien naciera un 14 de junio de 1845, hace ahora 173 años, y cuyo legado de acción y pensamiento vive de manera permanente en los cubanos.
GG
20/6/18 13:30
Maceo dijo "La Patria ante todo", fiel paradigma del amor por Cuba, fue de un coraje sin par, un gran estratega militar y poseedor de una inteligencia natural que muchos necesitamos tambien para estos tiempos.
Narciso
22/6/18 10:26
Cierto. Fue un patriota íntegro. Su única ambición fue la independencia de su patria, por eso la anteponía a todo lo demás.
Gina
18/6/18 15:11
Qué hombre tan íntegro y tan grande de nuestra patria y de quien nos sentimos tan orgullosos!
Narciso
22/6/18 10:29
Maceo era un hombre de cualidades acrisoladas. Militar valiente y disciplinado solo aspiraba a la independencia de Cuba, aunque también aspiraba a la de Puerto Rico.
ROSI
14/6/18 13:31
Me emociona, Maceo es una figura excelsa de nuestra historia, un ejemplo a seguir, difícil de alcanzar. En esta fecha señalada, me gusta un artículo sobre él. Es importante la divulgación de su vida y obra. Saludos!!!
Narciso
14/6/18 15:29
Muchas gracias por interesarse por tan importante figura de nuestra Hisotria y sentirse emocionada al leer sobre Antonio Maceo, el Lugarteniente General del Ejército Libertador, y una de las personalidades más cautivantes. Fue un genio militar y alcanzó también estatura política. La Protesta de Baraguá lo imortaliza para siempre.
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