La historia de Cuba sería otra, y la Protesta de Baraguá no sería lo que es, si Antonio Maceo hubiese aceptado la proposición que se le hizo, o que llegó a sus oídos, de aprovechar la entrevista pactada para asesinar al militar español y capitán general de la isla, Arsenio Martínez Campos.
Definitivamente sería otra cosa. No el modelo de intransigencia revolucionaria, y para nada el paradigma inspirador de las generaciones de cubanos que le sucedieron hasta hoy. Mucho menos hubiera sido “de lo más glorioso de nuestra historia”, como la calificara José Martí.
La ignominia habría caído sobre el general Antonio. Pero por suerte para los cubanos y su historia, por suerte para nosotros, el hijo de Marcos y Mariana; el entonces mayor general Antonio de la Caridad Maceo y Grajales, rechazó con indignación tan infames planes.
He aquí la respuesta del Titán de Bronce a tamaña felonía. Escrita en carta al entonces coronel Flor Crombet, y fechada el 4 de marzo de 1878, a escasos 11 días de la famosa entrevista de Mangos de Baraguá:
“(…) pero llegó a mi conocimiento que pretendían que trancase al general Campos el día de la conferencia; llenóme de indignación cuando lo supe, y le dije que el hombre que expone el pecho a las balas y que puede en el campo de batalla matar a su contrario, no apela a la traición y a la infamia asesinándole, y que aquellos que quisiesen proceder mal con ese señor, tendrían que pisotear mi cadáver: no quiero libertad, si unida a ella va la deshonra.” (SIC)
¡Qué sentido de la ética! ¡Cuánto sentido del honor! ¡Cuánta convicción en ese hombre humilde que a costa de esfuerzos, valor y sacrificios ascendió a lo más alto de la jerarquía militar mambisa! ¡Cuánta admiración aún hoy nos despierta esa actitud!
No por gusto, ese otro gran cubano, nuestro Apóstol Martí afirmó, sin titubeos, que Maceo tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo.
¡Grande fue la ética de Maceo antes de Baraguá, como enorme lo fue durante la famosa entrevista debajo de aquellos mangales famosos! ¿Qué cubano no recuerda fragmentos de aquel crucial diálogo entre Maceo y Martínez Campos, ese que salvó la honra mancillada en el Zanjón, de aceptar una paz sin independencia?
—Guarde usted ese documento, no queremos saber nada de él.
—Entonces no nos entendemos.
—No, no nos entendemos.
Para por detrás de ambos jefes, sentados en sus respectivas hamacas, se oyera otra de nuestras célebres frases de combate: “¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo!”, dicha por un capitán de la brigada de Cambute, el oficial Florencio Duarte.
Hermosa lección maceica en Baraguá. La Protesta cerró un capítulo de la historia de Cuba, al ser colofón heroico de diez años de guerra en la manigua, pero abrió otro, pues a partir de Baraguá serían los sectores humildes de la sociedad los que liderarían el proceso libertario posterior; el ciclo revolucionario de los terratenientes cubanos se había cerrado para siempre.
Quiso la casualidad que dicha carta de Maceo a Flor cayera en manos de Martínez Campos, y la respuesta que le enviara el general español a Maceo, una vez enterado de su contenido, realza la belleza de esta historia.
El jefe español, que también fuera un enemigo leal, le escribió al general cubano: “La casualidad ha hecho que caiga en mi poder una carta que usted dirigía el 4 del pasado, al señor Flor Crombet, y los sentimientos caballerescos que en ella manifiesta usted, anatematizando un proyecto contra mí, me han impresionado vivamente, y desearía tener ocasión de estrechar la mano de usted como amigo, pues que ha sido enemigo leal. Se despide de usted con toda consideración, s.s.q.s.m. Arsenio Martínez Campos”. (SIC)
Por lo que en aquel lugar de la geografía oriental coincidieron dos ideales opuestos, del que saldría vencedor, el radical y revolucionario del mulato nacido en Santiago de Cuba y no el del coloniaje español, representado en Martínez Campos.
De Baraguá surgiría además la segunda de las constituciones mambisas, de solo cuatro artículos: la Constitución de Baraguá. Aunque lamentablemente el desgaste de 10 años de guerra y las divisiones eran tan grandes que hubo que pasar primero por un período de Tregua Fecunda o Reposo Turbulento para reanudar las hostilidades en 1895.
En carta poco conocida al general Julio Sanguily, fechada el 26 de marzo de 1878, Maceo reseña lo acontecido y ratifica su convicción inclaudicable de luchar por la independencia de Cuba; solos, o con el apoyo de la emigración, que lamentablemente no llegaría:
“Nuestra protesta es la actitud en que nos hemos colocado, la cual está formada por los tiros que desde ayer se oyen sonar por todas partes y sellada con nuestra sangre. Réstame saber si usted y toda la emigración cubana, están dispuestos a salvar nuestros principios y honra; pero si lo están, de ¿qué modo y a qué se comprometen?, para que si recibiéramos por contestación la negativa de ese apoyo y cooperación moral y material entonces poder contar nosotros únicamente con nuestra rectitud de principios y nuestros propósitos de perecer o salvar siquiera la honra”.
Esta ética maceica llega a nuestros días. Hoy Baraguá, su intransigencia, viven en el concepto de Revolución de Fidel. Ambos legados están indisolublemente ligados. Sepamos ser los mambises del siglo XXI.
Ramón
16/3/17 8:46
Profe, en estos momentos acabo de leer su artículo, gracias por estas lecciones de historia, leo todos sus trabajo en los distintos medios de prensa, creo que estamos llamados a no olvidar nuestra historia y usted con su labor realiza un gran aporte para ello,muy interesante este artículo que realza la valentía, dignidad e integridad del Titan de Bronce. Recuerdo todo lo que nos enseñó cuando fuimos sus alumnos en la universidad, precisamente en esta asignatura. Lo felicito por tan loable empeño y ojalá nos siga enseñando nuevas facetas de nuestra historia, que tanta falta nos hace a todos. Exitos en su trabajo y muchas feliidades por el día de la prensa, aunque un poco atrasadas.
Narciso
16/3/17 19:06
Ramón, muchas gracias por palabras tan elogiosas y las felicitaciones por el Día de la Prensa. Me llenó de alegría tu comentario acerca del trabajo y me satisface mucho que te sirva para profundizar en la Historia de Cuba, que, como bien dices, nos resulta a todos de mucha importancia.
Intentaré con mis modestos conocimientos seguir sembrando valores cívicos y patrióticos. Te reitero las gracias.
Lester Fernández Pérez
15/3/17 9:16
Gracias a Maceo por no claudicar y de manera enérgica no aceptar el Pacto del Zanjón, no podía esperarse otra postura de él, además se opuso a tal cobardía de asesinar a Martínez Campos durante su entrevista en Mangos de Baraguá, gran patrióta digno paradigma de nuestras generaciones de cubanos. Felicidades.
Narciso
15/3/17 14:19
A Maceo hay que darle las gracias por no claudicar eso es bien cierto, pues con su postura digna en Mangos de baraguá salvó el honor de los cubanos que se había pisoteado en el Zanjón, al aceptarse esa paz sin independencia y sin la abolición de la esclavitud.
El mulato oriental puso bien en alto los dos objetivos esenciales de la Revolución del 68, y lo hizo con dignidad y caballerosidad, rechando el plan macabro ycobarde de aseinar a Martínez Campos aprovechando la entrevista pactada. "No quiero libertad si unida a ella va la deshonra", fueron las palabras del Titán de Bronce.
Marta
15/3/17 9:03
Maceo supo con su honor y valentía, mostrar el valor de los cubanos, pues aun en condiciones adversas no podemos declararnos vencidos.
Sirva este artículo para recordar nuestras raíces y enseñar lo mejor de nosotros mismos, ayer, hoy, mañana la opción es no rendirnos, que se multiplique el espíritu de Maceo en nuestra juventud, para garantizar nuestro futuro.
Narciso
15/3/17 14:14
Gracias por su comentario. Cierto que Maceo es paradigma de valor e intransigencia revolucionaria. No por casualidad, Raúl en las exequias del Comandante en Jefe en Santiago de Cuba evocó esa frase de Antonio Maceo, devenida modelo de patriotismo y defensa de la cubanía: "Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha"
Fidel en el centenario de la Protesta sentenció que sin Yara no hubiera habido Baraguá, pero sin Baraguá, Yara no habría sido Yara.
Multiplicando el espíritu de Maceo estaremos muiltiplicando el de Fidel.
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