A más de 150 años de su muerte, su nombre desata polémicas en eventos académicos y tertulias. ¿Quién era José de la Luz y Caballero? ¿un reformista evolutivo o un independentista? ¿un partidario de la esclavitud o de la abolición? ¿un católico conservador o un anticlerical precursor del materialismo?
Ni siquiera dos de las cimeras figuras de la nacionalidad cubana coincidían en sus criterios sobre esta personalidad. Para José Martí,”era el padre, el silencioso fundador”. Para Antonio Maceo, “el educador del privilegio”.
Según el Apóstol, Luz “a solas ardía y centelleaba, y se sofocó el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se le criase de él la juventud con quien se había de ganar la libertad que solo brillaría sobre sus huesos”.
El Héroe de Baraguá, no obstante, le reprochaba a Luz ciertas actitudes: “La esclavitud del hombre por el hombre fue sostenida por él”, argumentaba el general mambí. “(…) testó cuando desaparecía de esta babel de miserias humanas sus esclavos”.
En opinión de Maceo, este educador “no fue político, tuvo miedo, y le faltó valor para realizar la obra que sin darse cuenta acometió, retrasándola con sus pensamientos de evoluciones”, aunque reconocía que esa obra, tiempo después de su desaparición, la llevaron a cabo sus discípulos.
Según uno de sus coetáneos, aunque no se hablara allí de política, ningún alumno “ignoraba la historia de la independencia de todas las repúblicas latinoamericanas, la bravura de los indios contra los descubridores de América y el maltrato que recibieron los primeros pobladores de los compañeros de Colón".
Para Luz, la enseñanza debía proporcionar convicciones morales, patrióticas e ideológicas junto con la instrucción; amor y respeto a la belleza en sus diversas manifestaciones, hábitos higiénicos.
Su concepto de la educación se basaba en la participación activa de los alumnos. Concedió gran importancia a la atención a las necesidades y motivación de los niños.
Aclaraciones necesarias
No hay prueba alguna de que poseyera esclavos –sostiene uno de sus biógrafos, Mesa Rodríguez–, su esposa. Mariana Romay, de quien estuvo separado los últimos años, sí era propietaria.
En su testamento, Luz legó una importante suma "para que se liberen los que se puedan" y dio la libertad a tres de los que quedaban aún al mando de su mujer.
Desde sus tiempos en el Seminario, apenas volvió a asistir a misa, salvo cuando su matrimonio, las nupcias de un amigo o el bautizo de un niño. En religión, como en filosofía, solía decir, se abrazaba a todos los sistemas y a ningún sistema y encontraba el sistema.
El relevante ensayista y revolucionario Carlos Rafael Rodríguez insistió mucho sobre su vigencia en nuestros días: "Ni jefe revolucionario ni fuerza retrasante fue Don José de La Luz y Caballero”.
Prefería llamarle:”Inquietador de conciencias...hay en toda su existencia la marca del decoro y la dignidad patriótica. Su cubanismo es firme".
No por gusto Martí subrayaba que Luz "consagró su vida entera... a crear hombres rebeldes y cordiales que sacaran a tiempo la patria interrumpida de la nación que la ahoga y la corrompe (…)
Pudo ser abogado, con respetuosa y rica clientela,y su patria fue su único cliente.
“Pudo lucir en las academias sin esfuerzo su ciencia copiosa y solo mostró lo que sabía de la verdad cuando era indispensable defenderla (...) Supo cuanto se sabía en su época, pero no para enseñar que lo sabía, sino para trasmitirlo. Sembró hombres".
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