Ni siquiera me he atrevido en estos días a tocar la puerta inmensa, marcada con el número 81, en la Calzada de Tirry, de la ciudad de Matanzas. Desde noviembre último cuando la noticia del deceso del Comandante en Jefe Fidel Castro, Carilda no se asoma…
Próxima a cumplir 95 años de edad y tremendamente lúcida prefiere sus libros y gatos, más que visitas de periodistas para hurgar en temas que, aunque le traen infinitos y agradables recuerdos, impactan en sus sensibles fibras de mujer y poeta.
Este cinco de marzo se cumplirán 60 años del Canto a Fidel, poema épico escrito por Carilda Oliver Labra, entonces una muchacha con ansias de libertad que conoció a Fidel en su etapa universitaria cuando ambos estudiaban derecho y ya el joven revolucionario se preocupaba por el destino de los cubanos ante los gobiernos títeres y corruptos imperantes.
Cuando la poeta, consentida en las tertulias literarias de la Atenas de Cuba, vio la foto de Fidel en la Sierra Maestra en la entrevista que le hiciera el reportero de New York Times Herbert L. Matthews saltó de alegría pues confirmó con certeza que el líder guerrillero estaba vivo, a diferencia de lo que repetían los sicarios de Fulgencio Batista…
Muchas veces la inquilina de la Calzada de Tirry 81, sentada en su preferido sillón y entre los impertinentes ladridos de Stalin, uno de sus canes preferidos, contó de aquellos días, de sus versos, la inspiración, algo que por suerte permanece bien guardado, y su voz en formato digital para la historia.
“Aquello me emocionó, fue una cosa convulsiva casi, y decidí momentáneamente hacer unas décimas”.
“Pensé en las décimas porque era un formato popular, sencillo y musical. Creí que de ese modo podría enviarlas a la Sierra.
“Me inspiró además la cuestión ética de la Sierra y aquel movimiento libertario. Fue un tributo humilde al guerrero, en un momento muy incierto y con pocas esperanzas de éxito, pensaba yo. En realidad se trataba de una tarea titánica la de aquellos rebeldes, aunque como conocemos, él nunca perdió la fe en el triunfo.
“Era una cosa muy cristalina, el canto es romántico, repleto de ilusión, es la loa al héroe que está en la Sierra Maestra, un llamamiento también a la guerra, ese fue el motivo que me conquistó.
“Si hubiese consultado entonces la bola de cristal habría entendido —previo al conocimiento de todo lo que ha pasado durante todos estos años— que a este hombre no se le puede saludar con versitos sino con armas que están por inventarse, y que no alcanzan los Neruda, los Vallejo, los Darío, los Miguel Hernández, los Guillén... para escribirle la epopeya justa.
“Eso sí, lo hice llena de amor y romanticismo, con una pasión ilusionada, llena de fantasías; quería sencillamente contribuir a la causa con un granito de arena. Hoy, a mi edad, lo hubiera escrito de otra forma porque el tiempo la vuelve a una más cuerda. O sencillamente, no me atrevería a escribirlo, quizá porque sería demasiado presumido. Fidel es una figura universal y no cabe en un poema…”.
Hace 20 años en una tarde calurosa del quinto día de marzo, se hizo un gran homenaje al Canto y a Carilda, Fidel envió una carta que según dijo antes la autora la guarda como un regalo puro porque no es la carta de un guerrero, sino la de un hombre con una gran sensibilidad para la literatura.
Ese día cuando creíamos que todo estaba dicho, el líder de la Revolución sorprendió a la artista con una visita, encuentro que atesoro en mi memoria como incalculable tesoro.
Bien guardadas están también las palabras del Comandante en Jefe sobre el épico poema. Lo llamó canto guerrillero que subió a la Sierra Maestra y dijo: “Recuerdo el poema, el gesto, la valentía, el estímulo, y sobre todo escribirlo en aquellos tiempos…”
Un abrazo fundió al líder universal y a la frágil dama de cabellos rubios casi cuando el sol se ocultaba detrás de las perfectas elevaciones en el Valle del Yumurí.
En la sala de mi casa, en la zona alta de la ciudad por allá por donde nació el danzón, un pergamino de la editorial Vigía, confeccionado y enumerado a mano conquista la atención de todo el que llega al umbral, en un facsímil con la letra pequeña y legible de Carilda se lee el Canto sobre una Isla de Cuba pintada de verde olivo.
No quise esta vez tocar la puerta inmensa de la Calzada de Tirry 81, casi de memoria traigo la historia de aquellos versos nacidos hace 60 años donde se entrelazan para la eternidad Fidel, Carilda y el Canto rebelde.
No voy a nombrar a Oriente,
no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
–penosa luz diferente–,
no voy a nombrar la frente,
la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uva:
voy a nombrar toda Cuba:
voy a nombrar a Fidel.
(...)
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