Celia Sánchez Manduley falleció el 11 de enero de 1980 cuando todavía tenía por delante muchos sueños por realizar y aspiraciones de revolucionaria y patriota por cumplir.
A su sepelio asistió la máxima dirección de la Revolución, encabezada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, para quien Celia fuera figura insustituible en la Sierra Maestra y eficaz colaboradora después del triunfo del 1.o de enero de 1959.
En su despedida de duelo, Armando Hart la calificó con toda justeza como la flor más auténtica de la Revolución y ponderó todas las virtudes que hicieron de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley una mujer de una trayectoria revolucionaria excepcional, primero en la lucha clandestina, luego en la Sierra Maestra y con posterioridad, después del enero victorioso de 1959.
Si no fuera por su temperamento patriótico y rebelde, aprendido en la cuna por el ejemplo de sus padres, en particular de su progenitor, el doctor Manuel Sánchez Silveira, el busto de José Martí no estuviera desde el 21 de mayo de 1953 en la cima del Turquino, a donde Celia y su padre, en unión de la escultora Jilma Madera, lo subieron a lomo de arria de mulos.
Si no hubiera sido por la red clandestina armada por Celia desde los días previos del desembarco del Granma, quizás la historia de la Revolución hubiera sido otra. Fueron los campesinos de la Sierra Maestra, con Crescencio Pérez al frente y su hermano Mongo, lo que le dieron cobijo al grupo de Fidel en Cinco Palmas y permitieron el reagrupamiento de los expedicionarios del Granma sobrevivientes al desastre de Alegría de Pío.
Al referirse a la importancia de aquellos acontecimientos, el propio Fidel afirmó: “Celia Sánchez, la primera en establecer el contacto entre nosotros y el Movimiento, la primera en hacernos llegar los primeros recursos, el primer dinero que nos llegó a la Sierra”.
Si no hubiera sido Celia como fue de valiente e intrépida no podía haber sobrevivido a una inminente captura por los soldados de la dictadura que la buscaban para matarla. Sorprendida por la soldadesca en una cafetería de Campechuela, en donde iba a contactar con otro combatiente, les dijo a sus captores: “Voy a comprar una caja de chicles”. Años después ella relataría: “Cuando me levanté y fui a la vidrierita prendí una carrera. Había una acera muy alta y allí mismo me tiré y empecé a correr”. Luego se arrastraría por un campo lleno de marabú que le dejó el cuerpo lleno de espinas y una fiebre bien alta esa noche, pero sobrevivió.
Gracias a ella, la mujer cubana tuvo su primera representación de la Sierra Maestra, al ser la primera fémina en incorporarse al incipiente núcleo guerrillero. Combatió en el Uvero, el 28 de mayo de 1957, con su fusil M-1, en su condición de integrante de la Columna 1 “José Martí”. Su biógrafo, Pedro Álvarez Tabío, ha escrito: “…tiene el mérito histórico de haber sido la primera mujer combatiente del Ejército Rebelde y de haberlo hecho bien”.
A Celia se debe en buena medida la creación del pelotón femenino “Mariana Grajales”. Constituido el 4 de septiembre de 1958, tras una reunión de siete horas entre Fidel y su Estado Mayor. Este hecho demostró que las mujeres cubanas también podían ocupar posiciones de luchadoras guerrilleras en los combates del Ejército Rebelde contra las fuerzas militares de la tiranía batistiana.
Si no hubiera sido por su capacidad de previsión, que la hizo recopilar y guardar cada papelito, cada documento, cada orden escrita, cada carta emitida por Fidel y los principales jefes; se hubiera perdido una fuente documental imprescindible para contar la historia de la lucha de la Sierra Maestra. A ella se debe el surgimiento de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, institución que ayudó a fundar en 1964 y condujo de manera magistral hasta su muerte.
La belleza del Palacio de las Convenciones y su armonía constructiva con la naturaleza se debe en gran medida a Celia, como también esa otra obra hermosa que es el Parque Lenin. En ambos proyectos está su mano firme de revolucionaria y su sensibilidad de mujer. La mariposa, nuestra flor nacional, la identificó siempre.
Y aunque su tercer nombre fue escogido por haber nacido al día siguiente de la fiesta religiosa de Nuestra Señora de los Desamparados, el 9 de mayo de 1920, su amor y protección a los más necesitados la hizo una verdadera protectora de los desamparados y desvalidos. Ante cualquier problema, el campesino más humilde de la Sierra arrancaba hacia a La Habana a ver a Celia.
Celia fue una infatigable luchadora hasta su muerte. Fue secretaria del Consejo de Estado, diputada al Parlamento, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.
Fidel, para quien resultara eficaz colaboradora, afirmó de esta Heroína del Llano y de la Sierra: “La compañera Celia era muy exigente, muy meticulosa en todos los detalles, muy cumplidora, muy esclava del deber en todos los campos: en la guerra, en la paz, en la construcción del socialismo en nuestro país”.
Mientras Armando Hart, al hacer una valoración de Celia en su despedida de duelo, expresó en bellas palabras: “Entre todas sus cualidades debemos destacar su rechazo a cualquier forma de ostentación y su apego a las maneras simples y sencillas de vivir y trabajar. Su carácter me recuerda aquellos versos de Martí: ‘El arroyo de la sierra me complace más que el mar’. No podía ser de otra manera quien estaba tan unida a Fidel”.
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