Puede parecer que siempre estuvo ahí, sustentando la hegemonía estadounidense. Pero no. Ni es tan antiguo el dominio del dólar, ni el estatus de primera divisa de reserva mundial es un título vitalicio.
En realidad, poco a poco, el liderazgo de ese billete palidece. Se trata de una carrera de relevos que muchos desean, y otros no. Obviamente, el camino es largo para la potencia que va segunda (China). Un desafío entre gigantes con PIB cada vez más cercanos. Hasta hace poco el dólar era la única moneda para realizar transacciones en el mercado del crudo porque así lo determinó un acuerdo de los años 70, entre Estados Unidos y Arabia Saudí.
Washington no cambia lo que le da resultado. De ahí la antigüedad de la fórmula que garantiza la demanda del dólar en el mercado petrolero, asegurando a ese billete como moneda de referencia para casi todo lo demás. Solo miremos: el 80% de las transacciones internacionales se realizan en dólar. Desde 1944, con los acuerdos de Bretton Woods, hasta hoy, Washington no ha hecho más que ampliar sus ventajas.
Pero nada es estático en la vida. Estados Unidos no ha sabido leer las señales y subestimó el alcance de las posiciones fijadas por el Gobierno de Xi Jinping para el desarrollo del gigante asiático. Esa imagen de “fábrica del mundo” que por años definió a China, ha dado paso a otra muy distinta: la de principal importador y consumidor de petróleo. Acorde a ese estatus, Beijing no quiere depender de su principal competidor y evita dar más poder al “arma económica” que es el dólar.
Para China resulta prioridad disminuir la dependencia a los flujos financieros en dólares y evitar el peso de las restricciones económicas que impone el inquilino de la Casa Blanca, particularmente ahora que Washington destapó una guerra comercial contra Beijing. Mientras, en el carril chino, van los acuerdos para el intercambio de monedas nacionales con países como Rusia.
Ahí entra en escena el petroyuan, una moneda diseñada por China y respaldada por Rusia, para competir con el dólar en las transacciones de crudo. Ya en marzo de este año, Beijing inició la cotización de contratos “futuros” de petróleo en yuanes convertibles en oro, desde los mercados de divisas de Shanghái y Hong Kong. Si el petroyuan tiene músculo para hacerle la competencia a Wall Street y la City de Londres, eso lo dirá el tiempo.
En definitiva, internacionalizar el petroyuan es un proceso dentro de otro. Los contratos “futuros” del petróleo en yuanes vienen acompañados de las enormes inversiones de Beijing en la Ruta de la Seda para aumentar la influencia de su moneda. Eso no sólo en Eurasia. El proyecto involucra a decenas de países en tres continentes, casi un tercio del PIB mundial.
Así la competencia: las naciones en desarrollo intentan crear sus propias recetas a instituciones financieras dominantes. Difícil, pero imprescindible. Y todo indica que el sistema financiero internacional (tal y como lo conocemos) cambiará, pero no será rápido, ni sencillo. Estados Unidos sigue siendo poderoso, líder en innovación, con las fuerzas armadas más importantes del mundo. Algo es seguro, no cederá sin dar brazadas. Ya sea al estilo de Trump o al del siguiente en la Casa Blanca.
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