A pesar de todo los malabares continúan. Así, sectores especializados, gobiernos y medios de prensa domesticados son duchos en el uso de términos blandos a la hora de acercarse al drama económico que se inició en los Estados Unidos en 2008, pero lo cierto es que a estas alturas no hay el menor rastro de una solución medianamente aceptable a tan enmarañado asunto.
Y es que no pasa un día sin que, a contrapelo de todas las manipulaciones, las cifras en las diferentes regiones del mundo, y muy en especial entre las grandes metrópolis capitalistas, dejen ver de forma muy clara que el futuro sigue siendo sumamente incierto en términos productivos, financieros, inmobiliarios y de bienestar de la gente común.
El mal es de fondo, y se ha dicho más de una vez. El capitalismo y sus autoridades oficiales no harán nada contra los verdaderos causantes de la crisis, sencillamente porque los estiman “los pilares del sistema” y por tanto resultan intocables.
En todo caso, los remedios no pasarán de volver a poner en manos de los grandes consorcios y de las turbas de especuladores, renovadas sumas multimillonarias para salvarles el pellejo una vez más. Mientras, en las calles, el descontento y las frustraciones no dejarán de incrementarse, y para ellas el remedio está en los bastones y las armas policiales.
Lo peor es que las señas objetivas de la marcha económica global no dejan de ser oscuras.
De hecho, en los últimos días, la economía norteamericana, por el momento la primera del orbe, mostró nuevamente su incapacidad en la creación de empleos suficientes como para arañar al menos una cifra nacional de desocupación que se mantiene fluctuando entre nueve y diez por ciento.
A ello se sumó el dato de un alza de la desconfianza de los consumidores locales, golpeada por el desusado incremento de los precios de la gasolina a partir de la permanente subida del petróleo. Un incremento este último, dicho sea de paso, íntimamente ligado a la incesante actividad especulativa en el sector energético internacional.
Por otra parte, los intereses económicos norteamericanos siguen viviendo en la zozobra que proviene de las expectativas en torno a si la Reserva Federal decide o no mayores estímulos financieros para una economía horadada en sus decisivos indicadores, expectación que además influye directamente en los precios de no pocas materias primas e insumos a escala del mercado internacional, como el sonado caso del oro y de otros metales preciosos y básicos.
Mientras, las angustias tampoco cesan del lado de la atribulada Europa, carcomida por las severas deudas que enfrentan no pocos países del Viejo Continente.
De hecho, tras los amplificados avatares de Grecia en las últimas semanas para lograr nuevos aportes financieros externos, comenzó a sonar por estos días el caso español, cuya banca parece urgida también de renovados apoyos monetarios para sobrevivir a los embates de una economía con déficits tan rudos como un desempleo cercano a veinte por ciento.
Por demás, la titulada zona euro está abocada a una segunda etapa recesiva en menos de tres años, según informes oficiales, que indicaron para esa área un decrecimiento económico de 0,3 por ciento para este 2012, un cambio dramático con respecto a un anunciado crecimiento de 0,5 por ciento.
Las aguas turbias han llegado incluso a afectar a China, la gran potencia emergente y segunda economía global, cuyas cifras de desempeño económico para el finalizado primer trimestre de 2012 dejaron en claro un ritmo más lento de crecimiento, el más débil en los últimos tres años.
Así, el gigante asiático marchó en ese lapso a una tasa de expansión anual de 8,1 por ciento, por debajo del 8,9 por ciento registrado en los tres últimos tres meses del 2011.
Según analistas, esta suerte de freno tiene su origen, entre otras causas, en la disminución de las exportaciones hacia el occidente industrial a partir de la crisis de insolvencia que enfrenta ese conglomerado, y en los altos precios de la factura energética.
De manera que no existen demasiadas razones como para alborotar en torno a un futuro económico mundial de llamativos colores ni mucho menos.
Es evidente que en tan magullado terreno, ni los grandes expertos de la mal intencionada propaganda tienen mayor margen de maniobra.
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