Cuentapropia, privado, no estatal, son palabras que hemos incorporado a nuestro lenguaje cotidiano los medios y la población para describir uno de los fenómenos más complejos y variables en la sociedad cubana contemporánea.
En 2010 se dieron a conocer nuevas figuras en esta modalidad de empleo, llamada a asumir un alto por ciento de la fuerza laboral del país y reanimar sectores, fundamentalmente de la economía terciaria (servicios), que se encontraban descapitalizados y en retroceso.
Un lustro después de la decisión, este tipo de tenencia de la propiedad representa un 29 % del total de la fuerza laboral ocupada del país, aun cuando tiene lastres como la ausencia de un mercado mayorista, desaciertos en el orden tributario, vacíos legales y falta de integración con otros actores productivos, ora por vericuetos burocráticos, ora por desconocimiento.
La gastronomía, el alojamiento y el transporte fueron de los sectores más beneficiados con esta forma productiva, y junto con ello vinieron asociados hechos como una mayor presión sobre el ya lastimado mercado minorista, elevación de los precios bajo el manto de la oferta y demanda, pero también la reanimación de oficios y buenas prácticas en la prestación de servicios y el incentivo a otros eslabones de la cadena productiva ante la aparición de nuevos clientes.
Además del impacto económico, el cuentapropismo se percibe también en el imaginario social. Quizás el elemento más evidente tenga que ver con las mayores desigualdades entre los trabajadores privados y sus colegas estatales, pero hay también un velo negro que se cierne sobre él como resultado de intereses de potencias extranjeras que pretenden convertirlo en punta de lanza del desmontaje político y social de la nación cubana.
En ese contexto se mueve el cuentapropismo que aún tiene que luchar contra prejuicios de épocas pasadas y vicios empresariales.
Surgen nuevos alicientes para la expansión de este sector. Internet y las oportunidades de insertar en el mercado global lo hecho en Cuba, las flexibilizaciones en el otorgamiento de créditos, la capacitación especializada y menos restricciones para la cooperación con el universo empresarial y presupuestado.
Como usuario cotidiano, pero también como reportero de muchos de los sucesos que le atañen, me atrevería a citar varios de los desafíos del sector no estatal. Entre ellos es de máxima prioridad elevar la calidad de los productos y servicios con el ánimo de hacerlos más competitivos para sectores como el turismo, pero también con el propósito de otorgarles un valor agregado para su inserción mundial y contribuir con eficiencia a elevar la calidad de vida de las personas.
La sostenibilidad de los negocios sobre la base de criterios de inteligencia empresarial (estudios de mercado, aseguramiento logístico), los derechos laborales de quienes son contratados y la formación de una cultura tributaria y económica son otros asuntos a tener en cuenta por esta forma de gestión de la propiedad.
Al mismo tiempo, el país necesita políticas que ayuden a ordenar el otorgamiento de licencias para nuevas solicitudes, la creación de un mercado mayorista, la eliminación de vacíos legales y la concepción del desarrollo local y nacional tomando en cuenta las potencialidades de este sector, como parte de un proceso de inclusión que va más allá de la sindicalización de los trabajadores y emprendedores.
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¿Adónde va el cuentrapopismo? Su rumbo dependerá de los cauces que colectivamente se construyan para que confluyan los intereses personales con el proyecto de desarrollo de país que necesitamos todos los cubanos.
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