"Derecha de Stevenson. Derecha de Stevenson. Derecha de Stevenson’’. Crecimos escuchando esta reiterativa frase cada vez que en la pantalla del televisor se imponía la figura de un mulato alto, de nariz chata, que lucía la velocidad de un Ferrari sobre el encerado y el golpeo demoledor de un camión.
La historia de Teófilo Stevenson Lawrence comenzó hace varias décadas. Una historia que concluyó en leyenda repleta de anécdotas, hazañas, derroche de valentía y amor por aquellos que sufrían sus pocas derrotas y vitoreaban sus cientos de victorias.
En retrospectiva, aquellos que ya peinan canas, y lo conocieron de pequeño, se hartan de contar con elevada dosis de pasión los cuentos del pequeño ‘’Pirolo’’, en su natal Delicias, Puerto Padre, actual provincia Las Tunas. Lo describen como hiperquinético. De jodedor, por sus múltiples travesuras. De trabajador, por ayudar a su padre en las labores. De sobreprotector, por cuidar, a diario, a sus hermanos pequeños. Y de fajarín, pues, de vez en vez, topaba cuerpo a cuerpo con los muchachos del poblado La Grúa.
Como sucede comúnmente entre los niños y adolescentes cubanos, intentó probar primero, sin fortuna alguna, sus habilidades en los diamantes beisboleros. Aunque, como dictó luego el destino, ese nunca fue su lugar. Y se perdió, por suerte, un posible cuarto bate y primera base de los equipos orientales.
Sus inicios en el arte de los puños no fueron muy felices, y el entrenado por Jhon Herrera, ex campeón nacional por los años treinta, perdió sus primeras peleas. Pero… ‘’lo que Dios te dio, nadie…’’ Y con el tiempo, lo que comenzó como un medio para la defensa personal, culminó como una trayectoria que muy pocos ostentan, y con la condición de ser, para casi todos, el más grande boxeador amateur que ha visto el mundo.
TE CUENTO LA HISTORIA
Poco a poco, “Pirolo” comienza a campear por su respeto. Bajo la tutela de algunos entrenadores como Kid Bururú, Joaquín Albear, Ángel Cruz o el alemán Kurt Rosentrit, se impone en torneos para menores en las provincias orientales. No obstante, no fue hasta el Playa Girón de 1969, a la edad de 17 años, al ceder únicamente ante el pinareño Gabriel García, que entrenadores de la selección nacional pusieron sus ojos en él. El soviético Andrei Chervonenko no se equivocó.
Para 1970, Teófilo ya derrotaba a los máximos exponentes de su categoría en el país. Sus guías, Alcides Sagarra y el propio Chervonenko, pusieron todo su empeño en la joven promesa. Este no los defraudó, y se ganó un puesto dentro de la selección que representaría a Cuba durante el Primer Campeonato Centroamericano, con sede en La Habana. Al evento solo participaron cuatro competidores en la división mayor. Y en sus dos peleas no dejó margen a dudas. Este representaría el primer éxito de carácter internacional. Luego vendrían muchos más. Tal fue el caso del Torneo Giraldo Córdova Cardín, dos meses después, que lo dejaba establecido como el número uno a nivel local.
Su debut en tierras foráneas constituyó el Torneo de la Amistad, evento para atletas de nueva promoción, celebrado en Sofía, Bulgaria. Stevenson, con precisión de cirujano, noqueó a sus tres oponentes para lograr su primer oro extra fronteras.
Casi desconocido en las categorías mayores, enfrentó su primer gran reto: los Juegos Panamericanos de Cali, Colombia 1971, y aunque no logra coronarse –pierde en semifinales-, deja una grata impresión entre los entendidos del tema. Su derrota ante Duane Bobbick, la ‘’Esperanza Blanca’’, propició que meses después asombrara al mundo con un boxeo de altos quilates.
Esto sucedió durante los Juegos Olímpicos de Munich, 1972. Estados Unidos intentaba mantener su dominio en los pesos pesados del boxeo no profesional, que databa desde 1952, cuando Ed Sandler escaló la cima del podio en Helsinki.
Cuartos de final. Sereno, firme, se mostraba un joven cubano de tan solo 20 años de edad. Sus preparadores habían sacado experiencia de historias pasadas. En la otra esquina del ring, impetuoso se movía Bobbick, favorito de la división, y quien ya lo había derrotado. Además, dueño de un record extraordinario, y en busca del título para pasar al boxeo rentado.
La pelea va cerrada. Primer round muy parejo. Se aconseja desde cada esquina. El segundo asalto brindó ventaja para el norteamericano. Ambos se mezclaban en una guerra sin cuartel. El jovencito tenía lo suyo. Tercer episodio del combate: “Derecha de Stevenson’’, a la lona Duane. “Derecha de Stevenson”, otra vez. ‘’Derecha de Stevenson’’, tres fueron muchas veces. La ‘’Esperanza Blanca’’ se quedó en blanco. Ese día comenzó la leyenda.
El local Peter Hussing, la gran ilusión de los organizadores, sería el otro castigado en semifinales. Mientras que en la final el rumano Ion Alexe no se presentó por haberse lesionado en la instancia anterior. Así, no solo trajo para Cuba el título, sino también la condición de mejor competidor de la justa al obtener la Copa Val Barker.
¡OTRA VEZ!
Los triunfos siguieron. Y hubo varias escalas. La Habana, en 1974, sería una de ellas. Emocionante por cierto. Ocurre que la capital cubana fue sede en aquel año del primer Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado. Por aquellos días, a la entonces nueva escuela cubana de boxeo le crecía la fama. Su título por equipo en la anterior cita olímpica, gracias en gran medida a los también dorados Orlando Martínez y Emilio Correa, le habían dado renombre universal.
La sede no podía ser otra que el Coliseo de la Ciudad Deportiva. El colofón: la presencia en el cartel final del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Stevenson buscaba mantener su dominio. Y ocurrió lo esperado entonces. Cuba vs Estados Unidos bajaría las cortinas del evento. Stevenson vs Marvin Stinson. Un boxeador de raza negra, con similares características físicas que el cubano.
Pasadas las once y media de la noche de aquel legendario 30 de agosto, comenzó el show de los súper pesados. La sala abarrotada esperaba que el pleito culminara antes del límite. Sin embargo, no ocurrió así. El norteamericano aguantó todo el combate con un estilo muy defensivo, tragándose las palabras de que iba a derrotar al campeón. Unánime, al favor del criollo, fue el veredicto de los imparciales en esa ocasión. El alemán Peter Hussing nuevamente estuvo entre sus víctimas. Cuba reinaba por países al obtener cinco medallas de oro, una de plata y otra de bronce.
Durante ese mismo año reinó cómodamente, además, en los torneos locales Playa Girón y Giraldo Córdova Cardín, al derrotar a algunos de sus conocidos contrincantes. Se tituló por primera ocasión en Juegos Centroamericanos y en torneos del Viejo Continente.
El año 1975 era propicio para que “Teo” se sacara una antigua piedrecita alojada en alguna de sus zapatillas: los Juegos Panamericanos. Último torneo de la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado que le restaba por arrodillar. México, único país americano con el cual mantenía Cuba relaciones diplomáticas, era la sede. Allí, nuevamente la “derecha de Stevenson” se hizo sentir en los rostros de sus adversarios, y cerró la boca de aquellos que pronosticaban el fin de su hegemonía.
Primero desbancó por RSC al costarricense Gilberto Acuña, a quien violentó con su ya famoso gancho. Luego tocaba turno a Clarence Hill, contrincante bahamés que, junto al representante de Estados Unidos, Michael Dokes, habían declarado que saldrían victoriosos ante el fuerte pegador criollo. Sin embargo, el isleño nunca subió al cuadrilátero. Atemorizado tal vez por el debut del antillano. Mientras, el segundo no hizo más que corretear para alejarse de swines, rectos y ganchos. Solo declaró: “Bueno, no pudo noquearme’’. Esta constituyó la última medalla de oro de la delegación, la cual ganó el evento multideportivo.
Llegaba la hora. Montreal, Canadá, 1976. La historia de los pesos pesados nunca había tenido un doble campeón olímpico. Ese era el objetivo. “Pirolo” el hombre a derrotar. Debutó ante el senegalés Michael Draure, nocaut. En los cuartos de final se bajó bien rápido del ring. Poco pudo hacer el finlandés Peter Ruokola. Antes del minuto de combate la “derecha de Stevenson’’ se incrustó en su mentón.
Nuevamente se vendría un cotejo ante un estadounidense. En este caso, John Tate, boxeador agresivo, fuerte, de pegada, su rival. Como un inning de uno, dos y tres, en el béisbol, fue el combate. Rápido se deshizo de quien fuera campeón profesional con posterioridad. Su jab salió a relucir. Y el ex camionero, al visitar la lona, solo se pudo parar cuando el “imparcial” ya había concluido el combate. Otra vez estaba en una final en busca de repetir la gloria. Otra vez la encontró. Mircea Simon, rumano, se dedicó en las dos primeros rounds a agarrar. En el tercero, se decidió a atacar, y se equivocó. El antillano le “dejó caer todo el peso”, y los entrenadores del europeo no vacilaron en tirar la toalla. ¡Otra vez!
¡TRES!
El cuatrienio 1976-1980 comenzó para Teófilo con su no presentación en el primer Tope Bilateral de Boxeo Cuba- Estados Unidos, realizado en Houston. La causa estuvo en no encontrarse en óptima condición deportiva. La Mayor de las Antillas ganó el match. Ángel Milián, uno de sus reconocidos adversarios, cumplió en su división.
Dentro del ámbito nacional, el propio pinareño Milián constituyó su rival más enconado. Sus peleas eran casi a muerte. Ambos daban lo mejor de sí. Incluso, la prueba para conocer si Teófilo se encontraba en buena forma física era una pelea entre ellos. El performance favoreció al tunero, pero sus cuatro victorias, en igual salidas, fueron a pulmón. Tanto que el vueltabajero llegó a continuar una pelea con una costilla fracturada. Sus combates se convirtieron, en aquellos momentos, en un clásico de la afición del boxeo en nuestro archipiélago.
La mirada estaba puesta en la celebración del Segundo Campeonato Mundial de Boxeo Amateur, en Yugoslavia, 1978. Los antillanos intentarían revalidar su título de campeones por países. Mientras que el oriundo del central Delicias buscaba su segunda faja. Antes derrotaría a Jimmy Clark, en la vuelta del tope frente a los norteños celebrada en La Habana. Y se coronaría nuevamente en el Cardín.
Ya en Belgrado, los ojos estaban sobre el mulato, pues muchos pronosticaban un declive en su carrera. Al evento asistiría Igor Visotsky, quien lo había derrotado en par de ocasiones. Sin embargo, el soviético no pudo avanzar en el organigrama, y perdió la posibilidad de tomar revancha. Stevenson nunca tuvo otra oportunidad. Algo que aclaraba como una de sus deudas. El primer disgusto llegó justamente en casa al ceder durante el Cardín de 1973, en Santiago de Cuba. La segunda acaeció en 1977, durante el torneo europeo de Minsk.
Siguiendo con la cita planetaria, entre sus adversarios estuvieron Tommy Tubbs, de Estados Unidos, quien pronosticó que lo vencería. Pero como hablantines anteriores, hizo del ring una pista de atletismo. El venezolano Carlos Rivera, de pobre currículo, cayó en la semifinal. Nocaut. La final, ante la última esperanza de los organizadores, Dragomir Vujkovic, concluyó antes del tiempo reglamentario por abandono de su rival. Se convertía en doble titular ecuménico. Cuba ganó por países.
En 1979, el rey de la división superior mantuvo su reinado. Uno de sus logros fue el bicampeonato panamericano, en evento multideportivo celebrado en San Juan, Puerto Rico. Además, ganó el tope Cuba- Estados Unidos, se proclamó en el Playa Girón, y en el Cinturón de Oro, Alemania. De esta manera aún estaba en condiciones de repetir la hazaña lograda por el húngaro Lazslo Papp, quien se coronó triple campeón olímpico al ganar los Juegos de Londres (1948), Helsinski (1952) y Melbourne, Australia (1956).
El aterrizaje, nada forzoso, de este largo período rumbo el tricampeonato llegó. Moscú, Unión Soviética, constituía la sede del torneo olímpico de 1980. Difícil por el nivel alcanzado, sobre todo, por los boxeadores de la Unión Soviética, los países europeos y los estadounidenses. Pero al criollo poco le importó esto. No paró hasta ceñirse la corona. La final ante el soviético Pior Saev duró tres rounds, mientras que la votación fue unánime.
Teófilo Stevenson escribía con mayúsculas y letras doradas nuevamente su nombre. La tercera consecutiva, y con el aliciente de enseñar que tenía para más. Para ese entonces la expectativa quedaría latente. Y nunca un lugar más apropiado que la próxima sede: Los Ángeles, Estados Unidos.
“LA PELEA DEL SIGLO”
Desde su título en Munich, Stevenson había sido muy asediado para que pasara al boxeo rentado. La proposición de grandes sumas de dinero siempre fue rechazada por el revolucionario y gran seguidor del líder histórico Fidel Castro. En una ocasión expresó: "Prefiero el cariño de ocho millones de cubanos (…) no cambiaría mi pedazo de Cuba ni por todo el dinero que me puedan ofrecer."
Su hegemonía mundial por largos años hizo que surgiera la posibilidad de combatir contra Classius Clay, Muhammad Alí, reconocido campeón mundial del boxeo profesional. El objetivo era precisar quién era el mejor pugilista de la división. Aunque, por debajo del tapete, el dinero y la gran bolsa que movería este enfrentamiento era el tópico principal.
ESTADOS UNIDOS VS CUBA. CAPITALISMO VS SOCIALISMO. EL GRANDE VS EL "CHIQUITO"
Las primeras conversaciones comenzaron en 1977. La idea era celebrar cinco combates, en igual número de ciudades norteamericanas, de tres asaltos. Esto sumaría un total de 15 rounds cifra de una pelea profesional por entonces. Las boletas se sumarían, y si un competidor noqueaba a otro, ahí mismo quedaría definido el match. Estas características buscaban mantener el status de amateur del antillano. Mientras la bolsa económica de la parte cubana sería donada a la entidad rectora de aficionados para promover el deporte en países de poco desarrollo.
Sin embargo, según narra el profe Elio Menéndez, quien siguió bien de cerca el tema y lo catalogo como el más avezado conocedor de este deporte en el país, “ellos nunca vinieron a cerrar el contrato”. Al parecer se dieron cuenta de que había mucho que perder, y que las condiciones pactadas favorecían al cubano, acostumbrado a ese tipo de combates. “Stevenson tenía grandes posibilidades de ganar lo que fue bautizada como la pelea del siglo”, sentenció.
UN CICLO DIFÍCIL
Tras su último torneo olímpico, Teófilo demostró que le restaba por enseñar encima del cuadrilátero. Esto lo ponía a prueba en los muy interesantes topes bilaterales ante los vecinos del norte. Y su hegemonía en cada torneo doméstico.
Para 1982 tenía otro gran reto: Campeonato Mundial de Boxeo. Allí buscaría su tercer cetro. Eso hizo que su entrenador Alcides Sagarra y su grupo idearan un plan especial de entrenamiento que lo llevaría a una excelsa forma física y psicológica. Sin embargo, las cosas por primera vez en muchos años, en un evento de alto nivel, no salieron como esperaban.
Para el propio Elio Menéndez no eran los instantes de Stevenson. ‘’ Todos los días no son iguales y, a veces, tu cuerpo no responde como uno espera”. Esto, tal vez, unido a la valentía del italiano Francesco Damiani, hizo que el gran campeón perdiera por votación de los jueces. A la postre el europeo cedió ante el estadounidense Tyrell Biggs.
La derrota creó un gran morbo. Medios de prensa de todo el mundo hablaban del declive de una exitosa carrera. Mientras otros auguraban el final.
Ello, definitivamente, se puso a prueba poco tiempo después durante el tope anual frente los norteamericanos en su tierra. El cierre del cartel estaría protagonizado por los dos últimos campeones del mundo en la división. Era la prueba de fuego.
Stevenson, tranquilo, sonriente en su esquina, daba muestra de su seguridad. Biggs, por su parte, se vendía a su público con una alta dosis de altanería. El pleito duró los tres asaltos. Ambos fajadores intercambiaron incesantemente, pero la mejor parte la llevó el tricampeón olímpico, quien resultó a la postre el ganador (3-2). Esto hizo que muchos se detractaran ante las declaraciones de que “Teo’’ estaba en sus últimas.
Sus resultados en ese cuatrienio le daban la posibilidad, por historia y el nivel que poseía, de realizar una hazaña que nadie había logrado por aquellos tiempos: cuatro títulos olímpicos. La sede era propicia para ello, Estados Unidos. Lugar de donde habían salido en reiteradas ocasiones propuestas millonarias para pasar al boxeo rentado.
Pero todo cambió, y así perdía, por el momento, la posibilidad de reinar nuevamente bajo los cinco aros. La delegación cubana no asistiría a la XXIII Olimpiada de Los Ángeles, Estados Unidos, en 1984. La decisión fue tomada como respuesta al boicot estadounidense a los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980. Los países del Bloque del Este, junto con otros ocho aliados socialistas, entre ellos Cuba, le pagaban con la misma moneda.
Dos años después, Teófilo Stevenson se prepararía con ahínco al Mundial de Reno, Estados Unidos, 1986. Su objetivo era ganar por tercera ocasión la cita planetaria de la disciplina. Y hasta allí marchó. Y no regresó hasta que ganó la pelea final. El número tres se convertía en un número mágico. Tres coronas olímpicas, tres títulos mundiales.
La victoria lograda ante el norteamericano Alex García (RSC en el segundo asalto) resultó su último combate frente un boxeador norteamericano y de su carrera deportiva. En total se enfrentó a atletas de ese país en 16 ocasiones, y en 14 de ellas salió vencedor. Sus dos derrotas fueron frente a Duane Bobbick por 2-3 en los Panamericanos Cali 1971, y ante Craig Payne, en Texas 1983, durante la Copa del Mundo.
Para los Juegos Olímpicos de Seúl, Corea del Sur, en 1988, la delegación cubana declinó nuevamente a participar. Esta vez sería en apoyo a Corea del Norte.
El 3 de julio de 1988, durante el marco del Torneo Internacional Giraldo Córdova Cardín, en su ciudad natal, Las Tunas, y ante una sala completamente abarrotada, se llevó a cabo el retiro oficial del mejor boxeador amateur de la historia.
Tras su desaparición física, se han realizado dos copas boxísticas en su nombre y en su honor. Solo resta, siendo eco de lo expresado por mi admirado Elio Menéndez en reiteradas ocasiones y por el comentarista deportivo Omar Muñoz, que el Coliseo de la Ciudad Deportiva, sitio donde el gran campeón dejó su talento, sus triunfos, pase a llamarse así: Teófilo Stevenson Lawrence, porque se lo ganó a golpe de sacrificio, talento, resultados y amor por su pueblo.
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