El atletismo cubano dejó una buena imagen en los Juegos Panamericanos Junior de Cali-Valle. Al margen de actuar en un entorno marcado por las ausencias de equipos notables como el de Estados Unidos, Canadá y Jamaica, los resultados que sustentan esas 18 medallas ganadas por los 34 representantes de nuestra tierra adquieren relevancia por lo que representan por sí mismas.
Según nos cuenta Alfredo Sánchez Barrios, estadístico de la Federación Cubana de Atletismo, en Cali se facturaron 13 marcas personales. Registros que se acreditan al palmarés de 11 atletas, incluyendo los desempeños de los multiplistas Yan Carlos Hernández en el lanzamiento del disco y de Marys Patterson en los 100 metros con vallas.
Cierto es que las marcas hechas en el Pascual Guerrero, de manera general, no llevan selló de élite mundial, pero este certamen surge gracias a la idea de Panam Sports de apoyar la continuidad en el desarrollo de las nuevas generaciones y ayudarlos en su transición al siguiente nivel competitivo y, desde ese punto de vista, los Juegos cumplen a cabalidad su cometido.
Buena parte de los medallistas cubanos se auxiliaron de sus mejores actuaciones de por vida para subir al podio, y ello indudablemente ofrece agradables sensaciones para cerrar un año donde este deporte fue cuestionado por la afición en más de una oportunidad.
En Colombia vimos encumbrarse a figuras noveles, muchas de ellas sin experiencia internacional. Muchachos y muchachas que se pusieron a prueba, descubriendo sus posibilidades y proyectando sus potencialidades.
Nosotros también redescubrimos el talento y la voluntad de figuras como Leonardo Castillo, Greysis Roble, Yoao Illas o Yaritza de la Caridad Martínez, a quienes solo conocíamos por la reiteración de sus apariciones en las pruebas de confrontación y otras competencias locales.
Asimismo, el mundo pudo ver a Leyanis Pérez exhibirse en el triple salto. Su marca ganadora de 14.39 metros es la única de las conseguidas por los nuestros que le otorga pasaporte directo a la élite, pues le ratifica como clasificada al próximo Campeonato Mundial.
Recordemos que Leyanis, de 19 años, se clasificó a Tokio, pero se perdió los Juegos Olímpicos y también el Campeonato Mundial para menores de 20 años por causa de una lesión sufrida antes de la cita olímpica. Su temporada de 2021, sin embargo, ha sido consagratoria, logrando irse por encima de los 14 metros en 10 de las 12 competencias oficiales que enfrentó y consiguiendo varias marcas personales con tope en el 14.53m que firmó en Castellón, durante el mes de junio. Leyanis es parte del presente de esta especialidad, donde comparte roles protagónicos con Liadagmis Povea y Davileydis Velazco y va escribiendo una trayectoria que sugiere un futuro promisorio. Tiene un talento descomunal y ya ha empezado a mostrarlo.
Obviamente, lo acaecido en suelo caleño no nos convoca a lanzar voladores. De manera general este año atlético que concluye vuelve a poner sobre la mesa asuntos medulares como la necesidad de potenciar el trabajo en la base, la urgencia de actualizar métodos y sistemas de entrenamiento, así como elevar la capacidad de gestión federativa para poder insertar a estos chicos y chicas en esquemas competitivos fuera de nuestras fronteras.
Es un hecho también que la carencia de efectivos nos acusa en varias especialidades dentro del llamado deporte Rey. No se trata solo de eventos de fondo, sino que hay otras pruebas que se han descontinuado debido a razones que van desde la inefectiva captación de talentos hasta la decisión personal de varios atletas de desvincularse del equipo nacional, siendo la no presencia de atletas en 110 metros con vallas la más publicitada de todas. Sin embargo, no deja de ser contrastante que tampoco hicieron el equipo atletas de salto de altura, corredoras de 400m u hombres en pruebas del llamado medio fondo.
Pero estos Juegos, agraciado colofón para este 2021 convulso, también dejan lecciones de vital importancia, pues tras cada actuación queda un historial irrefutable de indicios que han de ser tenidos en cuenta para encausar el trabajo desde todas las aristas que tributan a la excelencia que se busca en el deporte del alto rendimiento.
Creo justo resaltar, además, la capacidad de superación mostrada por buena parte de este grupo. Si bien es cierto que los atletas en edades de desarrollo deben estar en constante evolución, no siempre se logra y hay que ponderar que esta vez el atletismo lo ha logrado. Como también hubo muestras de compromiso y voluntad de superación, como las lágrimas que no olvidaremos de Mario Díaz al quedarse con la plata en el lanzamiento del disco o la sinceridad con que Keily López se quebró ante las cámaras al verse en un sitio del podio que no era el que había prometido a su madre.
Cali Valle 2021 entra en nuestra historia como el más cercano referente para comprender las capacidades de una generación que tiene responsabilidades en el presente y futuro del atletismo cubano. Una hornada de atletas que acaba de protagonizar competencias llenas de emociones, compromiso y el desbordante deseo de dar lo mejor de sí, más allá de los obstáculos y la insuficiente preparación. Un evento que ha dejado vestigios de esperanza y puesto ante nuestros ojos el talento, la llamada reserva, al tiempo que deja bien claro que queda mucho; muchísimo por hacer para que, en un tiempo no demasiado lejano, esos chicos y chicas desplieguen sus alas y tomen altura en su vuelo.
Antes de partir a territorio colombiano, José Antonio Miranda, director de alto rendimiento, decía: “La principal motivación del certamen multideportivo en Cali será impulsar a esa nueva generación de deportistas en el continente y ayudar a prepararlos para que participen en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile 2023 y los Juegos Olímpicos de París 2024” y, justamente, de eso se ha tratado.
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