Estaría por darse un escándalo mayúsculo con la titulada “comunidad norteamericana de inteligencia” como epicentro, si antes no aparecen los “magos” que usualmente sepultan las grandes e históricas mugres de la política interna en la primera potencia capitalista del orbe.
Y el desencadenante de esta batahola en ciernes ha sido la segunda ronda de documentos secretos de la CIA dada a conocer hace apenas horas por el polémico sitio digital WikiLeaks, a cuenta de las filtraciones hechas por un topo ligado a los más íntimos quehaceres de la desprestigida Agencia.
Este nuevo “paquete” confirma con creces lo anunciado en el primero, liberado a la opinión pública semanas atrás, en el sentido de que la CIA posee un cuerpo de hackers encargados de falsificar sus intromisiones en infinidad de archivos informáticos oficiales y privados, y cargarlas a la cuenta de presuntos “piratas” extranjeros, preferentemente rusos y chinos.
Según los informes de WikiLeaks, los hackers de la CIA han preferenciado como base de sus empeños el consulado norteamericano en la ciudad alemana de Frankfurt, geográficamente muy bien posesionado para acceder a redes digitales en Europa, Oriente Medio y Africa, con el objetivo de lograr “huellas” de piratas foráneos tras las cuales esconder sus actividades de pesquizas internas y luego culpar a otros.
Portadores de pasaportes diplomáticos que les brindan la mayor libertad de acción sin grandes contratiempos, los “chicos” de la CIA pueden así espiar servidores, computadoras, móviles y hasta televisores inteligentes dentro de los Estados Unidos, y fomentar después denuncias, escándalos y tirantez haciendo recaer las culpas en ajenos de otras nacionalidades, a tono con las “urgencias políticas” de los grupos locales de poder.
Y hablábamos al inicio de posible “escándalo mayúsculo”, porque esta práctica, evidentemente muy utilizada, coloca serias dudas entonces en torno a la tan cacareada culpabilidad de Rusia con relación al adverso resultado de las recientes elecciones presidenciales norteamericanas para la aspirante Hillary Clinton como consecuencia del hackeo de los archivos del Partido Demócrata en los días de la campaña electoral, acción que supuestamente apuntaló el triunfo del republicano Donald Trump.
Al mismo tiempo, la importante revelación de WikiLeaks sobre el amañado proceder de los hackers de la CIA, otorga peso a las denuncias del actual presidente norteamericano sobre acciones de espionaje en su contra organizadas por la saliente administración de Barack Obama, para perturbar su camino en la búsqueda de convertirse en el nuevo ocupante de la oficina oval.
Como afirma un muy fresco artículo sobre el tema, lo expuesto ahora a la luz pública acrecienta “la alarma sobre la legitimidad de las actividades de la CIA” y otorga fuerza “al debate acerca de los serios problemas que enfrenta el sistema de seguridad informático estadounidense a partir de la acción de los propios organismos locales de espionaje”. Y es que “resulta que en este ámbito el daño no fue provocado por los rusos, sino por los propios servicios norteamericanos de inteligencia”.
La fuente concluye que “es entonces difícil de imaginar las posibles consecuencias políticas de la nueva filtración, que por su fuerza explosiva puede ser igual al Watergate”, en referencia al episodio ocurrido bajo la administración del presidente Ríchard Nixon, cuando espías ligados al gobierno fueron sorprendidos violentando las oficinas del Partido Demácrata en ese complejo de edificios, lo que provocó finalmente la renuncia del citado mandatario.
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