En medio del plan anticorrupción del gobierno venezolano, que detuvo la sangría económica en la estatal PDVSA, este domingo se celebran la tercera cita electoral del 2017, esta vez para elegir los alcaldes de 335 municipios.
Los comicios para las alcaldías, y excepcionalmente para la gobernación de Zulia —ya que el candidato electo del conservador partido Primero Justicia se negó a juramentarse ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC)— se realizan en calma, en tanto la tozuda oposición refiere que este acto electoral será una suerte de referendo para el gobierno de Nicolás Maduro, lo cual nadie cree.
Aunque divididos y sin liderazgos sobresalientes, los partidos opuestos a la Revolución Bolivariana tratan de ganar el mayor número posibles de alcaldías, en una nueva lid en la que tampoco tienen, según las circunstancias, las de resultar victoriosos.
Este ha sido un año de elecciones en Venezuela bajo la supuesta dictadura —según el presidente Donald Trump y sus aliados “demócratas” de América Latina— de Maduro. Cualquier ser racional reconoce que en esa nación suramericana las urnas no mienten, como, por ejemplo, en Honduras, donde el fraude planificado por el oficialismo intenta mantener en el poder al derechista Juan Orlando Hernández.
De ahí que si en la nación suramericana ganara la derecha, como ocurrió en dos ocasiones en las 23 elecciones celebradas en los últimos 19 años, el resultado es válido y aceptado por el oficialismo. Si ocurriera a la inversa, también se aceptaría el escrutinio, pues el sistema electoral está blindado mediante recursos comprobables de inmediato.
Los partidos conservadores han sido derrotados este 2017 en dos oportunidades.
El 30 de julio último, en medio de violentas acciones, más de ocho millones de ciudadanos salieron a votar para dejar instalada la ANC, lo cual sorprendió a la derecha y a quienes activaron los planes entre abril y julio, que dejaron más de 140 muertos y cientos de heridos en las calles.
Solo un pueblo revolucionario y convencido de la necesidad de reafirmar los pilares de la Revolución Bolivariana fue capaz de salir a votar en paz, luego de cuatro meses de hostigamiento derechista, y ganar con la ANC la herramienta para devolver al país la gobernabilidad en paz.
Dos meses y medio después, el 15 de octubre, volvió a ponerse a prueba el espíritu revolucionario del pueblo, esta vez para elegir a los 23 gobernadores de igual número de Estados. El chavismo obtuvo la victoria al alzarse con 18 de los 23 cargos en juego.
Ahora, para cerrar un ciclo previo a las presidenciales del próximo año, la convocatoria atañe a más de 18 millones de ciudadanos, en la que se espera sea una nueva jornada pacífica.
Las agrupaciones de derecha, apoyadas por una media pagada por la oligarquía, presentan este movimiento democrático como en un momento clave para el futuro del chavismo. Y a pesar de que han salido mal parados en las dos ocasiones anteriores, no dudan en reproducir en su batería mediática las mentiras de que ahora sí van a ganar y que este es otro ensayo para 2018.
Si las elecciones de este año fueran una muestra de las presidenciales, ya Maduro tiene asegurada la victoria, pues, a pesar de las duras pruebas a que ha sido sometido el proceso chavista, la Revolución permanece firme.
Para la ahora dividida derecha, el presidente —que en 2013 ganó el Palacio de Miraflores con solo 200 000 votos de diferencia con Henrique Capriles—, no duraría en el cargo, y en contra del proceso socialista lanzó sus baterías, apoyada por Estados Unidos. Cuatro años más tarde, contra viento y marea, la Revolución se mantiene y sigue adelante, a pesar de la guerra impuesta, los errores internos, la corrupción, y otros males que acompañan, combaten y vencen los procesos revolucionarios.
En las últimas elecciones municipales de diciembre de 2013, solo ocho meses después del triunfo de Maduro, el chavismo obtuvo una victoria indiscutible: nueve puntos de ventaja, lo que significaba casi un millón de votos de diferencia, y dos tercios de alcaldías para el chavismo.
Analistas coinciden en que estos comicios serán, al contrario de lo que ellos piensan, una especie de plebiscito para los conservadores, luego del descalabro de las dos anteriores lizas, su división interna y la carencia de programas que superen a los de la revolución.
La alianza Mesa de la Unidad Democrática (MUD) anunció que boicoteará las municipales, pero no todos los partidos que la integran acogieron la iniciativa. Tres de los grandes partidos opositores —Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular— llamaron al abstencionismo, mientras otros de importancia, como Un Nuevo Tiempo y Copei participan con candidaturas.
Mientras el ala más radical se cocina en su salsa, el chavismo va a las urnas en un clima de relativa calma, sin la agresividad del “principio del fin” enarbolado en otras ocasiones, pero a sabiendas de que el voto revolucionario se concentra en las zonas rurales, mientras los contrarios se hacen fuertes en el entorno urbano.
Dos alcaldías centran la atención. Una es la de Caracas, dada la compleja división administrativa de la capital, que incluye hasta cinco municipios, tradicionalmente en manos de alcaldes bolivarianos.
La otra es Maracaibo, llamada la capital del petróleo, en el estado de Zulia, que se abre como posibilidad para el chavismo, pues organizaciones de la MUD expresaron su rechazo a la actitud del gobernador electo y saliente, en tanto llaman a la abstención para beneficio de las opciones chavistas.
Algunos expertos recuerdan que hace cuatro años votó un 58 % del electorado, el cual es considerado un porcentaje bajo en un país donde los resultados de participación son altos.
Cinco días después de este episodio, oficialismo y oposición se reunirán en un segundo capítulo de las llamadas negociaciones en República Dominicana, en el que, hasta ahora, no hay acuerdos de trascendencia en lo que algunos medios extranjeros consideran una cita simbólica.
Maduro, que siempre exhortó al diálogo, se anotó una victoria sentando en la mesa a partidos que decidieron iniciar este otro camino para recuperarse del desastre que ha sido para ellos los últimos meses. Pero de ahí a que contribuyan a llevar adelante el socialismo del siglo XXI que fundó el finado presidente Hugo Chávez hay un enorme trecho.
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