El envío de soldados de Kenya para apoyar la RDC contra una guerrilla rebelde no es acto novedoso en la región de los Grandes Lagos, donde en los últimos 25 años sobresalieron operaciones militares conjuntas.
Esa fuerza armada suplementaria cumple un acuerdo de la Comunidad de África Oriental (CAO) de instaurar un contingente que ayude a restablecer la seguridad en el Congo Democrático, cuya provincias orientales son muy ricas en minerales.
No obstante, la opción castrense para detener las repetidas acciones del Movimiento 23 de Marzo (M23) es solo parte de una táctica que incluye también la actividad diplomática, una convergencia que tampoco es nueva.
Para comprender cómo funcionan las actuales combinaciones se requiere recordar que en 1997, una grupo beligerante congoleño comandado por Laurent Desiré Kabila, asociado con Ruanda y Uganda derrocó al gobierno de Mobutu Sese Seko.
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Entre pugnas esa alianza estalló en 1998 y dio inicio a la llamada Primera guerra mundial africana, entonces Kabila recibió apoyo de Angola, Namibia y Zimbabwe. El conflicto concluyó en 2003, pero dejó en pie a decenas de grupos armados.
Con el tiempo y la aplicación de diversos planes militares para pacificar el este del país –Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri- se activaron grupos insurgentes como el M23, desprendido del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP).
Todo análisis sobre la región de los Grandes Lagos deberá incluir “un antes y un después” de 1994, cuando ocurrió el genocidio de Ruanda que causó entre 800 000 y un millón de muertos y portó un fuerte componente étno-polìtico de hutus y tutsis.
Ese precedente está insertado en la composición del Movimiento 23 de Marzo -de mayoría tutsi- y en su razón de actuar, además en 2012 esa guerrilla se consideró decepcionada por los incumplimientos de sus pactos con Kinshasa.
Desde el 2021 el M23 ganó en organización y capacidad operativa, e incluso llegó a ocupar la importante ciudad congoleña de Goma, fronteriza con Ruanda y Uganda Las autoridades de Kinshasa acusan a las ruandesas de respaldar a esa facción.
Por su parte, Kigali asocia a militares de la RDC con una supuesta complicidad con el opositor Frente Democrático para la Liberación de Ruanda (FDLR), al que dejaron de combatir.
Las alegaciones de ambas partes crearon un ambiente difícil para la actual mediación del gobernante angoleño, Joao Lourenco.
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Lourenço, como presidente de la Conferencia Internacional para la Región de los Grandes Lagos (Cirgl) tiene ante sí una misión difícil por la complejidad del escenario y los intereses políticos en juego en esa parte del mundo considerada un polvorín.
Sin embargo se prevé que su gestión avance y logre el anhelado entendimiento para finalizar una contienda causante de millares de desplazados y que puede desatar una crisis humanitaria de gran envergadura.
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