El criterio más generalizado es que, luego del encuentro público del pasado martes 16 entre el presidente Barack Obama y el retador republicano Mitt Romney, ambos gozan de un presumible empate en este tipo de lances.
En el primer debate, Romney se anotó el triunfo por un desempeño mucho más activo que el del actual mandatario y candidato demócrata a la reelección. En aquel instante a Obama le faltó fuerza, precisión y agudeza.
No obstante, en el segundo y reciente encuentro ocurrido en Nueva York, la reactivación mostrada por el ocupante de la Oficina Oval se impuso sin dudas a su contrincante, que debió enfrentar una verdadera oleada de acusaciones y desmentidos.
Ahora, evidentemente espoleado por sus asesores y por los decepcionantes resultados del primer debate, Obama atacó sin cortapisas todas las debilidades de Romney, desde los bajos impuestos que abona al fisco federal y su errático y sectario desempeño como empresario, hasta su falta de respuestas convincentes a sonados problemas nacionales como los impuestos, el desempleo y la salud pública, entre otros asuntos claves.
Por si fuera poco, Obama sacó a relucir las fallidas y costosas referencias del aspirante republicano dadas a conocer en un indiscreto video hace apenas unas semanas, y en las cuales Romney calificó de haraganes al 47 % de las personas que se supone votarían por Obama, debido —dijo— a que buena parte de ellas recibe algún apoyo público.
De hecho, lo ocurrido el martes 16 era ya una escena anunciada de antemano.
Así, a horas del nuevo encuentro, el asesor presidencial Robert Gibbs declaró textualmente a la prensa: “Creo que ustedes verán una actuación excepcionalmente fuerte en el debate de esta noche por parte del presidente. Verán a alguien que se mostrará fuerte, vehemente y enérgico” y que “no solo hablará de sus cuatro años en la jefatura del Estado, sino también de su agenda para el futuro, dos puntos en los que se mostró débil en el debate de Denver”.
En consecuencia, y según numerosos analistas, si bien Obama apenas gozaba de una ventaja de dos puntos porcentuales frente a Romney luego de su frustrante desempeño de quince días atrás, concluida la liza en Nueva York su ascendencia parece haberse acrecentado, lo que supone para los republicanos un mayor esfuerzo en lo adelante a favor de la imagen de su aspirante a presidente.
Las mismas fuentes aseguran que, después de este segundo debate, sobre Romney volvió a caer la negativa sombra que siempre le acompañó a lo largo de su puja por la candidatura republicana: la de un neto representante de los ricos.
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