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lunes, 18 de noviembre de 2024

Terrorismo: epidemia inducida

La extrema e indiscriminada violencia de nuestros días tiene claros responsables...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 26/11/2017
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Ataque terrorista en Egipto
Fuentes oficiales dijeron que con el uso de drones, las fuerzas armadas locales lograron destruir dos de los coches en que se transportaban los terroristas.

Como si fueran pocos los sangrientos hechos que desde hace años ocurren en disímiles puntos del orbe a manos de grupos fanáticos no pocas veces utilizados como instrumentos de políticas expansionistas, los medios de prensa dieron cuenta hace unos días del ataque contra una mezquita en Egipto con el saldo de casi dos centenares y medio  de víctimas mortales.

Los agresores ubicaron vehículos cerca del templo previamente dinamitado, y cuando los explosivos estallaron y la multitud buscaba escapar, abrieron fuego de armas automáticas contra los fieles, en lo que se convirtió en una verdadera masacre, la peor de su tipo en la historia de aquella milenaria nación.

Fuentes oficiales dijeron que con el uso de drones, las fuerzas armadas locales lograron destruir dos de los coches en que se transportaban los terroristas, causándoles quince muertos.

Y aunque hasta que se escriben estas líneas ninguna entidad terrorista se había responsabilizado con el crimen, los investigadores del caso no dudan en culpar el Estado Islámico, EI, que ha recibido decisivas derrotas militares en Siria e Iraq en las últimas semanas.

Una agrupación que ha recogido hombres y armas de la tristemente célebre Al Qaeda, y que surgió bajo la dirección del presuntamente “ajusticiado” por comandos norteamericanos Osama Bin Laden, en los días en que Washington se afanaba en concretar alianzas con los yihadistas islámicos para contener la presencia de tropas internacionalistas soviéticas en Afganistán.

Entonces los “tanques pensantes” de la primera potencia capitalista, ante quienes dudaban de ese inmoral maridaje, indicaban con  total resolución que grupos de terroristas armados no significaban nada frente a la posibilidad  de empantanar a la URSS en un conflicto bélico desgastador y prolongado.

En consecuencia, y desde entonces, el apoyo y fomento de entidades terroristas en los más diversos escenarios geoestratégicos es una práctica común de los intereses hegemonistas norteamericanos y de quienes le otorgan su apoyo y anuencia.

Así, Washington no solo engendró a Al Qaeda, sino que además lanzó al ruedo a los talibanes que impugnaría años después luego de los pretendidos ataques terroristas foráneos contra los Estados Unidos el once de septiembre de 2001, y fue además coautor del nacimiento y expansión del Estado Islámico en el espacio mesoriental, especialmente en Iraq y Siria.

En consecuencia, la masacre de estos días en Egipto, que se une a ataques anteriores en ciudades turcas, afganas y paquistaníes, o en Gran Bretaña, Francia, Alemania o España, entre otros puntos geográficos, no es un fenómeno proveniente solo de la mente torcida de quienes utilizan versiones extremas de credos religiosos para incitar un odio irracional contra quienes no piensan igual, sino que exhibe además en sus díscolos genes el interés de grupos muy poderosos capaces de aliarse con lo peor de cualquier sociedad si ello beneficia sus sueños de grandeza y sus aspiraciones de omnipotencia global.

Lo confirmó hace apenas horas el general norteamericano en retiro Wesley Clark, quien afirmó públicamente que “países amigos y aliados de los Estados Unidos crearon al grupo terrorista Estado Islámico con el propósito de luchar contra Hezbolá e Irán”, y como parte de la recurrente práctica “de acudir a  grupos extremistas para lograr ciertos objetivos.”

“Los talibanes y Al Qaeda fueron los antecedentes de EI”, enfatizó el ex militar de alta graduación, quien dos años atrás ya había denunciado que ““EEUU usó el Islam radical para luchar contra los soviéticos en Afganistán. Rogamos a los saudíes que pusieran dinero; y lo hicieron”.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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