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jueves, 31 de octubre de 2024

Sudán: la transición política cuesta arriba

Las trasformaciones políticas sudanesas permanecen varadas tras dos estremecedores golpes de Estado ...

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 11/01/2022
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Derrocamiento-Omar Hasán al Bashir-Sudán
La algarabía tras el derrocamiento de Omar Hasan Ahmad al-Bashir cedió su espacio al proceso de transición que creó expectativas ahora incumplidas.

Tras derrocarlo los militares en octubre y ser repuesto en noviembre pasado, el primer ministro sudanés, Abdalla Hamdok, renunció sin lograr constituir un gobierno civil y persistir las manifestaciones callejeras contra la junta en el poder.

Hace poco más de seis semanas que dejó de funcionar el anterior gabinete, luego de que el jefe de del Consejo Soberano, Abdelfatah al Burhan, destituyó a Hamdok y agravó más la crisis política, económica y social que afecta al país desde 2018, que allanó el camino el derrocamiento del general  en 2019.

A la deposición del mandatario y el encarcelamiento del equipo sucedió la instauración de un gobierno de transición en el cual Al Burhan encabezaba el Consejo Soberano, máxima autoridad nacional, que compartía con el jefe del ejecutivo, Abdalla Hamdok, la imagen que prosperaba era la de una alianza provisional cívico-militar.

Esa combinación, a la que Occidente recibió con buena cara, cargaba en sus entrañas contradicciones doctrinarias y una solapada lucha por el poder, a la vez que —aunque daba pasos acertados en acuerdos de paz con grupos guerrilleros— no parecía marchar a la velocidad que esperaban participantes en las manifestaciones populares. Así se fue debilitando el engarce, mientras se multiplicaban los problemas socioeconómicos y eso definió una carrera contra el tiempo con dos competidores, los políticos civiles y los militares, mientras que la expectación aumentaba entre los ciudadanos respecto a la viabilidad del proceso de transición. Estos últimos retomaron las banderas utilizadas para promover el derrocamiento de Omar Hasan Ahmad al-Bashir, pero ahora enfiladas al modelo de las transformaciones políticas de Al Burhan y Hamdok. Regresaron las demostraciones que exigían acelerar los cambios y cada vez fueron más violentas al enfrentar a los manifestantes con las fuerzas antimotines.


Tras retornar a su cargo, el primer ministro derrocado, Abdalla Hamdok, se vio obligado a renunciar por la imposibilidad de configurar un gobierno civil como prevé el proceso de transición sudanés.

En ese lapso se olvidaron las promesas de rápidas elecciones que confirmaran el desinterés de los militares de ocupar todo el mando, también aquella presunta vocación por establecer un Estado de derecho y respetar al máximo la civilidad, entre tanto, manifestantes como antidisturbios se disputaban en las calles la partida.

Según informó en su cuenta oficial de Twitter el sindicato opositor Comité de Médicos, tres personas fallecieron recientemente, lo cual totalizó 62 muertos en las protestas desde 2019, cuando los militares derrocaron al gobierno de Al Bashir.

Pese a todas esas presiones internas y externas la asociación cívico-militar perduró, aunque siempre parecía que sus días estaban contados mientras avanzaba entre tropezones y la efusividad observada en los primeros tiempos posgolpe iba desapareciendo.

Sin dudas la transición marcha cuesta arriba y eso lo demostró el derrocamiento del primer ministro el 25 de octubre pasado, lo que la opinión pública consideró una contumaz acción del sector castrense para obviar los compromisos de cambio en el ámbito sudanés y una solución de emergencia aplicada para ganar tiempo.

No obstante, lo ocurrido mostró lo frágil de un intento de conciliar la institucionalidad con la violencia oficial, una combinación inestable que tampoco ofrecía ni ganancias ni la oportunidad de escabullirse de la crisis, aunque colocó del lado gubernamental la ilusión de nuevos cambios en el cuadro político.

Pero si bien la salida de Hamdok motivó nuevas protestas callejeras, similar efecto tuvo su reposición luego de pactar con los militares acerca de cómo reincorporarse a la cabeza del gabinete: los sectores críticos no aceptaron lo que identificaron como “un retorno con condiciones”.

La percepción de quienes rechazaban esa opción era que los militares maniataban a los civiles y les doblegaban o al menos les imponían sus reglas, más allá de la conciliación constructiva beneficiosa para Sudán, y lo real fue que tras retornar su gestión no avanzó mucho: días después —el 2 de enero— el primer ministro renunció por no poder formar gobierno.


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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