El festival mundial de la juventud es noticia a nivel global. Cuando se pudiera pensar que no son tiempos de reunirse y de crear espacios para la reflexión en torno a la identidad y la soberanía de los pueblos, existe un momento para que muchachos de todas las latitudes se pongan de acuerdo para construir consensos y pensamiento. ¿Qué han sido estos eventos a lo largo de las décadas? Concertaciones de lujo, de las cuales han salido ideas que llevadas a cabo derivan en iniciativas prácticas para las políticas de emancipación. Por ello, esta cita en Sochi nos invita a repensar las lógicas de la comunicación, de la cultura, de la construcción de resistencias y sobre todo de cómo la juventud puede separarse de las corrientes alienadoras que subyacen en los terrenos de las redes y demás granjas de manipulación de los sentidos y de las conciencias.
Sochi nos cita y nos ofrece un lugar, pero lo que se busca es más bien un espacio metafísico de pensamiento que despierte a los jóvenes y que les otorgue a los pueblos la posibilidad de una expresión clara y diáfana. Quiere esto decir que el festival ha convocado a personas que se preocupan por los dramas de la humanidad y que están dispuestas a comunicarlo con prontitud y a establecer los debates reales que requiere el planeta.
Sochi es más que una cita, se trata de la virtualidad comprometida del pensamiento progresista que no quiere quedarse quieta ante los genocidios, las manipulaciones, los dolores, las ineficiencias de un sistema global que no ofrece oportunidades para todos y que trata a los seres como si fuesen piezas desechables. Y contra todo eso se alza el cónclave. Es la mentira el peor enemigo de los muchachos, es la presencia de militares el mayor dolor que poseen, son las guerras la cuestión más denunciable. Y la juventud siempre ha tenido en su haber el ideal más fuerte y puro y la tendencia a abrazar causas en las cuales no se mide el materialismo, sino el desenvolvimiento de valores, de liberaciones del alma.
#FreePalestine se escuchó alto y claro en el Festival Mundial de la Juventud. En la plaza central del Sochi Park Hotel, nuestra juventud combativa y militante, declara suyo el dolor de las familias a las que la felicidad de la vida les ha sido arrebatadas por la barbarie israelí. pic.twitter.com/meAHLUYRcL
— Aylín Alvarez García (@AylinAlvarezG) March 4, 2024
Además de la cuestión de la cultura y del desmonte de cuestiones del coloniaje que hoy se nos impone desde las tecnologías, en la cita hay que buscar alternativas y establecer soluciones a los problemas que hoy nos aquejan. Los precios universales de los alimentos, el acceso a las riquezas, la desigualdad manifiesta en los sistemas de arbitraje de conflictos; tienen que estar en la agenda de los gobiernos y para eso se reúnen los muchachos. Es una especie de diplomacia hecha con chanza, con alegría y desenfado, pero donde se dicen cosas serias que deben ser posicionadas.
Entonces conviene hablar de Sochi, es loable que se le diga a todo el mundo que en una parte de este existen personas que debaten en serio sus problemas y que no poseen vergüenza alguna de reivindicar a los pueblos, personas que no van a asumir una identidad que no sea aquella que las libera y que es en concordancia con lo que nos fuera dado por lo más sagrado; la historia.
Así hay que ver el festival, como una asamblea universal de jóvenes buenos que desean construir y que ponen su mirada en la visión más humana y sensible. Más allá de las interpretaciones tendenciosas, de las etiquetas y de lo injusto en ocasiones del tratamiento de los grandes medios. Sochi nos acompaña, nos otorga capacidad de diálogo y hace de este pedazo de existencia algo más esperanzador.
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