Vale repetirlo. Si bien el hombre no es por naturaleza un ser estático, no es menos cierto que tampoco la ola de millones de personas que se mueven de frontera en frontera en nuestros días lo hace por el simple interés de conocer mundo.
Las condicionantes de una actual emigración convertida en verdadero drama están incluso más allá de la admisible aspiración de probar suerte en aquello de escalar en posibilidades en polos más desarrollados.
Porque lo que esta tragedia objetivamente posee de fondo es que para millones se trata sencillamente de poder sobrevivir a como dé lugar, de respirar con relativa tranquilidad, y de no sentir que la muerte es una condena casi perpetua, ya sea por las guerras impuestas, el injerencismo de fuerzas retrógradas ajenas, o la miseria y el desamparo ancestrales devenidos en cadenas inamovibles.
De manera que, pese a declaraciones, compromisos, planes, conferencias, programas y exhortos, ya podemos confirmar que, por ejemplo, en el masivo e indetenible cruce del Mar Mediterráneo que une a la vieja Europa con sus excolonias de África, Oriente Medio y Asia Central, han perdido la vida en lo que va de años no menos de 1 700 personas embarcadas en la aventura de tocar suelo “promisorio”.
Por consiguiente, seguimos siendo mudos testigos de barcas destrozadas, cuerpos hinchados empujados por las olas sobre las costas, personas crispadas de pánico rescatadas en medio de un mar proceloso, y, desde luego, de las “intensas negociaciones” de los “receptores” para “tramitar” el destino de los indeseables.
Ahora mismo, sea dicho, la Unión Europea ha regañado con “especial fuerza” a la República Checa, Polonia y Hungría, porque no han cumplido con su “deber” de al menos informar los cupos disponibles para otorgar acogida a algunos de los refugiados llegados al continente.
Sin embargo, el asunto no queda ahí, porque muchos de quienes puntualmente informan no pasan de ese trámite burocrático, mientras las autoridades de la ONU encargadas de tan peliagudo asunto no cesan de recordar que solo cuentan con apenas 94 000 plazas para 1,2 millones de solicitantes, cifra que significa cuarenta y tres por ciento menos que las abiertas en 2016.
Así, notas sobre el tema de la Agencia de la Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, especifican que “los casos más preocupantes son los 500 000 refugiados africanos que necesitan ser reasentados, pese a que solo hay disponibles 18 000 plazas para ellos, por lo que esa entidad solicita solidaridad real de las naciones en una escala que equilibre las necesidades con la oferta”.
La agencia advirtió “que las demandas para el año próximo serán parecidas a las de este. Aproximadamente 1,2 millones de refugiados necesitarán ser reasentados, entre ellos 510 000 que residen en treinta y cuatro países de África, 280 000 en Oriente Medio, 302 000 en Europa (principalmente Turquía), 100 000 en Asia y 1 800 en las Américas”.
En pocas palabras, tragedias inminentes para un buen rato.
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