Cuando reposada y detalladamente se revisan las acciones políticas de la administración norteamericana en funciones, se comprende sin mayores dudas que en la Casa Blanca hay una severa carencia de estadistas.
Lo afirma más de un experto en la materia cuando se refiere a las acciones y proyecciones de una administración que, embebecida en patrones supremacistas, solo apela a los impulsos primarios clásicos de la conquista del Viejo Oeste por encima de todo razonamiento, lógica y sensatez.
Es la vuelta a la creencia absurda de que el mundo tiembla cuando Washington arruga el rostro, y que cuando dice no, nada es posible de realizar en ningún punto del orbe y por ningún otro ejecutor.
De ahí que Donald Trump solo tenga gasolina mental para moverse en su esquema bandera de “los Estados Unidos primero”, y se tome la burda licencia de insultar y retar al resto de la humanidad en el seno de la ONU, tildar a otros de “provenientes de huecos de mierda”, hacer trizas tratados internacionales, alejarse de organismos globales que estima incómodos, retirar fondos a programas planetarios de cooperación y socorro, reagredir el medio ambiente, desconocer derechos legítimos ajenos, o vetar acuerdos comerciales de amplio alcance si no se remodelan a su gusto particular.
Es la “cultura” de la amenaza, el chantaje, la intimidación y del pretendido predominio de una “civilización superior y elegida por Dios” sobre una masa inmunda e incapaz que no sabe lo que quiere ni a donde dirigirse.
Al final simples tonterías, sofismas, falacias y mentecatadas que a la larga no tienen el efecto deseado, con más razón cuando el planeta ya ha rebasado los fronteras de la unipolaridad que aún flota en los ambientes imperialistas, para apegarse en mayor grado a una pluralidad de pivotes que deshoja privilegios y pretendidos centros supremos de poder.
Paquete de necedades que está dejando a los Estados Unidos a la zaga del camino general que asume la humanidad, y que se traduce en un aislamiento que ya empieza a perjudicar seriamente los tan ensalzados intereses nacionales norteamericanos.
Hace apenas horas, por ejemplo, buena parte de las naciones interesadas en materializar el acuerdo de libre comercio de la Zona Asia Pacífico, impulsado por los antecesores de Trump, entre otras cosas, contra al auge comercial global de China, y que la nueva administración decidió boicotear porque lo estimó dañino para la primera potencia capitalista, decidieron acercarse a Beijing en sus esfuerzos integracionistas ante al abandono de la Casa Blanca.
China y Rusia, por demás, son hoy de los principales interlocutores comerciales de América Latina y parecen encaminados a seguir ganando espacios, porque Trump no admite negociaciones económicas mutuamente ventajosas con sus vecinos del Sur a cuenta de que “resultan un saqueo a los Estados Unidos”.
Eso por un lado. Por otro, la política exterior norteamericana de nuestros días apunta en el mismo sentido que su desastrosa marcha comercial.
Ahí están sus cambios de prioridades al sustituir la famosa “cruzada global antiterrorista” por el enfrentamiento abierto y confeso a China y Rusia; el desconocimiento caprichoso de la buena marcha del tratado nuclear con Irán a pesar del criterio contrario de los demás firmantes, o el escandaloso aplauso a los renovados planes sionistas de hundir totalmente al pueblo palestino y hacer de Al Quds o Jerusalén la capital israelí por sobre cualquier criterio de la población árabe.
Y es que si realmente hubiese materia gris política en la Casa Blanca, alguien dilucidaría que los tiempos han cambiado y siguen cambiando, y que en el planeta son hoy muchos más los que no se sienten cómodos frente a las imposiciones externas, porque además existen polos alternativos cada vez más poderosos a los que recurrir cuando desde las orillas del Potomac alguien calza las espuelas y desenfunda el Colt pretendiendo imponer “su orden”.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.