El alto mando ruso informó hace horas que parte de los destacamentos militares desplegados en su frontera oeste iniciaron el retiro hacia sus bases originales, tal y como estaba programado en su calendario de maniobras defensivas.
Dijo además que el resto de las tropas tomarán el camino de vuelta una vez que concluyan su entrenamiento, en tanto, en Bielorrusia siguen ejecutándose los ejercicios conjuntos Resolución Aliada 2022, destinadas a la preparación de Moscú y Minsk para rechazar cualquier agresión externa.
En consecuencia, apuntan observadores, este anuncio oficial podría interpretarse como el práctico desinfle de las nada inocentes y repetidas afirmaciones gringas en torno a un ataque masivo de tropas rusas contra suelo ucraniano para este 16 de febrero.
Por su parte, el canciller ruso, Serguéi Labrov, precisó en diálogo con su homólogo polaco Zbigniew Rau, actual presidente de la Organización de Cooperación y Seguridad de Europa, OCSE, que considera positivas las respuestas de Occidente a las consideraciones del Kremlin en torno a la tensa situación en la frontera con Ucrania, aun cuando queda mucha tela por cortar en el asunto.
Añadió también que la no incorporación de Kíev a la OTAN, mencionada en las últimas horas por algunos personeros ucranianos, sería un paso positivo en el tránsito a un clima más distendido.
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En ambos casos, vale indicar, son elementos que ciertamente alejarían riesgos inmediatos, toda vez que Rusia ha reiterado que la OTAN considera oficialmente a Moscú como un “enemigo” y que la “recuperación” de Crimea por Kíev puede realizarse por “vías bélicas”, dos aspectos que incitan a una guerra directa y devastadora.
Vale subrayar, precisamente, que al inicio de las tensiones Vladímir Putin hizo hincapié en estos puntos de vista, y advirtió que Rusia se vería obligada a dar una respuesta contundente y generalizada contra sus adversarios si una aventura de esa naturaleza fuese ejecutada contra su integridad territorial y su seguridad.
Por demás, es evidente que el músculo mostrado por Moscú sobre el escenario militar, y la firmeza y verticalidad de sus posiciones para no permitir mayores avances de los adversarios, han sido puntales claves en el giro menos candente que se observa en los últimos días entre los involucrados, pese a la absurda insistencia oficial norteamericana, de su emporio mediático, y de algunos de sus más reticentes “aliados”, en poner la sangre ajena a correr con la malsana esperanza de alzarse sobre los despojos de otros.
El propio gobierno ucraniano acaba de invitar al presidente norteamericano Joe Biden, tan “belicoso” él en estos tiempos, para que visite Ucrania y constate personalmente que la historieta de la invasión militar rusa es poco certera.
Para las autoridades de Kíev todo el alboroto solo crea una imagen dañina y riesgosa, y afecta incluso económicamente a la nación.
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Asimismo, cada vez más personeros eurooccidentales insisten en la necesidad de acudir a la vía diplomática para enfrentar el dislate ucraniano, entre los más recientes, el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drian, quien este lunes afirmó a una televisora local que “nada indicaba hasta el momento que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, haya decidido lanzar un ataque contra Ucrania”.
Y es que, aunque se cuiden de no decirlo en alta voz por aquello de quedar bien con el “dueño de los caballitos”, no son pocos los responsables del oeste de Europa que están conscientes de que, históricamente y hasta ahora mismo, para Washington todos ellos no han pasado ni pasan de ser “carne de asador”, en la puja con la URSS primero, y ahora contra Rusia.
Y en los propios Estados Unidos, el congresista Bernie Sanders, rechazado en dos ocasiones por la cúpula tradicionalista del Partido Demócrata como candidato a la presidencia, se pronunció contra el recalentamiento de las tensiones en torno a Ucrania, e inquirió de Washington cómo actuaría en materia de defensa si tropas extranjeras se desplegaran en actitud agresiva ante las fronteras estadounidenses.
Y es que la realidad es siempre real, y un conflicto con una Rusia como la de nuestros días es un hecho que no tendría repetición ni quedaría en memoria alguna, porque implicaría el final del género humano… y los incitadores la tienen todas consigo como para contarse entre los primeros en sucumbir.
Lo demás es tanta ficción como que Moscú es un “ogro agresivo y tenebroso” ansioso de una degollina en Ucrania y el resto de Europa.
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