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viernes, 1 de noviembre de 2024

¿Rewind a la historia?

USA, Gran Bretaña y Australia reviven el siglo XIX en su actitud hacia China...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 20/09/2021
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Joe Biden-Alianza China
Biden cocea dos veces: anunció un pacto militar antichino con Gran Bretaña y Australia, y lo hizo sin tomar en cuenta a sus restantes aliados. (Tomada de Hispan TV)

Entre 1839 y 1842 primero, y 1856 y 1860 después, Gran Bretaña, con el concurso de varias potencias extranjeras, entre ellas los Estados Unidos, ejecutaron contra China dos guerras llamadas “del opio”.

La intención estratégica en ambos casos apuntaba a deshacer, mediante la fuerza y el despojo, la hasta entonces férrea resistencia del gobierno manchú a abrir incondicionalmente el comercio interno chino a la avalancha de manufacturas del pujante y avaricioso capitalismo occidental en detrimento de las producciones locales, realmente más apreciadas que las foráneas.

Dichas agresiones militares, verdaderas guerras de rapiña frente a un gigante aún con pies de barro, hizo de China uno de los principales consumidores de opio del Oriente, droga traída a manos llenas por los británicos desde la entonces India colonizada.

Inglaterra y sus socios lograron, además, el control por Londres sobre sus masivas y particulares compras de té en China, la apertura de varios puertos al comercio con el extranjero, supresión de aranceles a las mercaderías importadas, pago de indemnizaciones a los vencedores, libre navegación por el río Yangtsé, derecho de los europeos y gringos a moverse sin trabas por China, y la conversión de Hong Kong en colonia Británica.

Sin dudas, una suma de “viejas glorias” que casi dos siglos después parecen difíciles de ser revividas, ante y sobre todo, porque China es hoy —a contrapelo de sus añejos depredadores— una potencia de primer orden global con capacidad para cerrarles el paso de forma muy costosa a los aventureros de esta centuria.

No obstante, en el imaginario de los depredadores de nuestro tiempo todo cabe y, justo este septiembre, el presidente norteamericano Joe Biden, a días de haber cursado un mensaje a Beijing para “establecer un diálogo bilateral sensato y constructivo” aparece casi sorpresivamente en público para anunciar que, junto a Gran Bretaña y Australia, su administración ha establecido una alianza militar formal denominada AUKUS para “salvaguardar el espacio Indo-Pacífico del expansionismo chino”.

Y aun cuando al referirse a los firmantes del pacto no pudo recordar siquiera el nombre del primer ministro australiano Scott Morrison, el ocupante de la Casa Blanca precisó que en lo adelante los Estados Unidos brindará también colaboración a las autoridades de Canberra para dotarlas de submarinos de propulsión nuclear con el pretendido argumento de lograr “estabilidad en una zona donde China va aumentando su influencia y capacidades militares”.

En pocas palabras, un alianza muy apegada a la “tradición oficial” norteamericana de reclutar a plena conveniencia carne de cañón ajena y desechable en toda aventura que apunte a hacer prevalecer ante todo sus intereses geopolíticos, militares y económicos, verdaderos móviles de un retorcido comportamiento internacional de carácter medular y de orden común para los verdaderos grupos de poder de la primera potencia capitalista.

Hay que apuntar que Gran Bretaña es de los más “aventajados” carnales estadounidenses en aquello de secundarles sin pensarlo dos veces, tal vez nostálgica de sus tiempos de “gran imperio universal”, de manera que en esa cuerda lo mismo ha mandado tropas a Oriente Medio y Asia Central, que coloca navíos y aviones de guerra frente a Crimea o los remite a los mares circundantes de China, como lo viene ejecutando por estos días.

Por demás, y como otra práctica recurrente Made in USA, la nueva de la creación de la AUKUS llegó a muchos otros aliados estadounidenses por la misma vía que a la gran audiencia.

Caso típico, Francia, cuyo ministerio de exteriores se quejó de que “cosas así sucedan entre socios”, mucho más cuando el anunciado “apoyo norteamericano” a Australia para dotarse de submarinos nucleares ha dejado simultáneamente sin efecto un anterior acuerdo bilateral con París para el suministro de doce sumergibles convencionales a Canberra por un monto de 66 mil millones de dólares.

“Una verdadera puñalada por la espalda”, según expresión textual del canciller galo, Jean-Yves Le Drian, quien además recordó que semejante acto “unilateral, brutal e imprevisible es muy parecido a lo que hacía el señor Donald Trump” con sus pretendidos aliados.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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