La llaman, según en lenguaje tecnocrático, “crisis humanitaria”, y bien se sabe que se trata de una definición de doble filo.
Primero, porque si en verdad constituye una tragedia brutal, no pocas veces se cita solo el hecho y se manipulan las causas, incluso por aquellos que las fomentan y luego utilizan los indignantes resultados para justificar nuevas intervenciones militares, guerras fratricididas y cambios violentos de escenarios ajenos.
Partamos primero de una realidad que no admite discusión: el éxodo de personas desde el Sur subdesarrollado al Norte subdesarrollante, no es para nada un asunto nuevo.
Quienes deben enfrentar las limitaciones económicas, políticas y sociales impuestas por sociedades dominadas desde el exterior y signadas por los patrones racistas, excluyentes y violentos de los más poderosos, son totalmente propensos a buscar salidas personales o grupales a como dé lugar, y una de ellas es intentar radicarse en los polos pretendidamente prósperos del orbe.
Solo que en los últimos decenios las aspiraciones de los promotores de las agudas asimeterías globales han ido en franco aumento y, como consecuencia, guerras y conflictos geoestratégicos en patios ajenos han empujado a mucha más gente a intentar lograr, no ya mejores condiciones de existencia, sino también a proteger su propia vida y la de sus familiares.
Lo apuntaba el analista Thierry Meyssan, quien en un artículo sobre el tema indicaba que a estas alturas un tercio de los refugiados de Medio Oriente que están llegando a suelo europeo provienen de zonas de guerras (alentadas desde el exterior) como Afganistán, Iraq, Libia o Siria.
De hecho, cita el propio estudioso, “desde el inicio de la primavera árabe, en 2011, el número de personas que trata de cruzar el Mediterráneo y entrar en la Unión Europea ha aumentado considerablemente, sobrepasando incluso el doble de cifras anteriores, y se elevó en 2014 a 626 000 personas”.
El drama, sin embargo, se recrudece cuando la gigantesca ola de refugiados que salen de sus naciones de origen se convierte en fácil y codiciada materia prima para los traficantes de personas, los explotadores del mercado del sexo tarifado, y hasta aquellos que mercadean con órganos humanos.
Mientras, y en pleno ejercicio del mayor de los cinismos, los oscuros intereses que con su injerencia y ambiciones establecieron las condicionantes objetivas y subjetivas del desastre, tocan a rebato para desbarrar sobre la nociva “invasión extranjera” de “seres de segunda”, que intentan probar suerte en “sociedades cultas, estructuradas y superiores en todos los sentidos”.
Proyección que —como ya advertimos— no descarta, a tono con los planes de reinado universal vigentes entre algunos segmentos reaccionarios, esgrimir la citada “crisis humanitaria” como pretexto para azuzar malas voluntades y agresiones de toda índole contra determinados “gobiernos y Estados fallidos” considerados incómodos al gran plan general de dominio.
En esas circunstancias, suelen decir tales sujetos, nunca vienen mal las imágenes de unos miles de ahogados en el mar o de seres obligados a vivir como cerdos en restringidas áreas baldías.
Lo cierto es que, según organismos especializados, desde el año 2000, la cifra de inmigrantes muertos durante la riesgosa travesía por el Mar Mediterráneo en busca de suelo europeo asciende a 37 000.
Además, las mismas fuentes precisaron que solo en 2016 ese macabro guarismo sumó otras 5 000 víctimas fatales.
Mientras, concluye el documento de marras, “los últimos doce meses se han caracterizado por una desesperante lentitud en el ritmo de acogida de estas personas, y por una escasa eficacia de los países receptores para poner en marcha procesos de reubicación y asentamiento”, al tiempo que resulta notoria la “sorprendente rapidez” para crear todo tipo de obstáculos a los que buscan protección internacional.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.