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domingo, 17 de noviembre de 2024

Recolonizar a África ¿sí o no?

Dos hitos históricos del siglo XIX se rebelan hoy contra las intenciones de someter al continente a continuar siendo explotado hasta la saciedad trasnacional y ser víctima de un viejo orden imperial que utiliza un nuevo maquillaje...

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 19/03/2020
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Recolonización África
La recolonización comenzó con el asesinato de Muamar Gadafi, afirman estudiosos (Reuters)

Hoy, cuando se activan los intentos de “recolonizar” a África intensificando sus conflictos e incentivando el caos es saludable repasar la historia y aferrarse a momentos cruciales para evitar que la gula transnacional logre su objetivo.

“La crisis financiera generada en los Estados Unidos y la actual crisis europea, afectan a uno de los centros de poder global como es la Unión Europea, por primera vez en la historia, dominada y dirigida con mano férrea por Alemania”, cita el politólogo Gustavo Adolfo Vargas.

Por esa situación, afirma que la cooperación en el Viejo Continente se reubica en regiones como África, que por cercanía geopolítica y nuevos planes estratégicos alcanza mayor preeminencia en los proyectos de Occidente en el ámbito de la tendencia a la derechización extrema de sus élites.

Está en marcha un proceso de reordenamiento global que para su configuración no descarta la ocurrencia de conflictos armados, escaladas de flujos migratorios, desastres climáticos y catástrofes humanitarias, todos son amenazas que penden sobre el planeta, pero que siempre afectan más a los desfavorecidos como África.

Le Potentiel expuso en 2011 que: “Las guerras emprendidas por los ejércitos occidentales en Libia y Costa de Marfil abren un nuevo estilo de recolonización. La coartada de la democracia y de la protección de la población civil ofrece a la ONU y a los países occidentales la posibilidad de preparar el terreno para la reconquista de África”.

Para Freddy Mulumba Kabuay, en esa revista congoleña, tales contiendas tienen dos fines, primero relanzar sus economías con la depredación de las riquezas africanas mientras recobran una legitimidad política perdida ante su opinión pública y el segundo, controlar los escasos recursos naturales para enfrentar a las potencias emergentes.

El continente africano presenta un cuadro complejo en el que sobran vicisitudes y escasean las esperanzas con las que en los años 60 del siglo pasado se desarrolló el proceso de liberación nacional concluido con la eliminación del coloniaje en los grandes territorios controlados por Portugal en la región subsahariana: Angola y Mozambique.

Este año se cumplen seis décadas de la independencia congoleña, un símbolo para todo el continente y una llama peligrosa que trató de apagar Occidente con la conspiración y asesinato del líder Patricio Lumumba, en obediencia a intereses políticos y económicos belgas, estadounidenses, y de sus trasnacionales mineras.

Sobre lo ocurrido con el primer ministro secuestrado y traicionado en 1961, el Che Guevara subrayó ante la ONU la desconfianza con que hay que evaluar cada acción del imperialismo para que los pueblos no caigan en sus trampas; actualmente esa alerta cobra una vigencia inconmensurable.

Se intenta recolonizar dando fuerza a campañas militares que imponen la existencia de jefaturas foráneas como el Africom (Comando de Estados Unidos para África) para el continente, con la multiplicación de misiones antiterroristas o cumpliendo papeles policiales, para demostrar la incapacidad de la región en asuntos de seguridad.

El desmontaje de Libia —importante productor petrolero— y la estancada solución del conflicto en el oriente de la República Democrática del Congo, así como el incremento de tensiones en la franja semidesértica del Sahel y la cuenca del lago Chad, coinciden con el propósito de coartar la estabilidad regional y por consiguiente su soberanía.

Al plantar un cerco (real y psicológico) se enclaustran las posibilidades de cambiar el tiempo, se provoca una contracción de los mejores empeños y su posterior colapso, entonces comienza a emplearse la denominación de Estados fallidos o fracasados a los que se aconseja seguir normas de sujeción neoliberales para una supuesta salvación.

Y ahí está una de los timos: el condicionamiento como punto de partida para implementar acciones o mecanismos de supuesta colaboración, que en realidad no trascienden lo suficiente o endeudan más al continente en medio de un marasmo que le impide hallar soluciones viables a los problemas.

Es entonces cuando necesariamente emergen de las tinieblas las memorias de ilustres e inolvidables jornadas como fueron las batallas de Adwa e Isandhlwana, en Etiopía y Sudáfrica, respectivamente, las cuales mostraron la rebeldía africana en el opresivo contexto colonial.

En marzo de 1896, hace hoy 124 años, el ejército imperial etíope de Negus Menelik II (Rey de Reyes) derrotó a las tropas italianas del general italiano Oreste Baratieri en lo que se conoce como la épica batalla ocurrida entre las colinas de Adwa, en el norte de Tigray.

Cuatro brigadas integraban las tropas italianas (unos 20 000 hombres), con 56 piezas de artillería. Con ella marchaba un grupo de infantería de askaris —nativos— reclutado en Eritrea, pero comandado por oficiales del país europeo, lo cual les convertía a esos africanos en “carne de cañón”.

La invasión italiana contra los abisinios de Menelik II (hoy etíopes) concluyó con la derrota de la fuerza europea, Roma se vio obligada a firmar el Tratado de Addis Abeba, en el cual reconoció a Abisinia como Estado independiente y constituyó el descrédito militar de Baratieri.  

Otro ejemplo de lucha contra el colonialismo lo escenificaron los zulúes en la batalla de Isandhlwana, en Sudáfrica, en 1879, contra las tropas imperiales británicas, que portaban fusiles de retrocarga Martini-Henry, dos cañones de montaña de 76 milímetros y una batería artillera Hale.

Once días después de la invasión a territorio de la comunidad sureña africana, un contingente nativo armados principalmente con armas cortas rústicas, lanzas y escudos de piel con varios mosquetes y fusiles viejos, atacó a una columna del ejército europeo compuesto por 1800 hombres.

Esa batalla fue una victoria decisiva para los africanos y constituyó una derrota clave de la primera invasión británica contra su territorio, el resultado fueron mil bajas zulúes y 1300 soldados invasores muertos.

Los anteriormente descritos solo son dos hitos en la historia africana, habría que incluir otros contemporáneos que sobresalen por su esencia anticolonial en tiempos en los que la voracidad se multiplica para expoliar cada vez más los recursos a nombre de un engañoso mito civilizador, que en realidad tipifica la recolonización, la barbarie.


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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