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miércoles, 30 de octubre de 2024

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Calibrar lo que ahora está sucediendo en el Este de Ucrania y reconocer la verdad en medio de la maraña de desinformación y torceduras mediáticas que le rodean, es clave para una conclusión lo más inmediata a la verdad.

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 25/02/2022
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Tropas Rusia Ucrania
Rusia inició su operación militar en el Donbas como res-puesta al cerco militar occidental.

La entrada de tropas rusas en las repúblicas autónomas de Donetsk y Lugansk -previo acuerdo con las autoridades locales- de manera de garantizar su defensa ante las constantes acciones violentas desde Ucrania, ha despertado un verdadero tsunami de propaganda, análisis, conjeturas, valoraciones y criterios de  los más variados tintes y en los más diversos tonos.

Algunos, los que se pliegan a la histórica demonización de Moscú a partir de las ordenanzas hegemonistas, se desgañitan ante una pretendida “infame agresión” derivada de las “ambiciones expansionistas de Vladímir Putin”.

Otros acuden al contenido formal y seco de las normas jurídicas para expresar sus calificativos, mientras -tal vez los menos- intentan un equilibrio de criterios que se acerque en todo lo posible a la objetividad.

Entre los primeros revientan improperios, amenazas y sanciones cocinadas de antemano en el horno donde se pretende incinerar hasta la propia existencia de Rusia como nación.

Son los que aplauden el gozo gringo de proclamar ahora un cerco universal y absoluto contra un país que, luego de la desaparición de su antecesor soviético y el fin de la rivalidad ideológica que sirvió de sustrato a la Guerra Fría, nunca vio correspondido su interés de un acercamiento sincero, estable, respetuoso y mutuamente ventajoso con sus viejos oponentes.

De los segundos, su rigidez burocrática y su almidonado formalismo solo deriva juicios tiesos y ajenos a lo tangible.

Los terceros, en cambio, pretenden poner las buenas y las malas sobre la mesa con todos los referentes posibles, de manera de ayudar a que los razonamientos tomen  los caminos más exactos y certeros.

Y a la labor de este segmento intentaremos suscribirnos en un terroso asunto que podría desembocar en el holocausto definitivo del género humano.

En consecuencia, hay que indicar que, si bien la reacción rusa tiene tintes extremos, en realidad resulta lo más parecido a la lógica actuación de quien ha sido empujado a un callejón sin honorable salida, obra exclusiva, en este caso, de los poderes hegemonistas de factura Made in USA y sus timoratos aliados de la OTAN y de otras latitudes.

La marcha al Este de ese militarismo combinado no reparó en descoyuntar a Yugoslavia; rodar los límites de seguridad prometidos al Kremlin hasta  las propias divisorias del gigante euroasiático; “revolucionar” a Ucrania a favor de oligarcas y neo nazis del talante de Andriy Biletsky, fundador y comandante del titulado Batallón mercenario Azov, entrenado y armado por la CIA estadounidense y el M-16 británico para actuar en el violento cambio de gobierno en Kiev en 2014 y luego dedicado a hostilizar a los pobladores del Donbas; y promover la conversión del suelo ucraniano en una real amenaza contra la propia existencia de Rusia.

Son hechos reales y comprobables que, a la hora de fijar responsabilidades, convierten a Washington y a la OTAN en gestores netos y natos del preocupante y peligroso escenario al que hoy se aboca el planeta.

Y si en 1962 los Estados Unidos no reparó en consecuencias cuando, en un acto defensivo frente al despliegue de misiles nucleares norteamericanos en Europa y Turquía, la URSS instaló cohetes de alcance medio en Cuba con pleno consentimiento de sus legítimas autoridades, qué esperaba entonces que hiciera Rusia frente a la posibilidad cierta de que Moscú fuese colocado a pocos minutos del alcance de los proyectiles balísticos de USA y la OTAN.

Por supuesto que no es agradable ni deseable que la guerra se imponga como método para resolver diferendos, pero para ello resulta indispensable que los oponentes muestren decencia, honestidad y objetividad, elementos que sin dudas nunca Occidente ha dispensado, ni a la extinta Unión Soviética, ni a la que gustan llamar hoy “la Rusia de Vladímir Putin”.

En consecuencia, calibrar lo que ahora está sucediendo en el Este de Ucrania y reconocer la verdad en medio de la maraña de desinformación y torceduras mediáticas que le rodean, es clave para una conclusión lo más inmediata a la verdad.

 Y no es precisamente con ignorancia, sentimientos embotados, ni bultos de ingenuidad que alguien logrará acceder a la médula del entuerto.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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