Tras conocerse las últimas encuestas de cara a las elecciones presidenciales de octubre del año próximo, que señalan que el expresidente Luis Inácio Lula da Silva ganaría en primera vuelta con más del 50 por ciento de los votos, la derecha estudia la posibilidad de que el ultraderechista presidente brasileño Jair Bolsonaro no se presente en las elecciones.
La candidatura de Lula toma mayor impulso desde que la convención del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) anunciara no lanzar un presidenciable propio y apoyar la unidad de la izquierda contra Bolsonaro, para derrotar a la extrema derecha.
Esta posibilidad de otros candidatos está comenzando a ser manejada como una opción por varios líderes de los partidos que se encuadran en lo que denomina centrão, un grupo de sectores de centro y centroderecha que son la base de apoyo del mandatario en el Congreso.
La última encuesta muestra que el Bolsonaro obtendría solo el 23% de los votos si las elecciones se celebraran ya. Más atrás, figuran el laborista Ciro Gomes con un 7%, el derechista gobernador de São Paulo, João Doria y el exministro de Salud Luiz Henrique Mandetta, cercano al bolsonarismo.
Un análisis de Datafolha del 26 de setiembre señala que Bolsonaro perdió 35% de los que votaron por él en 2018 y que el 23% ya declaró que votará a Lula. Añade que el porcentual de arrepentidos es creciente y revela que muchos de quienes fueron manipulados en las elecciones de 2018 regresarán el voto al PT.
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Una de las alternativas que se manejan es que Bolsonaro no busque su reelección pero que sí incida en la designación de otro candidato a quien apoyar en las elecciones, para así evitar lo que parece inevitable: una derrota frente al líder del Partido de los Trabajadores, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, algo que indican todos los sondeos de opinión de intención de voto.
A cambio de dar un paso al costado, el presidente ultraderechista obtendría el respaldo de estos partidos para poder evitar investigaciones judiciales que lo alcancen tanto a él como a sus hijos. El propio Bolsonaro ya planteó en varias ocasiones la posibilidad de ser encarcelado, la última de ellas durante el discurso que dio el 7 de setiembre en un masivo acto en su favor en San Pablo. Dijo que intentarían juzgarlo, pero aseguró ante sus seguidores: “Nunca seré arrestado”.
El presidente está plenamente consciente de que no tiene chance alguna de ganar en los comicios del año que viene, y su preocupación central es evitar a la Justicia una vez que su mandato haya finalizado, el primero de enero de 2023.
Bolsonaro, regresó el miércoles al país tras un negacionista discurso ante la ONU y dejó en Nueva York a su ministro de Salud, Marcelo Queiroga, positivo de Covid-19 después de participar en diversos eventos de Naciones Unidas. “Papelón”, “vergüenza” e “irresponsabilidad” fueron algunas de las palabras dirigidas a Bolsonaro en una comisión del Senado que investiga la gestión del gobierno frente al Covid-19.
En su gobierno, hubo absoluto silencio. Bolsonaro, siempre febril en las redes sociales, ignoró el asunto, igual que los miembros de su delegación. La prensa recordó que en marzo de 2020, Bolsonaro había estado en Miami para reunirse con el entonces presidente Donald Trump, y a su regreso se supo que su jefe de prensa en la época, Fabio Wajngarten, miembro de su comitiva, había dado positivo a la Covid-19.
Como ahora en la ONU, Bolsonaro ya atribuía la crisis sanitaria a una “ficción” generada por la prensa global y afirmaba que existen “gripes que han matado mucho más”. En Brasil, la gripezinha ya produjo 600 mil muertos.
El respaldo popular al mandatario roza el 20 por ciento. Con su popularidad en caída libre, Jair Bolsonaro también pierde el crucial apoyo de los evangélicos que votaron masivamente por él en 2018 y fueron una base de apoyo central en el primer tramo de su gobierno. Una encuesta del instituto Ipec señala que el 59% de los evangélicos dice "no confiar" en el mandatario.
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La polarización se impone. Para los analistas, la tercera vía no existe: es una invención de las clases dominantes y sus medios, una terminología oportunista para simular una realidad inexistente que trata de fabricar una opción anti-Lula.
Además de Bolsonaro, quienes manejan el poder están probando la viabilidad electoral de ocho alternativas de “laboratorio”: Ciro Gomes, Joao Dória, Luiz Henrique Mandetta, Sergio Moro, José Luiz Datena, Rodrigo Pacheco, Simone Tebet y Alessandro Vieira. Todos ellos están dispuestos a la devastación del país y destrucción de los derechos sociales en el Congreso. Pertenecen a la misma raíz ideológica; son defensores comprometidos del ultraliberalismo y del salvaje proceso de saqueo y pillaje que se desarrolla en el país.
Sin embargo, las últimas encuestas demuestran que el experimento no está funcionando, y muestra a Lula ganando en primera vuelta. Bolsonaro es el candidato más competitivo del establishment .
Desde el fin de la dictadura, se han realizado ocho elecciones presidenciales en Brasil. En ellas, dos campos disputaron el gobierno: neoliberales versus antineoliberales; derecha versus izquierda; PT versus anti- PT . El Partido de los Trabajadores siempre fue la principal fuerza del campo popular y progresista en la disputa con las fuerzas políticas y los partidos conservadores del bloque dominante.
Y, a excepción de 1989 y 2018, cuando Collor y Bolsonaro encabezaron la polarización con el PT, en las otras elecciones el PSDB fue el partido que lideró la rivalidad anti-PT. Y, seguramente, en las elecciones de 2022 se repetirá esta polarización y la duda está en quién será el principal oponente de Lula en una elección que tiene enormes posibilidades de decidirse en primera vuelta.
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