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lunes, 18 de noviembre de 2024

Política de acémila

Trump sabotea toda solución pacífica del conflicto palestino...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 09/12/2017
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Hace bastante tiempo dijimos que dirigir un país no es lo mismo que encabezar un negocio millonario, donde la máxima es sacar todo del oponente a cambio de dar lo menos posible. Y el señor presidente de los Estados Unidos está poniendo en evidencia que tiene menos de estadista que lo que puede exhibir un mulo de catedrático universitario.

Basta con señalar que sus decisiones en política externa se conducen únicamente por la total ilógica (mucho más en estos tiempos de raudos cambios globales) de que Washington dice y  hace y los demás callan y otorgan, o de lo contrario las “iras imperiales” restallan  contra los indóciles.

Lo diferente hoy es que esos “indóciles” no son vulnerables palomitas, sino interlocutores con las suficientes agallas y poderío como para disputar en serio.

Lo otro es que agitar los ripios de guapo de barrio ya no rinde beneficio alguno a los promotores de semejante comportamiento, pero como están al frente de la primera potencia capitalista, la gran y última afectada es precisamente la nación que dicen representar y conducir. De manera que cuando algún norteamericano escuche frases nada edificantes sobre su tierra de origen ya sabe  a quienes culpar.

Mientras, es evidente que a los que dirigen la Casa Blanca esas cosas no les preocupan demasiado mientras puedan proyectar su ego omnipotente.

Es el caso por estos días de la absurda, peligrosa e irresponsable decisión de Donald Trump de reconocer la soberanía sionista sobre la disputada ciudad de Jerusalén o Al-Quds, pasando por encima de todas las disposiciones internacionales sobre el tema y, por supuesto, anulando de facto las demandas palestinas sobre la urbe y su destino.

Se trata de un espaldarazo que, aún en medio de la condena de la mayoría del Consejo de Seguridad de la ONU, reunido en sesión de emergencia ante semejante disparate, fue justificado por la ya notoria embajadora gringa ante el máximo organismo mundial, Nikki Haley, quien la emprendió contra quienes critican a Israel y a la política favoritista de Washington con respecto a su carnal mesoriental, a la vez que expresó su deseo de que todas las naciones, al igual que los Estados Unidos “trasladen sus sedes diplomáticas a Jerusalén.

Ni que contar el entusiasmo de la delegación sionista, que afirmó sin miramientos que la Casa Blanca les “devolvió Al Quds como capital eterna de Israel”.

Sin embargo, si algo sigue siendo notorio, es precisamente el rechazo casi absoluto a esa decisión, una reacción que eleva el aislamiento de los Estados Unidos en el seno de la comunidad mundial, incluso a contrapelo de no pocos de sus aliados más cercanos.

De hecho, las naciones de la Comunidad Europea indicaron en los debates que no comparten la decisión de Trump, al igual que representantes de naciones árabes  proclives a las barbaridades que los sectores hegemonistas han instaurado en Oriente Medio y Asia Central en los últimos años.

Y si la medida norteamericana ha soliviantando a todo el escenario musulmán llenando calles y ciudades de marchas y protestas masivas, un Israel que se siente “bien protegido” arremetió de inmediato con su fuerza aérea contra la Franja de Gaza, asesinando e hiriendo a numerosos civiles a cuenta de “combatir a los extremistas palestinos” cuya soberanía sobre Jerusalén desconoce y pretende liquidar por todos los medios posibles, incluidas las bendiciones llegadas de las orillas del Potomac.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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