Para el próximo domingo 6 de junio está prevista la segunda vuelta electoral en el Perú. La sorpresa de la primera vuelta, el candidato Pedro Castillo enfrentará a la animadora habitual de los balotajes, de apellido tristemente célebre: Fujimori. Keiko Fujimori, la hija del dictador Alberto Fujimori llega a segunda vuelta por tercera vez, perdió antes en 2011 y en 2016.
Y aunque este personaje es conocido, la situación no es la misma. Para empezar, en las primeras vueltas de 2011 y 2016 el voto no estuvo tan fragmentado. Los candidatos que pasaron a segunda vuelta sumaron entre los dos el 60 por ciento de los votos válidos en 2016 y el 55 por ciento en 2011. Pero en esta última primera vuelta, Castillo y Fujimori sumaron apenas el 32 por ciento de los votos y además en una elección con una marcada caída de participación. En 2011 participó (siempre hablando de las primeras vueltas) el 83 por ciento de los inscriptos, en 2016 el 81 por ciento y en estas de 2021, el 70 por ciento.
Es decir, voto fragmentado y creciente descreimiento en la política. Esto no es el mejor escenario de cara a la segunda vuelta de junio, en la que los participantes tienen que salir a disputar el grueso de sus votos entre electores que no los votaron en la primera vuelta, o atraer a quienes directamente no votaron.
Un dato importante es que la Comisión Política Nacional del movimiento Nuevo Perú, partido de la progresista Verónika Mendoza, anunció su respaldo a la candidatura de Pedro Castillo en la segunda vuelta. “El triunfo de Pedro Castillo expresa una voluntad de cambio y puede viabilizar una salida democrática y popular a la crisis, cerrando el paso a la opción autoritaria y corrupta que representa el fujimorismo”, detalló Nuevo Perú.
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La primera encuesta que circula en Perú hacia la segunda vuelta dice que Pedro Castillo arranca con un 42 por ciento de preferencia electoral, contra un 31 por ciento de Keiko Fujimori. Pero todavía falta muchísimo, en un escenario muy volátil, en donde, al menos en las primeras maniobras de ambos contendientes, se los ve decididos a pelearse discursivamente en la derecha del ring.
Keiko dice que Castillo es chavista, y Castillo se desmarca diciendo que los venezolanos que llegaron a Perú -dice él- a delinquir tienen que irse… Y así. Si esta va a ser la tónica del debate, y no las diferencias de enfoque importantes que hay entre los dos candidatos, las semanas que vienen se ven sombrías.
Si, en cambio, Castillo pone en el centro su propuesta de una nueva Constitución para salir de los últimas décadas complejas desde el punto de vista de la corrupción y la inestabilidad institucional, esto podría hacer que más sectores políticos tomen posición clara ante el balotaje. También falta saber si los medios hegemónicos se volcarán exclusivamente a la derecha representada por Keiko, quien -no se puede perder de vista- es una candidata resistida en una parte de la población peruana, que recuerda el desastre de los años de gobierno de su padre.
Pero aún falta un largo, complejo y difícil camino para llegar a la votación última, y hay quienes señalan que la difusión de encuestas puede ser una estratagema para crear dudas y miedo en la población, junto con la enorme campaña de desprestigio que desde los medios hegemónicos de comunicación se lleva contra Pedro Castillo y lo que representa.
Pero estas son especulaciones iniciales, lo cierto es que todavía falta mucho y no hay que perder de vista que esta segunda vuelta se realizará en un escenario complejo. Obviamente el contexto en el que se ha desarrollado la primera vuelta, con 18 candidatos, fragmentación y polarización, será distinto al que se desarrollará en la segunda Y también son radicalmente distintos a los contextos de anteriores elecciones presidenciales, en diversos planos.
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La desigualdad se ha disparado en el Perú en cifras récord a la par del crecimiento, récord también, de su producto interno bruto; traccionado por industrias extractivistas, especialmente del cobre, que no generan empleo ni desarrollo local a mediano y largo plazo, mientras en lo político se sucedían escándalos de corrupción, y renuncias y vacancias en lo más alto del gobierno.
Todo esto en medio del desastre de la Covid-19. Si la primera ola el año pasado pegó duro en el Perú, ahora la segunda ola hace estragos y mantienen al país como uno de los de mayor cantidad de muertes según su población en todo el mundo. Además de la dimensión económica de la pandemia, con casi siete millones de desempleados y una retracción superior al 17 por ciento.
¿Estará el debate electoral hacia la segunda vuelta en el Perú a la altura de esta difícil situación sanitaria, económica y social? Por ahora, no parece.
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