Algunos analistas políticos comentan en estos días que las recientes elecciones para gobernadores y otros cargos en tres Estados mexicanos, entre ellos el de México, son el reflejo del sistema político de una nación marcada por la corrupción, el fraude, el narcotráfico y los grupos mafiosos.
Estos comicios, cuyos resultados oficiales se conocerán el próximo domingo, revisten singular importancia —si fueran transparentes— para el espectro político mexicano, pues muchos, aunque no necesariamente el comportamiento ciudadano sea igual en el 2018, los consideran un balón de ensayo para el próximo cambio de gobierno.
Aunque también hubo liza en Coahuila y Nayarit, para los políticos, tanto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) del presidente Enrique Peña Nieto como los de oposición, el resultado en el Estado de México marcaría la tendencia ciudadana, con posibilidades de quebrar el monopolio de más de 80 años de gobierno de la organización oficialista de derecha.
Analistas del sistema político mexicano advirtieron en fecha temprana que, como en anteriores ocasiones, el pasado día 4 habría adulteración de las actas electorales ingresadas al sistema de conteo y manipulación del algoritmo que va determinando el resultado conforme se cuentan las casillas.
Recordaron que es habitual la compra masiva de votos a la población empobrecida a cambio de ingresar a programas de asistencia social; y la intimidación con violencia a los militantes de la oposición por parte de sicarios, amén de las acostumbradas promesas de tráfico de influencias, chantaje y control sobre concesionarios de todo el Estado de México; y la utilización de los medios de comunicación para atacar a candidatos progresistas, incluso en las redes sociales.
EL ESTADO MÁS CODICIADO
El estado de México es el más poblado del país, ya que cuenta con más de 19 millones de habitantes, más de 11 millones de ellos con derecho al voto, además de sus altos presupuestos y otros factores que lo convierten en foco definidor del futuro político nacional. De ahí la trascendencia de la liza en que también participaron, entre otros, el eterno rival del PRI, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), la organización del izquierdista Manuel López Obrador, con su candidata Delfina Gómez.
Para la mayoría de los observadores, Gómez se situaba en paridad de condiciones, y varios la dieron como ganadora, con Alfredo del Mazo, primo lejano de Peña Nieto (quien también dirigió ese territorio) y candidato de la agrupación oficialista que, por las particularidades del sistema político mexicano atraviesa un pronunciado declive, al menos en el cotidiano de la población.
Sin embargo, los datos divulgados por el Programa de Resultados Preliminares (PREP) que reproduce la prensa mexicana e internacional indican que luego de contabilizadas el 97,3 % de las boletas, el PRI ocupó el primer lugar, seguido por MORENA (30,81 %), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) (17,82 %), el PAN (11,27 %) y otros el 6,39 %.
Además de Gómez y Del Mazo, también optaron por la gobernación Josefina Vázquez, del PAN y Julián Cepeda, del PRD.
Según el PREP, Del Mazo obtuvo 1 955 347 (un millón novecientos cincuenta y cinco mil trescientos cuarenta y siete) votos —2,9 % más que Gómez—, cifras impugnadas por MORENA, víctima de fraude en otros comicios.
En Coahuila, el PREP afirmó que también el PRI ganó, al obtener su postulado Miguel Riquelme, 13 253 votos más sobre Guillermo Anaya, quien compitió por segunda vez. Anaya también impugnó los resultados.
En Nayarit, el PRI perdió la elección, ya que su candidato Manuel Cota solo obtuvo 123 572 votos, o sea, 26,82 %.
Apenas 24 horas después de los comicios, López Obrador y Gómez demandaron al ente electoral nacional la “limpieza” de los comicios y denunciaron irregularidades cometidas antes y en el día de la votación, solicitud que con certeza quedará en el limbo político oficialista.
Del Mazo, como la mayoría de los gobernadores del Estado de México, procede del poderoso Grupo de Atlacomulco, un conjunto de familias adineradas con intereses políticos y económicos comunes, integradas a finales del siglo XIX. Su padre y abuelo también gobernaron el Estado de México entre 1981-1986 y 1945-1951, respectivamente, además de su pariente Peña Nieto entre el 2005 y el 2011.
Luego de publicitarse los resultados extraoficiales de manera anticipada este miércoles, pero que la clase política oficialista considera valederos, el líder de MORENA denunció el fraude electoral, típico en México, que, en su opinión, ya le había robado la presidencia del país en dos ocasiones.
Para ese partido, una victoria en el Estado clave de la nación implicaba posicionar a López Obrador como un fuerte candidato de la izquierda y el progresismo de cara a la presidencial el próximo año, lo cual tampoco tendría que desecharse aunque ahora perdiese su candidata.
Sin embargo, que las fuerzas de izquierda ganen Los Pinos es una meta difícil, dado el grado de corrupción que históricamente rodean los comicios en el antiguo país de los aztecas, de población mayoritariamente pobre, cansada de los sucios manejos a todos los niveles políticos, la violencia y las prácticas electorales ilegales, como la compra de votos y el financiamiento irregular, denunciadas incluso durante esta última campaña electoral.
Aun cuando Peña Nieto sea repudiado por una gran parte de la población mexicana —el 39 % considera que los carteles de las drogas poseen el poder en México y no él, según la empresa Parametría—, las élites capitalistas no permitirán que la presidencia sea ocupada por la izquierda y para ello se emplean a fondo.
No se entendería, si así no actuara, que un candidato del PRI obtuviera el gobierno del Estado más poderoso, cuando bajo ese partido aumentaron y recrudecieron la violencia y la impunidad de los asesinatos cometidos, fueron detenidos dos de sus gobernadores por corrupción, impuso un plan neoliberal con altas tarifas a servicios básicos y dio una tibia respuesta oficial a las amenazas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien pisotea la dignidad de los mexicanos.
Aun cuando la generalidad de las encuestas realizadas a un año de las presidenciales dan como posible ganador a López Obrador resultará difícil ese resultado si el líder progresista no logra alianza con otros partidos y forman un bloque monolítico, pues en solitario MORENA carece de fuerzas para llegar a Los Pinos, teniendo en cuenta el aparataje mediático y el dinero dispuesto a gastar por la oligarquía mexicana para evitarlo.
Críticos de esta figura política consideran que, aunque coinciden en la fraudulencia electoral, el líder de MORENA debe brindarles más oportunidades a sus candidatos en todo el país, pues recae en su persona el protagonismo, como ocurrió ahora, cuando Gómez nunca construyó una campaña de fuerte presencia personal y articulación partidista.
Algunas lecciones ya aprendidas de antemano dejaron estas elecciones, en que el viejo PRI, desprestigiado, acude a las tropelías para mantenerse, pero también indican que es preciso una unidad compacta de las fuerzas progresistas para crear una conciencia nacional que impida nuevos fraudes y otras felonías en el vasto territorio mexicano.
La legislación electoral permite que cada uno de los 32 Estados integrantes de los Estados Unidos Mexicanos determine su particular calendario electoral. Cada seis años hay comicios para renovar los gobernadores, y cada tres para los presidentes municipales, diputados federales y otras autoridades locales.
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