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miércoles, 30 de octubre de 2024

Operación lavamanos

Caliente el horno, mejor sacar las manos y dejar las papas al fuego...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 05/03/2022
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Presidente Zelensky y Secretario de Defensa de USA Lloyd Austin
Zelenski junto al Secretario de Defensa Lloyd Austin, du-rante una visita a Washington en agosto de 2021. (HispanTV)

Triste imagen (debería ser además altamente aleccionadora) la del señor secretario de Defensa de los poderosos, solidarios, amistosos, justos y enérgicos Estados Unidos de América, míster Lloyd Austin, cuando el pasado día tres de marzo respondió tajantemente al jefe de gobierno de Kiev ante su solicitud de más apoyo frente a Moscú, que Washington “no luchará contra Rusia por Ucrania”. Algo así como un “olvídanos y arréglatelas como puedas”.

No fue el único. Automáticamente Jens Stoltenberg, el jefe de la OTAN, tan exigente y aparatoso en aquello de frenar “las apetencias del Kremlin”, no quiso perder un segundo en confirmar que esa entidad belicista a la que Kiev aspiraba ingresar, “no tiene planes de desplegar tropas dentro de Ucrania, ya que esa nación no es un miembro de la Alianza Atlántica, sino solo un aliado”.

Por esas horas, otro otanista, el presidente polaco Andrzej Duda, negó versiones sobre el suministro de aviones militares de su país a Ucrania, porque “no le interesa involucrarse en un conflicto ajeno”.

Y desde Alemania, el canciller Olaf Scholz se acordó por añadidura de subrayar que “no haber incluido a Ucrania y Georgia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte es una decisión correcta”.

De hecho, enfatizó, “no habrá decisiones que lleven a los Estados miembros de la OTAN a participar de manera militar en Ucrania. Eso implicaría grandes peligros y provocaría una escalada dramática de la situación”.

De manera que, de alguna forma, toman cuerpo ciertos comentarios del actual presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en el sentido de que se ha “quedado solo” ante la operación militar iniciada por Rusia.

Desde luego, de hecho no es tan así, porque si bien Washington y sus maleables compadres de la OTAN afirman ahora rotundamente que no meterán directamente las manos en el fuego de una guerra pretendidamente forastera, es evidente y público que están remitiendo a Kiev pertrechos, informes de inteligencia, y seguramente mercenarios y hasta terroristas bajo el disfraz de “voluntarios” (nada nuevo esto último en sus aventuras externas).

El tema es sencillo y calculado. Topar con una Rusia en sus trece en materia de defender y asegurar su seguridad luego de decenios de burlas a sus intentos por concretar caminos pacíficos y diplomáticos, constituiría para Occidente un reto mayúsculo, por tanto, el timón debe ser girado en favor de que las bajas y la destrucción quede únicamente entre rusos y ucranianos.

Siempre será más factible remitir apoyo letal, ampliar la metódica demonización de Rusia, intentar empantanarla militarmente en suelo ucraniano, y cargarla de exorbitantes sanciones de toda índole, que jugarse la carta de ver sus ciudades a merced de la cohetería supersónica del Kremlin y el despliegue de sus columnas de combate.

En cuanto a Ucrania, ningún compromiso que signifique correr riesgos decisivos. Al fin y al cabo, y especialmente para los estamentos de poder norteamericano, las autoridades de Kiev son tan usables y desechables como sus más viejos y cercanos íntimos de la OTAN.

Y es que tal vez algunos no lo recuerden, no quieran hacerlo, o no deseen admitir que lo saben, pero la realidad es real, y la OTAN nunca ha pasado de ser la agrupación asimétrica que bajo permanente tutela gringa (desde su fundación su más alto cargo militar tiene que ser por plantilla inamovible un alto mando norteamericano) cumple funciones de compinche de relleno en las tropelías hegemonistas norteamericanas, y base avanzada de Washington para establecer tropas, armamento, aviones y flotas navales, misiles y estaciones de rastreo y espionaje en terreno ajeno y susceptible de ser volado en pedazos a cuenta de la defensa de su socio de allende el Atlántico… y Ucrania cuadra en esa misma horma, pero carente de DNI.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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