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viernes, 8 de noviembre de 2024

Lo sustancial en lo insustancial

Los debates entre los candidatos a la presidencia norteamericana siguen por las ramas…y sucias…

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 10/10/2016
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Cierto que una de las más viejas discusiones de la historia política de la humanidad tiene como epicentro el tema de la democracia.

Pero en verdad, si hay algo trascendente y clave en este asunto, es que más allá de estructuración, modalidades y formas de proyectarse, todas susceptibles de discusión, la democracia requiere al menos de seriedad y respeto hacia quien se supone que la construye y afianza con su participación y nivel decisorio, es decir, la ciudadanía.

Y lamentablemente, aún cuando alguno no comparta este criterio, hay que tomar muy en cuenta los juicios de aquellos que luego de los dos primeros debates entre los aspirantes a la presidencia norteamericana, la demócrata Hillary Clinton, y el republicano Donald Trump, aducen que la falta de rectitud y consideración hacia el electorado resulta el plato fuerte que ambos personajes han ejercitado ante las cámaras de la televisión. Es decir, la sustancia dentro de tanta insustancialidad.

De hecho, en no pocos mensajes aparecidos en la redes sociales, los firmantes se preguntan como una sociedad puede elegir con entera certeza a su máxima figura cuando actos tan cruciales como la exposición de sus criterios claves sobre el país, se convierten en un estira y encoge mutuo de acusaciones, agitación de trapos sucios, y cortinas de humo destinadas a proteger imágenes más que ha analizar los problemas y demandas de la ciudanía y exponer sus respectivos programas para intentar soluciones viables y de extendido beneficio.

Porque que Hillary Clinton y Donald Trump al menos hayan dedicado unos minutos para prometer cada uno por su parte, en breves y similares frases, que serán el “presidente ideal de todos los norteamericanos”, no resulta nada crucial en un enfrentamiento de más de hora y media dedicado casi por completo a hablar de videos donde el republicano se mofa de las mujeres y desbarra contra los emigrantes que llegan a las fronteras estadounidenses, o en el que se insiste en la tolerancia de la Clinton ante las infidelidades de su esposo William, y hasta de su intervención personal para neutralizar a las amantes del ex mandatario para evitar escándalos mayúsculos.

Noventa minutos en que, por demás, la aspirante demócrata volvió con la historieta de la interveción de Moscú en su contra en lo que va de campaña electoral, al tiempo que Trump dejaba en suspenso más de una pregunta de los presentes para insistir en que su contrincante es una gran mentirosa y un fraude como política y ex servidora pública.

No obstante, medios de prensa locales, tan amantes ellos de la contabilidad, indicaron mediante sus fulminantes encuestas que la Clinton volvió a llevarse el pato al agua en esta segunda cita, con una preferencia de cincuenta por ciento entre los interrogados, contra un treinta y cuatro por ciento para Trump.

Las mismas fuentes machucaron además sobre lo controvertida que se ha vuelto esta elección para Trump a partir de sus frases y juicios inoportunos, explosivos y discriminatorios contra las féminas, las llamadas minorías étnicas y determinados grupos confesionales, lo que le ha valido el distanciamiento de nuevos sectores republicanos con respecto a su ya tan discutida candidatura por esa agrupación política.

De todas formas, si algo se mantiene inamovible para mucha gente dedicada a seguir este asunto de elevadas trazas de show mediático disfrazado de contienda política, es el criterio de que los norteamericanos que acudan a las urnas este noviembre (seguramente mucho menos del cincuenta por ciento de los inscritos, como ya es costumbre histórica) no lo harán para elegir al mejor de los contrincantes, sino en todo caso al aparentemente menos malo, dentro del inamovible y añejo esquema “monopartidista con dos cabezas”.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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