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lunes, 4 de noviembre de 2024

La verdad sea dicha

La apresurada marcha fuera de Siria de importantes contingentes del terrorista Estado Islámico indica que Rusia va ganando la partida en el dilema sirio...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 19/10/2015
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El anuncio del Ministerio ruso de Defensa acerca de la apresurada marcha fuera de Siria de importantes contingentes del terrorista Estado Islámico, EI, comienza a interpretarse por los analistas como un importante avance del Kremlin frente a las pujas hegemonistas en boga en la arena internacional.

En efecto, los altos mandos castrenses de Rusia informaron que como consecuencia de sus ataques aéreos y navales contra el EI en apoyo a las fuerzas terrestres sirias, miles de mercenarios pretenden escapar por las zonas fronterizas.

Aclaró que el comando aeroespacial ruso sigue los pasos de esos grupos y prepara acciones combativas contra aquellos que aún intenten fortificarse en algún punto del territorio de Siria.

Y tales afirmaciones no son precisamente alegres para ciertos intereses que desde los Estados Unidos, y en contubernio con sus aliados otanistas, el sionismo israelí, las satrapías árabes y los grupos extremistas islámicos, pretenden desde hace más de cuatro años hacer colapsar al gobierno legítimo de Bashar El Assad en Damasco.

Rusia se ha puesto las pilas y ha colocado en incómoda situación a aquellos que suele denominar “socios norteamericanos”, a sabiendas que —en realidad— se trata de un eufemismo diplomático para referirse elegantemente a quienes han acuñado como principio político cardinal que los Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses.

Y el hecho está claro en la reticente y dilatoria actuación de Washington y sus aliados frente a las múltiples y francas propuestas del Kremlin para una colaboración estrecha en el combate al terrorismo en Oriente Medio y Asia Central, acentuada con el resultado práctico de que Moscú ha logrado frente al EI, en pocos días, lo que la aviación militar norteamericana no hizo en más de un año de pantomimas aéreas, proyectadas como “eficaz combate al terrorismo” por los altavoces mediáticos imperiales.

Tres tazas para quien no quiere caldo, en efecto. Ahora ya no son las fuerzas militares occidentales y sionistas, junto a las bandas de extremistas islámicos, quienes copan el escenario militar mesoriental, y Rusia no solo está presente materialmente en un ruedo crucial, sino que lo hace con efectividad, desacredita en la práctica la demagogia de occidente, establece lazos y recupera confianza entre gobiernos del área realmente alarmados por la desestabilización islámica, y —por que no— refuerza la cobertura directa de sus fronteras en los estratégicos Mar Negro y Mediterráneo frente al evidente y agresivo avance otanista hacia el Este.

Mientras, las decepciones llegan a la mesa entre aquellos que se frotaron las manos pensando en una rápida victoria de los “opositores” sirios reclutados, entrenados, armados y sostenidos todo este tiempo desde el exterior.

Primero, porque los poderosos promotores de tragedias hoy por hoy están entrampados en su propio juego de dos caras, y segundo, porque parece frustrada de lleno la alternativa que tal vez algún halcón llegó a acariciar por estos días, de repetir en Siria el guión utilizado en Afganistán décadas atrás, cuando la entrada de tropas soviéticas en aquel país en apoyo a las autoridades locales ante la injerencia externa, devino en un fatal desgaste que —según los “tanques pensantes” imperiales de la época— determinó en buena medida la disolución de la temida URSS y el fin del “mundo bipolar”.

En Siria, ha dicho el Kremlin, no habrá presencia de combatientes rusos, amén de que sus acciones de apoyo aéreo propenden únicamente a derrotar al terrorismo, poner coto a sus crímenes y excesos, y crear un clima de paz, estabilidad y seguridad en el cual los sirios, de manera responsable y en uso de su derecho a la autodeterminación, decidan su futuro y el de sus instituciones en el momento apropiado y mediante el diálogo constructivo y civilizado.

Todo lo que, sin mayor sonrojo, niegan los que estimularon y pagaron el surgimiento de Al Qaeda en los días del trance afgano, y después la utilizaron ampliamente en el desmembramiento de Yugoslavia, en el titulado “conflicto civil” que pretendió la separación de Chechenia del territorio ruso, en acciones agresivas contra las ex repúblicas soviéticas de Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán, Uzbekistán, y Tayikistán, e incluso en conspiraciones separatistas en el sudoeste de China.

Fuerzas terroristas que actuaron en Libia y luego se hicieron presentes en Siria, y de cuyo “fecundo” y retorcido vientre es fruto probado el Estado Islámico.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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