La victoria de Guillermo Lasso sobre Andrés Arauz ha significado un duro golpe para Rafael Correa y el movimiento que lidera, el llamado “correísmo” que gobernó durante 10 años el Ecuador y llevó adelante un proceso de profundas transformaciones estructurales. Justamente, haber iniciado un proceso de cambio radical, es el que permite comprender el feroz ataque en su contra desde los poderes político-empresariales, jurídicos y mediáticos que manejaron siempre el país a su antojo. Sería ingenuo pensar que se lo permitirían o que no tendría costos.
Claro que nadie podía imaginar que Lenín Moreno daría un vuelco personal-político de 180 grados y comenzaría a perseguir a Correa y su movimiento Alianza País con el objetivo de destruirlo. No es común que se llegue al poder como continuidad de un proyecto y a los pocos meses se intente destruirlo. En algunos casos se tira por la borda la ideología en nombre del pragmatismo, o se funda un nuevo partido. Pero, ¿destruir su propio movimiento sin siquiera crear otro?
Difícilmente encontremos registros en la historia latinoamericana. Moreno persiguió y proscribió a Correa -de quien fue vicepresidente durante 6 años- encarceló a su compañero de fórmula Jorge Glas, acorraló a la expresidenta de la Asamblea Nacional Gabriela Rivanedeira que tuvo que pedir refugio en la embajada de México para luego partir al exilio junto a otras figuras destacadas de Alianza País, entre tantas otras maniobras para destruir al correísmo.
Paradójicamente, mientras Moreno perseguía a sus antiguos compañeros, los medios de comunicación insistían en presentarlo como una continuidad del correísmo aumentando el desconcierto y la confusión para beneficiar a Lasso. Hay que subrayar lo que hizo Moreno durante cuatro años para comprender lo difícil que fue para el correísmo y su candidato Andrés Arauz enfrentar el proceso electoral. No hubo fraude en el sentido estricto del término, pero Arauz y Lasso no competían en igualdad de condiciones.
A pesar de todo esto, en la primera vuelta, el 7 de febrero, Andrés Arauz obtuvo el 32 por ciento de los votos, trece puntos por delante de Guillermo Lasso, y tendrá la mayor bancada en la Asamblea Nacional con 48 escaños sobre un total de 137; mientras que el partido CREO de Lasso apenas obtuvo 12 escaños.
No es la primera vez que un movimiento popular es proscripto y perseguido en la región con disímil destino. Algunos fueron tan castigados que desaparecieron, otros, como el peronismo en la Argentina, se mantuvieron a pesar del exilio de su líder durante 18 años. Imposible saber en este momento cómo enfrentará el correísmo esta derrota electoral. Ya hay quienes se apresuran a firmar el certificado de defunción del movimiento y de Rafael Correa, como si hubieran sido un fenómeno efímero en la historia del Ecuador y hubiera que hacer borrón y cuenta nueva.
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Correa tuvo el gran mérito de construir un movimiento que logró unir a casi todas las fuerzas progresistas y de izquierda después de años de dispersión para llegar al poder por primera vez en la historia. Las derrotas no son solo dolorosas y traumáticas, también suele aparecer la búsqueda de responsables y chivos expiatorios, incluyendo los cuestionamientos al líder máximo.
Rafael Correa gobernó durante diez años, colocó al Ecuador en el mapa y se erigió como una figura relevante en América Latina. El tiempo dirá si logrará asimilar este duro revés electoral para ampliar el campo propio, construir nuevas mayorías y continuar dando batalla.
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