Donald Trump repite una mala semana. Quizás no lo note o no lo reconozca pero, entre sus contradicciones y fracasos, han sido días de muy negativa cobertura mediática.
En las últimas semanas han obtenido cobertura nacional en Estados Unidos las elecciones para senador por el sureño Estado de Alabama. Jeff Sessions, ahora fiscal general, nombrado por Trump, dejó puesto vacío y se disputaban su silla el demócrata Doug Jones, y el extremista religioso Roy Moore, a quien Trump apoyó con vehemencia. Sobre Roy Moore pesan acusaciones muy serias, cuando tenía 32 años sostuvo relaciones sexuales con una menor de 14, además se dedicaba a acosar sexualmente a adolescentes. Muchos en el partido temieron el impacto que tendrían estas acusaciones, pero Trump se mantuvo firme, y apoyó al acosador sexual.
Este no es el único defecto que se le endilga a este juez, quien considera que la constitución de EE.UU. emana de la Biblia, que la homosexualidad debe prohibirse, y que su país era grande cuando las familias estaban unidas “aunque hubiese esclavitud”. “Dios tiene el control”, afirma este extremista, y si le vamos a creer, Dios, a través de los votantes, habló: Roy Moore el candidato de Donald Trump perdió las elecciones, en la siempre derechista, conservadora y republicana Alabama. Ganó por primera vez en 25 años un demócrata, Doug Jones, que representa un asiento más en el Senado para la oposición.
El escrutinio mostró casi empate, la diferencia la pusieron las mujeres, que, por suerte salieron al paso para evitar que Moore se convirtiera en la voz de Alabama en la Cámara Alta de Washington. El líder republicano en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el del Senado, Mitch McConnell habían dicho que creían en las mujeres que acusan a Moore, que se retirara de la carrera, no porque le importen las víctimas, sino porque sospechaban este resultado, y por tanto, ver perder un preciado asiento en el Senado.
Esta victoria de los demócratas es una señal, la fidelidad de la base electoral, en lo que se sostiene Trump, tiene límites, incluso en bastiones republicanos como Alabama. Y este no es el único sinsabor de esta semana para Trump: Tres mujeres han salido para acusar al presidente de que él las acosó sexualmente, ya una veintena, otras ya lo habían hecho durante la campaña, sin que fueran muy escuchadas, pero en el ambiente en que todas las semanas personalidades del arte, los medios de comunicación y la política son apuntados como acosadores, le tenía que llegar el turno a Trump, que cuando no era político recibió esas acusaciones muchas veces, las cuales no llegaron a ninguna parte.
Trump, además tiene un problema, detesta que lo critiquen, le llama a toda crítica noticias falsas, y las niega agrediendo a la fuente de la noticia. Debe estar durmiendo intranquilo, porque aquello de reconocer a Jerusalén, tierra santa para tantas religiones, como capital de Israel, ha sido criticado excepto por Netanyahu, por casi todo el mundo. Es llamar a la guerra, a aquellos que lo que más saben hacer, por fuerza de la historia, es la guerra. Y como si fuera poco, el jefe de la diplomacia estadounidense, magnate del petróleo, RexTillerson, salió hace poco y dijo que lo de mover la embajada de Estados Unidos para Jerusalén tardará años, que no se puede hacer de inmediato. Con razón todas las semanas hay rumores de que será despedido.
Aunque Trump se quede en el asiento hasta que le toque, la victoria demócrata en Alabama muestra que eventualmente sentirá sobre sus hombros las consecuencias de sus acciones. El problema es cuándo alguien lo llamará a contar, y cuánto daño hace de aquí a que se termine su mandato.
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