Si Ecuador no quiere convertirse en una nueva Argentina, el próximo domingo deberá triunfar en las urnas Lenín Moreno, candidato de la oficialista Alianza País, que no permitiría un retorno del neoliberalismo que azotó a ese país durante décadas de inestabilidad económica, política y social.
La situación política en Ecuador, gobernada por el economista antiimperialista Rafael Correa la última década, está clarísima: no hay términos medios en el balotaje del próximo domingo. O gana la izquierda, o se entroniza de nuevo la derecha representada por el ex presidente del banco Guayaquil, del cual es accionista, Guillermo Lasso.
Este individuo —y en eso coinciden los agradecidos a la Revolución Ciudadana— personifica la inestabilidad, la corrupción, y el desamparo que ya trató de implantar en los años 90 desde sus cargos públicos.
Lasso, quien cuenta con el respaldo de la derecha opositora regional y sus jefes de la Casa Blanca, no ahorra palabras para tratar de desprestigiar el proceso político progresista iniciado por Correa en 2007 y amenaza con acciones violentas si pierde en las urnas.
El pueblo ecuatoriano —o sea, aquel que tiene fresca la memoria reciente—, reconoce en el candidato de la alianza CREO-SUMA al ex súper ministro de Economía del presidente Jamil Mahuad que implantó el llamado feriado bancario que trajo la dolarización al país, en una etapa en que la pobreza alcanzó al 70 % de la ciudadanía, redujo el salario real en un 40 %, y llevó a la emigración masiva de un millón de personas sin un futuro.
Con el lenguaje populista que asume la derecha para confundir, Lasso logró situarse en el segundo lugar en la primera ronda de las presidenciales efectuadas el pasado 19 de febrero. Ese día, solo por 0,64 décimas de puntos —39,36 %— no ganó el Palacio de Carondelet, (precisaba el 40 % más el 10 % por encima del segundo colocado) y Alianza País lo aceptó sin un pestañeo. Lasso obtuvo 28,09 %, pero después los opositores perdedores de otros partidos le prometieron sus votos.
A horas de que los ciudadanos decidan si ponen en primer lugar lo que representó la política antes de la Revolución Ciudadana, algunas encuestadoras apuntan a la victoria del binomio Moreno-Jorge Glass, los dos exvicepresidentes de Correa en distintos períodos.
Sin embargo, analistas políticos alertan sobre los resultados de las engañosas investigaciones preelectorales, por lo que, como en el béisbol en que nada está confirmado hasta el out final, en Ecuador decide la última boleta escrutada.
Aunque quizás los ciudadanos de esa nación meridiana no lo perciban así, allí no solo se juega el futuro político de la ciudadanía local, sino que si la derecha resulta victoriosa será un duro golpe a la democracia participativa e inclusiva en América Latina.
“Es un punto de quiebre: si la derecha continúa ganando espacio en el continente o vuelve al lugar que le ha asignado la Historia”, afirmó en fecha reciente Correa en alusión a los eventuales resultados de la batalla anunciada en las urnas.
Para nadie es secreto que Estados Unidos y la derecha regional han lanzado una ofensiva demoledora contra los gobiernos progresistas de la región y ahora tienen en la mira —luego de hacerse del poder en Argentina y Brasil el último año— a la Venezuela de Hugo Chávez y a Ecuador.
Por eso en Ecuador no hay motivos para confiarse. Incluso si ganase Moreno, su rival derechista, de la alianza CREO-SUMA ha incitado a la posterior violencia en las calles para protestar por los resultados.
De ahí que el Consejo Nacional Electoral (CNE) tomara las medidas necesarias para hacer transparente los comicios y cerrarle el paso al exbanquero que en los últimos días se negó a firmar ante notario que no está involucrado en temas de corrupción, por lo cual hubo que suspender un debate público con Moreno.
Este martes, el presidente del CNE Juan Pablo Pozo y su equipo se reunieron en Quito, la capital, con el cuerpo diplomático acreditado para explicarle en un taller especializado los pormenores del proceso electoral, tanto de la primera vuelta como del balotaje.
Las medidas adoptadas por el Consejo, y así se lo explicaron sus funcionarios a los embajadores —algunos de ellos forman parte de los observadores internacionales— evitarán que los dirigentes opositores aludan a un eventual fraude de Alianza País.
Tal posibilidad es inexistente, pues desde hace varios días ya están trabajando los 300 acompañantes foráneos del proceso, entre ellos la Unión de Naciones Suramericanas, la Organización de Estados Americanos, invitados extranjeros de cuatro continentes, para verificar en la práctica la limpieza de las elecciones, además de los seguidores locales de visita en los espacios de votación.
Para el presidente del CNE, “la jornada electoral avanza como un reloj”, y refirió que este jueves comienzan las votaciones para las 10 000 personas privadas de libertad, y el viernes lo harán los discapacitados.
A esta segunda vuelta están convocados 12 800 000 votantes que ojalá impidan un retorno a la oscuridad neoliberal en un país que muestra al mundo logros espectaculares bajo la guía de Correa y su Revolución Ciudadana.
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