Comienza un abril lleno de expectativas en Ecuador —y también América Latina— sobre el rumbo político que decidirán este domingo los más de 12 millones de convocados a las urnas para elegir un nuevo presidente entre dos candidatos situados en posiciones ideológicas opuestas.
Luego de una primera vuelta el pasado 19 de febrero, las urnas indicaron que dos figuras ya conocidas del electorado se someterían a un balotaje: el candidato del oficialista Alianza País, Lenín Moreno, y el de la alianza derechista CREO-SUMA, Guillermo Lasso, el exministro de Economía que arrastró a los ecuatorianos a la miseria al congelarle sus fondos durante un impuesto feriado bancario.
En la primera vuelta Moreno y su compañero de chapa Jorge Glas (ambos vicepresidentes en distintos mandatos de Rafael Correa) ganaron con un 39,36 % frente al 28,96 de Lasso y Andrés Páez, aunque insuficientes para el 40 %, más un 10 % de diferencia con su más cercano rival, que indica la norma electoral para una victoria rotunda.
Pocos se guían ya por las encuestas en una región donde se manipulan las opiniones, y mientras unas dan un triunfo holgado a Moreno, otras hablan de empate técnico entre los oponentes, quizás para darle un margen a la derecha de declarar un fraude electoral y lanzarse a las calles, como prometió su postulado, con violentas protestas después de conocerse los resultados.
La víspera, Lasso, expresidente del banco Guayaquil y uno de sus accionistas mayores, advirtió que sus seguidores deben permanecer apostados ante la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE) “para vigilar el voto”, en una clara amenaza de que puede, si así lo entiende, asaltar la sede del máximo órgano regente de estos comicios.
Esta orden de uno de los grandes millonarios ecuatorianos, ex Súper Ministro de Economía del gobierno de Jalil Mahuad, —expulsado del cargo por el pueblo en la calle— constituye un reto a las autoridades gubernamentales y al CNE cuyo presidente, Juan Luis Pozo, aseguró que existen las condiciones para unos comicios transparentes, observados en los 24 departamentos por cerca de 90 000 personas, incluidos 300 observadores internacionales.
Las presidenciales de Ecuador son seguidas con expectación en América Latina y en otras regiones —actualmente preside el Grupo de los 77 más China— debido a los posibles cambios no solo políticos sino socio-económicos que aplicaría una administración conservadora.
Si gana Moreno, con seguridad los logros alcanzados por Alianza País en la década de gobierno del presidente Correa se mantendrán y superarán, al margen de otras concepciones de dirección que puedan concretarse en un diálogo nacional de las distintas organizaciones políticas, indígenas y comunales.
Nuevos pasos que se darán, y así lo indicó el candidato de Alianza País, sin abandonar los principios de la Revolución Ciudadana. Es decir, que a los grandes éxitos de la gestión de Correa y más allá de los errores que hubiese cometido su administración a lo interno, se daría continuidad a un proceso político revolucionario e inclusivo, con el ser humano como prioridad.
La victoria de Moreno, si ocurre, también será un bofetón a los nuevos gobiernos de derecha surgidos en el último año en Brasil y Argentina, y los ya conocidos de, entre otros, Colombia, Paraguay, Panamá y México.
La balanza por el momento se inclina a favor de la derecha, que ha ganado el respaldo de nuevo de Estados Unidos y debido también a los deslices que, en sus países y de buena fe, cometieron algunos gobiernos progresistas.
A estas administraciones, amén de cualquier observación crítica, se les hizo y hace muy difícil gobernar debido a tensiones y desequilibrios causados por las campañas sucias de los opositores, las crisis económicas globales, las pérdidas físicas de líderes importantes y la conclusión de mandatos de otros.
Las dudas de lo que podría ocurrir este domingo en Ecuador vienen dadas no solo porque la izquierda ha perdido plazas importantes en América Latina, como si se tratara de un juego de ajedrez, o porque Correa pudo adoptar medidas no entendidas por algunas capas sociales, sino porque existe un poderoso lobby oligárquico unido en la región para destruir los procesos revolucionarios. El gobierno de Quito no escapó a esos ataques derechistas, incluida una fracasada intentona de golpe de estado policial.
Para ello utilizan armas ideológicas, como las campañas de desprestigio —en Ecuador contra Correa y Glas—, guerra económica, psicológica, mediática, todas encaminadas a derrotar a la izquierda, como ocurre ahora en Venezuela, amenazada por una intervención directa de la desacreditada Organización de Estados Americanos (OEA).
Sin duda, sería un duro golpe para el proceso político ecuatoriano si gana Lasso, pues hasta ahora hay un positivo saldo económico y social para la ciudadanía pero, como indicó Correa en una ocasión, los pueblos latinoamericanos tienen una débil memoria, y quizás muchos olviden lo que hizo hace pocos años el millonario banquero de la alianza CREO-SUMA.
Con este individuo en el poder, vinculado —según demuestran hechos concretos— a la corrupción administrativa no solo bancaria, Ecuador retrocederá en su historia contemporánea y se insertará en el grupo de naciones conservadoras que surgen o son viejas aliadas de Estados Unidos y sus planes exterminadores del progresismo.
La suerte está echada en Ecuador. Los espacios de votación abrieron a las 07:00 hora local y cerrarán 10 horas más tarde, según la agenda oficial del CNE. Se espera que antes de que concluya este día se conozcan los resultados.
Ojos y oídos están vueltos hacia Ecuador, donde las mujeres y hombres de buena voluntad de esa nación meridiana del mundo esperan que triunfe la inteligencia y el agradecimiento hacia un proceso que les dignificó y trajo la prosperidad sostenida al centro del planeta, aún en los duros momentos de la baja de precios del petróleo o un terremoto que dejó más de 800 muertos hace pocos meses.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.