Cuando, en febrero pasado, los sesudos de la Comisión Europea anunciaron una nueva etapa recesiva en el Viejo Continente, la advertencia fue pasada por alto –ninguna estridencia, ¿eh? por los grandes medios informativos y no pocas autoridades locales.
Entonces, los funcionarios reunidos en Bruselas advirtieron que los severos problemas de deuda regional, derivados entre otras cosas del desembolso multimillonario de apoyo a los monopolios causantes de la actual crisis económica global, llevarían a Europa a una contracción productiva de 0,3 por ciento este año, muy por debajo de los estimados iniciales de crecimiento de 0,5 por ciento.
Y si bien los esfuerzos por minimizar informativamente estos datos surtieron algún efecto, las semanas siguientes romperían el dique de forma dramática.
Así, hace apenas unos días, el Banco de España reconoció que el país ha entrado nuevamente en recesión (la primera vez fue hace veinticuatro meses), y que para fines del año el retroceso del producto interno bruto (PIB) sería de alrededor de 1,7 por ciento, luego de dos trimestres consecutivos a la baja.
Ello se refleja en otra alarmante noticia, y es la subida del desempleo en la nación ibérica hasta el récord de 24,4 por ciento este marzo, lo que implica que más de 5,6 millones de españoles no tiene otra cosa que hacer que mirar al cielo…o mejor, al palacio de La Moncloa.
De manera que el recambio político que llevó al gobierno al derechista Partido Popular, con Mariano Rajoy y sus “programas de austeridad” al frente, no ha hecho otra cosa que seguir horadando la línea de flotación de la economía local.
Por si fuera poco, casi a horas del anuncio de la debacle hispana, en Londres se informó que Gran Bretaña volvía también a los caminos recesivos, luego de un descenso del PIB de 0,2 por ciento en el primer trimestre de 2012, y de 0,3 por ciento en los últimos tres meses del 2011.
Según medios digitales de prensa, “el Reino Unido ya sufrió una profunda recesión en la estela de la crisis financiera que duró cinco trimestres, del 1 de abril de 2008 al 30 de junio de 2009, período durante el cual la economía perdió alrededor de 7 por ciento, según las últimas cifras revisadas.”
La “trascendente” reacción del jefe del gobierno británico, David Cameron, acusado por medios locales de asfixiar la economía con sus medidas de recortes fiscales, sobre todo los montos destinados a servicios sociales, fue declarar su “decepción” por los guarismos dados a la publicidad. Actualmente, el reporte oficial de desempleo en Gran Bretaña se acerca 9 por ciento.
Por lo demás, analistas indicaron que, aunque Londres no milita entre las naciones de la titulada Zona Euro, un conglomerado roído severamente por la crisis, no ha tenido el forzado reparo de colocarse en materia de recesión junto a Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, Holanda, Bélgica y España, con confirmadas cifras negativas para estos doce meses.
Y desde luego: semejante golpe tiene importantes repercusiones para el resto de la economía global.
Una Europa depauperada se torna inútil como partenaire económico para los Estados Unidos, el también asfixiado socio mayor de buena parte del Viejo Continente, a la vez que contrae los mercados globales para naciones en franca expansión, como el coloso chino, que ya ha visto parcialmente reducidas sus cifras productivas ante la incrementada insolvencia de los clientes del occidente industrializado.
Y luego… luego sigamos escuchando hablar de “recuperación” y otros “milagros”.
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