Son multitudes las que lamentan en América Latina la desunión interna que sufre el partido ecuatoriano Alianza País, fundado por el expresidente Rafael Correa, bajo cuya bandera la nación meridiana del mundo logró importantes avances socioeconómicos, entregados ahora en bandeja de plata a sus enemigos conservadores.
No todos reconocen las victorias logradas por Correa y su equipo en una década y, por el contrario, intentan estigmatizar su figura para anularlo como posible candidato de las elecciones del 2021. Su principal crítico, algo que nadie imaginaba, es su amigo y sucesor Lenin Moreno.
La derecha ecuatoriana, rancia y poderosa, vio los cielos abiertos cuando Correa decidió, luego de diez años como jefe de gobierno, dejar Ecuador para dedicarse a su familia en Europa, a pesar de las protestas de gran parte de la membrecía de Alianza País y de la población. Hizo sus maletas y cambió de continente. En su lugar, y en la confianza, prontamente violada, propuso a su vice Moreno para sustituirlo.
Moreno se candidateó y ganó de la mano de Correa. Hicieron campaña juntos, aunque es cierto también que dejó caer críticas ante la prensa sobre su antecesor —“…las locuras de este muchacho”— dijo.
A pesar de los rumores sobre su doble moral, la actitud del nuevo jefe de gobierno sorprendió por sus criterios y formulaciones, en un intento para darle un tiro de gracia a lo que había construido Alianza País junto a su líder. El lo advirtió ante las cámaras cuando se le preguntó si pediría asesoramiento a su amigo y dijo: “El hizo su gobierno, yo haré el mío”.
Nadie puede obligar al actual presidente que siga al pie de la letra la política de Correa, pero al ser el candidato de Alianza País debió, y por ello se le critica, respetar los principios de la Revolución Ciudadana y tomar decisiones con la alta dirección de ese partido, del cual es presidente.
Moreno, discapacitado a causa de un balazo en su columna vertebral, no engañó a la población que le dio su voto. Desde un principio dejó claro que él buscaría alianzas y consensos, incluso con enemigos declarados, y eso es lo que ha hecho: situar en puestos empresariales claves a figuras que hasta ese momento lucharon contra Correa, símbolo del nuevo Ecuador.
Por su actitud, una parte de los miembros de Alianza País no lo aceptan y lo acusan de traidor.
Quizás haya sido un plan premeditado del nuevo mandatario con la oligarquía empresarial; quizás lo hizo para ampliar el diapasón político, ya que ganó con un porcentaje apretado en segunda vuelta y un golpe de Estado pudo estar en la agenda de la derecha; quizás no estaba de acuerdo con Correa y se lo calló y ahora en el poder empezó a cambiar postulados y a buscar el respaldo mediante una consulta popular.
Lo cierto es que el acercamiento a figuras de la derecha, como Abdalá Bucaram, demarca una distancia política importante, ya que el antagonismo con ese individuo acusado de corrupción y viviendo hasta ahora en el exterior era notable. El presidente conoce a los conservadores y sabe de lo que son capaces, pero o es súper inteligente o no pasa de un “chivo tonto”, como lo califican algunos cuadros de la coalición gobernante..
El pasado 2 de octubre, el jefe de gobierno convocó a una consulta popular para el próximo mes de febrero, con el apoyo de dos tercios de los asambleístas de Alianza País, mientras un tercio de los seguidores de Correa se negaron. También los magistrados de la Corte Constitucional, en los que confiaba el exmandatario, le dieron el visto bueno al referendo, mientras ante tal actitud, dado el contenido de las preguntas, la directiva de Alianza País pidió la expulsión de Moreno como líder de la agrupación, pero tampoco lo logró.
Nadie duda de que el actual presidente tiene las de ganar, aunque la decisión del pueblo sobre las preguntas dictará el futuro de Rafael Correa y varias de sus leyes gubernamentales.
El jefe de gobierno, bien asesorado, presentó varias interrogantes a los ecuatorianos, la mayoría tendientes a terminar con una política revolucionaria que podría tener errores y sus jefes no ser perfectos, pero que dignificó a un país y su pueblo, destruyó el camino hacia la pobreza, elevó los niveles educativos y de salud.
Cuando se coloca en una balanza qué era Ecuador antes y después de que Correa cambiara la estructura del país mediante una Asamblea Nacional Constituyente, es innegable que este economista devenido político tiene un lugar asegurado en la historia de su país y de América Latina.
Más allá de las discrepancias entre Moreno y Correa, la realidad es que el mandatario sustituto tendrá que demostrar que su pensamiento y su manera de organizar el gobierno son superiores a la de su antecesor, y eso solo lo dirá el tiempo.
“El presidente está buscando reorganizar el ejecutivo buscando aliados por todos lados, a su derecha y a su izquierda, entregando el área productiva al sector empresarial, y casi toda el área social a intelectuales de izquierda; por tanto, el desplazamiento en la coalición gobernante no implica un giro ni a la derecha ni a la izquierda”, según opinó el analista Pablo Ospina Peralta.
Otros politólogos estiman que no se debe criticar de manera tan dura a Moreno, cuando si bien quiere destruir el ideario político de su amigo, tampoco ha expresado formalmente que renuncia a la Revolución Ciudadana, e incluso es hostigado por sus nuevos socios por no ser más radical.
Sería una ingenuidad pensar que aliándose a elementos de la derecha logrará atraerlos pues en cualquier momento pueden traicionarlo, como hizo Michel Temer en Brasil a la mandataria legítima Dilma Rousseff, o lo obliguen a que dicte medidas de corte neoliberal para pagar deudas fiscales, en aras del actual cerco de la economía, lastimada por la crisis petrolera y el gran terremoto del pasado año, entre otras causas.
Moreno dijo que le haría frente a la corrupción de elementos que integraron el anterior Ejecutivo, entre ellos su propio vice, Jorge Glas, quien también ocupaba el cargo junto a Correa en su último mandato.
¿Acaso no sabía él de antemano que Glas podría formar parte de la red de la constructora Odebrecht, lo que no se ha comprobado y que medios políticos de izquierda aducen que era para eliminarlo de su gobierno? ¿Por qué esperar a que asumiera como su vice? ¿Por qué no analizar con la dirección de Alianza País sus derroteros políticos? ¿Cómo es posible que Correa no supiera lo que hacía su vice? No hay explicación posible a la vista.
Lo que sí queda claro es que con la consulta popular, el mandatario, si gana, afianzará sus poderes y tendrá la autoridad autentificada por el pueblo para dictar políticas sin tener que contar siquiera con su coalición.
Los temas, algunos muy polémicos, como el que impediría una repostulación de Correa, son los siguientes: suprimir de derechos políticos a culpables de corrupción; elegir nuevos miembros del Consejo de Participación Ciudadana; dejar sin efecto la enmienda constitucional de 2015 que permitió la reelección indefinida en cargos de elección popular; eliminar la Ley de Plusvalía aprobada en diciembre de 2016; ampliar en 50 000 hectáreas la Zona Intangible del Yasuní para reducir el área de explotación petrolera; Restringir la minería metálica.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció que la votación será el próximo 4 de febrero del año entrante, tras ser aprobada de manera unánime por los cinco rectores de ese órgano. “Nada ni nadie detiene la consulta popular”, aseguró la presidenta del CNE, Nubia Villacís, al anunciar que la campaña comicial será del 3 de enero al 1 de febrero de 2018.
La convocatoria comprende a 13 072 108 ciudadanos, los que sufragarán en 1566 recintos comiciales de la nación y otros 21 del exterior.
A Ecuador viajarán 110 observadores internacionales, entre ellos una delegación de la Unión Europea.
Mientras, en una reciente reunión de más de tres mil miembros de Alianza País con su líder Correa, en la localidad ecuatoriana de Esmeralda, se aprobó una reforma orgánica del movimiento y se acordó que ninguna autoridad de elección popular o del Ejecutivo podrá ser director del partido en todo el país. Asimismo, aprobó un expediente en la Comisión Nacional de Ética para la expulsión de Moreno.
Más, para seguir con la batalla interna que solo conviene a los enemigos de las fuerzas revolucionarias, el mandatario anunció que convocará una Convención Nacional del partido, en que, se espera, quedará escindido Alianza País, un punto de partida para el intento de derrocar la Revolución Ciudadana sin que suene un disparo. Al menos como la concibieron sus fundadores hace 11 años.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.