Más de una vez se ha dicho que Europa –y es lamentable- ha perdido toda su personería y protagonismo global a cuenta de transformarse en el dócil carro de cola de los Estados Unidos.
Contraste violento y hasta indignante con relación a los criterios de añejos líderes regionales que, desde finales de la Segunda Guerra Mundial, no ocultaron su ojeriza hacia los vínculos cada vez más dependientes del Viejo Continente con respecto a la entonces consolidada primera potencia capitalista.
De manera que en los últimos decenios, y a partir de su obsecuente relación con Washington, las naciones europeas (las viejas y rancias majestades exdueñas del planeta) se fueron transformando, desde carne de cañón de primera línea durante los complejos días de la Guerra Fría, hasta marionetas de las políticas económicas y militares de los sectores hegemónicos con rótulo Made in USA en estas, sus horas de raudo desborde expansionista.
En consecuencia, no importó que en caso de conflicto nuclear con la desaparecida URSS fuese Europa Occidental de las primeras víctimas ante su ciega y obediente alianza militar con Washington, ni que hoy la achacosa dama siga la política anti Kremlin vigente, por ahora, en la Casa Blanca, tirando por la borda sus propios intereses comerciales, energéticos y de seguridad con respecto a Moscú.
Debió llegar el giro anunciado desde hace meses por el nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, para que al menos los gestos de inquietud e incredulidad aparecieran en los rostros de varios de los actuales líderes europeos.
Y en su tan expansivo y descontrolado estilo, sin dudas bastante reñido con la responsabilidad que tomará en sus manos en breve, el magnate inmobiliario ha lanzado al rostro de sus “fieles aliados” el mal criterio que le merecen, desde una Unión Europea que considera carcomida por la crisis y las divisiones, hasta una Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, que a pesar de sus torcidos servicios a los Estados Unidos, el nuevo ocupante de la Oficina Oval considera obsoleta y de cuyos miembros reclama que muevan los bolsillos si quieren protección y seguridad provenientes de manos ajenas.
Ello sin obviar su aplauso al desgajamiento de Gran Bretaña del espacio comunitario mediante el pasado referendo conocido como Brexit, un proceso que la nueva jefa del gobierno londinense, Theresa May, ha asegurado que se acelerará notablemente en breve.
No se debe olvidar, además, que Trump criticó a Alemania por acoger a numerosos inmigrantes ilegales llegados, muchos de ellos, desde las zonas batidas por la guerra hegemonista impuesta a Oriente Medio y Asia Central, lo que, precisó, ya “ha tenido su costo”, en referencia a los atentados terroristas de los últimos tiempos en territorio germano.
Por demás, una Europa que se sumó ciegamente a las reformas neoliberales llegadas desde su socio mayor, ahora recela y teme de un Trump que con su consigna: “los Estados Unidos primero”, se muestra muy inclinado a adoptar estrictas medidas de corte proteccionista, que sin dudas tendrán una nefasta repercusión entre sus “seguidores” allende el Atlántico.
Por ahora, las voces de alarma ya han comenzado a escucharse entre los ofendidos y dolidos practicantes de la anuencia sin límites, que a cambio de entregar y arriesgar parece que en los próximos meses no recibirán de su renovado líder otra cosa que palos y reproches.
En fin, reconfirmado entonces con el caso europeo aquel axioma que se constituye en expresión suprema del “pragmatismo estadounidense”: no hay socios ni aliados, solo intereses…y veremos si la lección se aprende… o se amaña.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.