Como estaba previsto en las encuestas, los precandidatos demócrata y republicano, Bernie Sanders y Ted Cruz, respectivamente, salieron airosos en los comicios primarios realizados hace apenas unas horas en Winsconsin, un pequeño estado de los Grandes Lagos, en la frontera con Canadá.
Este resultado mantiene sobre la brasa la competencia en ambos partidos para designar a los nominados a las elecciones presidenciales de noviembre, aunque de alguna manera ciertos indicios hacen intuir que ya se están cocinando las posibles definiciones para tan peliaguda trama.
En el caso de los demócratas, por ejemplo, Sanders, quien se define “socialista” (dentro de los estándares estadounidenses) debe –a pesar de sus más recientes triunfos- remontar la importante diferencia que le separa de Hillary Clinton, que además se percibe por los analistas como la postulante predilecta de la alta jerarquía de esa agrupación política.
La ex primera dama y ex secretaria de Estado, acumulaba hasta el pasado martes cinco de abril, mil 742 delegados favorables a la Convención Demócrata, entre los ganados en las urnas y aquellos que asisten al mitin por su rango e investidura política. En tanto Sanders sumaba mil 51.
Los estudiosos dan como un posible punto de definición de la puja demócrata las primarias en Nueva York, programadas para el cercano 19 de abril, y las de Pensilvania, una semana más tarde.
De todas formas, con relación al escenario neoyorquino, la batalla puede ser muy pareja, toda vez que si bien Hillary Clinton fue senadora local entre 2001 y 2009, Bernie Sanders es nacido en la macrourbe, y parece muy confiado en que podrá acortar de manera definitoria la distancia que hoy lo separa de su contrincante.
Del lado republicano, la victoria de Ted Cruz en Wisconsin sin dudas restó las posibilidades del controvertido aspirante Donald Trump de llegar a la Convención Republicana con el número necesario de delegados para ser nominado automáticamente como candidato del partido a los comicios presidenciales, algo que también desean evitar los líderes de esa agrupación conservadora, que consideran al impredecible empresario como una figura inaceptable para sus intereses.
Como se sabe, Trump maneja un discurso de corte populista que ha capitalizado buena parte de las frustraciones de muchos republicanos de base con respecto al orden institucional y a los cánones partidistas tradicionales, lo que le ha permitido encabezar por el momento la lista de aspirantes a la candidatura presidencial.
Hasta el martes último, el díscolo postulante sumaba 740 delegados, Ted Cruz 474, y Jonh Kasich 145.
Según los estudiosos, la idea de la cúpula republicana es evitar que Trump llegue triunfante a la Convención, de manera que entonces los delegados voten libremente.
Y sería justo sobre ese terreno que se podría “trabajar” por la nominación de otro aspirante realmente “potable” para quienes controlan las riendas internas del partido, más allá del número de delegados con el que cada quien haya llegado a la sesión inicial.
De manera que por el momento es sobre esos enrevesados carriles que marcha la puja electoral norteamericana, un fenómeno que en las condiciones actuales aún no permite un pronóstico objetivamente ajustado que admita precisar alguno de los nombres destinados a encabezar las boletas para futuro mandatario de la primera potencia capitalista del orbe.
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