Estados Unidos y la tragicomedia anunciada

Si alguien pensó que el Congreso de los Estados Unidos haría gala de seriedad, responsabilidad, imparcialidad y decencia política en el impeachment a Donald Trump en marcha en el Capitolio de Washington, no hizo otra cosa que acariciar el mayor de los imposibles.

Y es que, a apenas horas de iniciados los primeros discursos, el calificativo de “farsa” ya rueda entre no pocos legisladores presentes en la “solemne sala”, y se traslada incluso a medios de prensa locales y extranjeros.

La indiferencia y la prepotencia de muchos de los involucrados en el juicio político al presidente, el tercero en llegar a vías de hecho en la historia de los Estados Unidos, se impone por completo a toda referencia acerca de los verdaderos deberes que corresponden a quienes dicen representar a sus respectivos electores y a los “intereses más puros” de la nación de los “justos y los bravos”.

Los medios que cubren las sesiones, iniciadas con la presentación de cargos contra Trump por el escándalo de Ucrania y la obstrucción a las investigaciones sobre el tema y seguidas de los alegatos de la defensa del mandatario, centran su atención justo en “la falta de atención” que se observa entre los asistentes a las largas diatribas, esencialmente dentro de la mayoritaria bancada republicana favorable de plantilla al inquilino de la Oficina Oval.

Algunos dormitan, llenan crucigramas o consumen altas dosis de dulces e infusiones en medio de los informes y consideraciones presentadas por los “fiscales” de la cámara baja (exclusivamente demócratas), en la proyección de un cisma que da a entender que la justicia poco importa, y que el proceso en curso marca ante todo la rivalidad electoral entre los dos grupos políticos que periódicamente cambian “la forma” dentro de la Casa Blanca, pero nunca alteran “el contenido”.

Las noticias añaden que para los favorables a no castigar las faltas presidenciales, los acusadores no han presentado nada nuevo ni trascendente como para cambiar el criterio preestablecido de proteger y consentir al mandatario, mientras que se oponen férreamente a escuchar a testigos que puedan brindar datos para sustanciar las actuales incriminaciones, entre ellos el exíntimo de Trump y su asesor en varias tropelías globales, John Bolton.

Los medios también se refieren a la labor de presión y aglutinamiento pro Casa Blanca que ha realizado y lleva adelante el senador por Kentucky, Mitch McConnell, que funge como líder de la mayoría republicana en el Senado, y a quien analistas se arriesgan a calificar como el posible “segundo hombre más poderoso de Estados Unidos, solo después del presidente”.

Las fuentes indican que “McConnell es uno de los puntales del actual contexto, fuertemente polarizado, que se vive en la política interna estadounidense”, y se ha caracterizado todo este tiempo por frenar o diluir más de una iniciativa legal de la bancada demócrata.

Con relación al impeachment, se le atribuye una fuerte labor de exigencia de parcialidad a sus pares republicanos frente a todos los cuestionamientos relativos a la conducta de Donald Trump, con el propósito de evitar que el presidente pierda su cargo como consecuencia del proceso político en marcha, una “gestión” que al parecer ha tenido éxito hasta ahora.

De todas formas, al show continuará su marcha, y se espera para los próximos días la sesión en la cual los senadores podrán hacer preguntas a los acusadores y defensores del inquilino de la Casa Blanca.

Y “si no ocurren retrasos y dilaciones”, restaría entonces el veredicto relativo a las acusaciones al presidente, un paso que muchos consideran será favorable al acusado, quien por estos días no cesa de hacer apariciones públicas y hasta inmiscuirse en actos y celebraciones de menor cuantía en su empeño por mostrar una imagen aparentemente “despreocupada y dinámica” …a pesar de todo.